Francisco Goya plasmó su visión crítica de su educación en su época en un pequeño cuadro (20 x 38 centímetros) titulado La letra con sangre entra o Escena Escolar . Una educación que Goya, que sentía una gran devoción por los niños, juzga defectuosa y que ilustra en una escena escolar en la que el maestro aparece sentado en un sillón dispuesto a azotar a un alumno que expone sus nalgas para recibir el castigo con un látigo. . A la derecha, otros dos estudiantes lamentan el castigo que ya han recibido mientras otros se aplican a sus tareas.
Entra la carta con sangre (Goya)
La máxima Entra la carta con sangre , que se ha aplicado en el sistema educativo durante tanto tiempo y que abandonamos hace sólo unas decenas de años, es tan antiguo como la enseñanza de la escritura cuneiforme en las escuelas sumerias (edubba , "casa de las tablillas") alrededor del 3.000 a.C.
Al frente de estas escuelas, que no eran de asistencia obligatoria ni gratuitas, estaba la ummia quienes, acompañados de un grupo de asistentes e incluso de un especialista en castigos corporales, enseñaron los secretos de este tipo de escritura con el lápiz y papel de la época (cálamo y tablillas de barro). En una de estas tablillas, un profesor de escuela describe, a modo de diario, sus propias experiencias y las de sus alumnos. Los alumnos que llegaban tarde a la escuela o cuya letra no era correcta recibían castigos corporales en forma de azotes (la regla aún no se había inventado). Uno de los chicos, al ver que lo tenía crudo para "aprobar el curso" y sabiendo que los honorarios de los profesores eran escasos, propuso a su padre invitar a su profesor a comer y agasajarlo con algunos regalos para que se suavizara y se le diera vida. . de tu hijo en el colegio sería más llevadero. El padre, sabiendo las limitaciones de su hijo y que de otro modo le sería imposible llegar a ser un buen escriba, accedió. Durante la comida, en la que la familia del chico sirvió la mejor cerveza -filtrada sin poso y que se podía beber sin pajita- y su mejor comida, el alumno se mostró diligente, educado y no dejó de regalar a los invitados oídos con sus virtudes y entrega. gracias por la suerte de tenerlo como profesor. Se piense lo que se piense, y aún sabiendo que todo tenía un propósito, a todos nos gusta que nos intimiden y nos halaguen… aunque sean más falsos que un fuera de juego en un futbolín. Después de cenar, y por si las cosas aún no estaban claras, la profesora recibió varios obsequios, entre ellos un anillo de plata, el metal de los metales entre los dos ríos.
Aunque no sabemos si el alumno llegó a ser un buen escribano, me atrevería a decir que sí aprobó el curso.
Fuentes:La historia comienza en Sumeria – Samuel Noah Kramer