Un problema que siempre nos ha acompañado es la cantidad de basura que generamos, su retirada, almacenamiento y destrucción o reciclaje. Pues bien, este problema ya lo tenían en las ciudades de la Antigüedad. Incluso con la revolucionaria red de alcantarillado que convirtió el Tíber en una alcantarilla fluvial y las leyes que prohibían tirar basura dentro de la ciudad, Roma era una ciudad sucia, muy sucia. En sus calles, la basura generada en las casas y que la gente tiraba a la vía pública, excrementos de todo tipo de animales, cadáveres... y ante esta marea de residuos, algunos stercorari (contenedores de basura) que, ayudados por la plostra stercoraria (carros de basura) recorrieron la ciudad retirando los residuos que depositaban en el puticulum (pudrideros) ubicados fuera de la ciudad. En algunas ocasiones, los stercorari iban acompañados de cerdos que ayudaban en la limpieza, especialmente con los residuos orgánicos.
Cacator sic valeas ut tu hoc locum transeas (Hazte un favor y caga en otro lado)
Así reza un graffiti en Pompeya, señal inequívoca de que la gente era un poco guarra. Incluso en algunas tumbas hay epitafios maldiciendo a los cacatores y minctores (Creo que no se necesita traducción). Asimismo, había que tener cuidado con los fluidos corporales que se arrojaban a la calle desde las ventanas, también sin el aviso de “va agua”. En el caso de que no sólo se arrojara el contenido del recipiente que servía de urinario, sino también el contenedor, la ley disponía que el lanzador correría con los gastos médicos de las lesiones sufridas e indemnizaría a la víctima por los días que lo hiciera. no pudo funcionar.
También fueron pioneros en la recogida selectiva de residuos. Prueba de ello es el monte Testaccio en Roma, una colina artificial de 50 metros de altura y 22.000 metros cuadrados de base construida con los restos de 25 millones de ánforas en las que se transportaba aceite de oliva desde Hispania hasta la ciudad.
Fuente:Invenciones de los antiguos