El gran Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.), el filósofo y científico de la Antigua Grecia, ya mencionaba el uso de una especie de campana de metal invertida sumergida en el agua que los “buzos” utilizaban para respirar el aire que quedaba atrapado en su interior. Cuenta la leyenda, porque es leyenda, que su discípulo más destacado, Alejandro Magno Tras conquistar medio mundo, se interesó por explorar las profundidades del océano. Así, se sumergió en el mar encerrado en “una vasija muy fina hecha enteramente de vidrio blanco “Y encontró un monstruo marino que tardó tres días enteros en recorrerlo. Lógicamente, esta leyenda sólo sirve para ensalzar la figura de uno de los mayores conquistadores de la historia.
Lo que ya no es leyenda es que los romanos crearon el primer cuerpo de buceadores profesionales:los urinatores . Orinador deriva del latín arcaico urinare (buceo, inmersión en agua). Se trataba de un cuerpo de ejército que, además de las rigurosas pruebas y el normal entrenamiento de combate, recibía entrenamiento específico para sus operaciones acuáticas y subacuáticas. Entre sus tareas en tiempos de guerra se encontraban operaciones de sabotaje (cortar anclas o amarres, encallar barcos colocando obstáculos submarinos...), transportar pequeños objetos, espionaje e incluso como mensajeros.
Para contrarrestar el ataque de los orinadores Se establecieron medidas de defensa como cerrar los puertos con redes submarinas para que quedaran atrapados. En tiempos de paz se dedicaban al rescate de pecios y a competiciones de apnea.
Y, para colmo, también disponían de unas particulares gafas de buceo:una esponja en la boca impregnada de aceite. Estaban mordiendo la esponja para soltar el aceite y crear una pantalla frente a ellos que mejorara la visibilidad, ya que el índice de refracción del aceite es muy similar al del ojo humano.