El bienio conservador abarcó desde noviembre de 1933 hasta febrero de 1936. En las elecciones generales celebradas en noviembre de 1933 , en el que por primera vez, gracias a la Constitución de 1931, las mujeres ejercen su derecho al voto, gana la CEDA. El resultado, sin embargo, no es lo suficientemente amplio como para gobernar solo. De esta forma, Gil Robles no es llamado por Alcalá-Zamora (a quien corresponde esta prerrogativa como presidente de la República) para encabezar el Gobierno. La desconfianza en las intenciones de Gil Robles motivó la decisión. El designado será Lerroux ya que el Partido Republicano Radical acepta gobernar con el apoyo de la CEDA.
Para los radicales de Lerroux, la alianza con la CEDA sólo pretende atraer a la derecha católica a la causa republicana; para Gil Robles se trata de hacerse con el control del Gobierno -aun sin pertenecer a él- a la espera de ser llamado a gobernar. Las coincidencias entre el Partido Radical y la CEDA permiten revertir numerosas reformas emprendidas en el bienio reformista:el clero vuelve a cobrar salarios del Estado, las escuelas religiosas no cierran sus puertas... Además, los golpistas de 1932 están amnistiado. Las diferencias, por su parte, impiden la reforma del sistema político. El mayor revés es para el Partido Socialista, cuyo reformismo, lejos de fortalecer su proyecto, lo relega electoralmente. Temeroso de que el autoritarismo acabe con su represión, como ha ocurrido en Italia o Alemania, el sector más izquierdista, liderado por Largo Caballero, radicaliza su discurso revolucionario.
Revolución de octubre de 1934
La inclusión en la ejecutiva de tres ministros de la CEDA, en octubre de 1934, tras diferentes crisis dentro del Gobierno, desató un levantamiento revolucionario liderado por el PSOE y la UGT (junto a Esquerra Republicana de Catalunya y el Partido Comunista). El recuerdo de lo ocurrido en Alemania, donde Hitler llegó legalmente al poder un año antes, desmantelando rápidamente el sistema democrático, o en Austria, donde Dollfuss acabó con los socialistas en nombre de un movimiento católico similar a la CEDA, está presente durante mucho tiempo. los rebeldes. La CNT, salvo en Asturias, se mantiene al margen. La noticia de un nuevo gobierno con la participación de la CEDA dio lugar, como estaba previsto, a una huelga general con distintos grados de apoyo en todo el país pero rápidamente sofocada. En Cataluña, el presidente Companys proclamó durante unas horas el Estado catalán, rindiéndose poco después. Pese a fracasar en Madrid, Cataluña y el País Vasco, el conflicto se extiende a Asturias, donde los revolucionarios toman el control de toda la provincia, incluida Oviedo, su capital. Para poner fin al levantamiento es necesaria la intervención del ejército. Las tropas africanas, al mando del general Franco, pusieron fin a la insurrección. Más de un millar de muertos, incluidos los fusilamientos tanto de religiosos por parte de los revolucionarios como de estos por las fuerzas del orden, conforman el balance del conflicto, la primera aproximación a lo que será un escenario de guerra total apenas dos años después.
Crisis del Bienio Conservador
La inclusión de la CEDA en el Gobierno no provoca la involución prevista, pero deja patente su escasa vinculación con el proyecto republicano. En los meses posteriores a la revolución de Asturias tampoco se percibe ningún plan de gobierno más allá de la represión de los revolucionarios o los intentos de incriminar a Azaña en los hechos. Los debates en el Parlamento ocultan su infertilidad legislativa. Gil Robles, nombrado ministro de Guerra en mayo de 1935, situó a algunos de los generales desafectos al régimen (Mola, Franco, Fanjul...) en los puestos más destacados del ejército. A lo largo de 1935 el Partido Radical entra en una profunda crisis afectado por algunos escándalos de corrupción (la concesión de una licencia a un tipo de ruleta llamada straperlo -término que se añadiría al español, estraperlo, como sinónimo de mercado negro- y el asunto Nombela, sobre los contratos de suministro para el ejército). Alcalá-Zamora se resistió a entregar el Gobierno a Gil Robles e intentó, en diciembre, una solución personal entregándolo a Manuel Pórtela Valladares. Las presiones recibidas de todos los grupos parlamentarios acabaron con la disolución de las Cortes y la convocatoria de las elecciones de febrero de 1936.
elecciones de 1936
Tanto el grupo de derecha como el de izquierda forman listas comunes para agrupar el voto. La CEDA, temerosa de no obtener la mayoría absoluta, organiza el Frente Nacional. Por su parte, los republicanos de Azaña y los socialistas, a los que se suman los comunistas, se agrupan en torno al Frente Popular. La campaña se desarrolla en un ambiente hostil. El resultado (en porcentajes de votos, no en escaños) es el más cercano:el Frente Popular obtiene el 34,3% de los votos (lo que supone más de 250 escaños), mientras que el Frente Nacional, por su parte, alcanza el 33,2% de los sufragios ( apenas 125 diputados). La victoria del Frente Popular supone la liberación inmediata de los prisioneros de la revolución de Octubre. Tras las elecciones, Azaña formó un gobierno compuesto exclusivamente por republicanos, sin presencia de socialistas.
Conflictos del nuevo Gobierno
En abril de 1936, Alcalá-Zamora fue destituido de su cargo de Presidente de la República (por haber disuelto dos veces las Cortes, como preveía la Constitución), y Azaña fue elegido con la abstención de la derecha . En los meses transcurridos entre la victoria del Frente Popular y el inicio de la guerra, los conflictos de orden público son constantes:los grupos revolucionarios inician una campaña de huelgas, ocupaciones de tierras y ataques a edificios religiosos; Por su parte, los falangistas insisten en provocar disturbios y cometer ataques contra militantes de otros partidos y fuerzas del orden. En marzo de 1936, el ataque de los falangistas contra Jiménez de Asúa, intelectual socialista y uno de los padres de la Constitución de 1931, que provocó la muerte de su escolta pocos días después, provocó la proscripción de la Falange y la detención de su junta política, incluido José Antonio.
Conspiración y golpe
La polarización y el clima de enfrentamiento aumentan en la primavera de 1936, cuando un sector del ejército ya ha adelantado la conspiración para un golpe de Estado. El general Mola, destinado desde marzo en el gobierno militar de Pamplona, donde lo ha trasladado el gobierno del Frente Popular por desconfianza hacia él, inicia una serie de contactos y elabora diversas directrices e instrucciones que perfilan una actuación, con apoyo de los sectores civiles, destinado a derrocar al Gobierno. Pese a tratarse, en principio, de una maniobra militar, los conspiradores establecieron comunicación con el movimiento carlista, con Falange, con la CEDA, con Acción Española, etc. Llegado el verano, el levantamiento, sin matices, está más o menos preparado. Los enfrentamientos en las calles, en los que grupos de izquierdistas y falangistas dirimen sus diferencias, continúan intensificándose.
El 12 de julio, José Castillo, teniente de la Guardia de Asalto y simpatizante socialista, murió en un atentado terrorista. En represalia, horas más tarde, es asesinado el líder de la derecha monárquica, José Calvo Sotelo. Los funerales de ambos dan lugar a rifirrafes entre radicales de izquierda y derecha en el centro de Madrid. El Gobierno, ajeno a la conspiración lanzada por Mola, intenta solucionar el problema restableciendo el orden público. Sin embargo, no tendrá tiempo para casi nada cuando comience el golpe de Estado preparado en secreto en los meses anteriores por un importante sector del ejército.