Historia de Europa

El origen del papel higiénico

Muchos de nosotros, incluyéndome a mí, tenemos la costumbre -sana o no, que cada uno decida- de ir acompañados de algún tipo de lectura cuando nos retiramos al baño. Supongo, pero este ritual bien pudo haber nacido en los barrios marginales donde años atrás el papel higiénico brillaba por su ausencia y en su lugar colocaban hojas de periódico insertadas en un gancho. Mientras evacuaba sus intestinos, tomó el periódico y lo miró antes de usarlo para limpiarse. Pues créeme si te digo que en el siglo VI los chinos ya reciclaban papel con fines “sanitarios”. Según el erudito chino Yan Zhitui

Papel en el que hay citas o comentarios de los cinco clásicos o nombres de sabios, no me atrevo a utilizarlo con fines sanitarios.

El origen del papel higiénico

Pero los testimonios de papel en blanco para usos sanitarios ya existen en China desde el siglo II. Está claro que el día que China se abrió al mundo exterior, hubo que revisar la paternidad de cientos de invenciones. Es curioso que, siglos después, durante la dinastía Song, el emperador fijó el tamaño oficial -lógicamente para su uso personal- del papel higiénico en “hojas” de 50 cm de ancho por casi un metro de largo. ¿Y qué estaba pasando al otro lado de la Gran Muralla? Pues se aprovechaba cualquier cosa:piedras, hierbas, conchas... Hasta que llegaron los romanos y pusieron su granito de arena en este campo.

El origen del papel higiénico

El agua que llegaba a la ciudad de Roma a través de los acueductos se almacenaba en grandes depósitos desde donde se distribuía a panaderías, casas, baños... El agua sobrante de estos usos prioritarios acababa en la red de alcantarillado:la Cloaca Máxima. Su construcción se inició en el siglo VI a.C. por el rey Tarquino y fue ampliado varias veces en los siglos siguientes. Esta red, que lógicamente no cubría toda Roma y mucho menos las zonas de clases más bajas, recogía las aguas residuales de las casas y de las letrinas públicas (letrinae publicae ) para llevarlos al río Tíber. El problema fue cuando las aguas residuales volvieron a su origen debido a la crecida del Tíber. Decenas de letrinas públicas fueron distribuidas estratégicamente en la ciudad de Roma (en el siglo IV había 144 con más de 4.000 plazas) para cubrir las necesidades fisiológicas de los ciudadanos. Estas letrinas consistían en un frío banco de mármol con varios huecos en los que sentarse a evacuar y bajo ellos la corriente de agua que arrastraba la materia fecal. Como papel higiénico, en las letrinas públicas los romanos utilizaban un palo con una esponja de mar (spongia ) en un extremo. ). Después de usar la espongia había que enjuagarlo y limpiarlo para el siguiente, y cambiarlo de vez en cuando. Siéntate a hacer tus necesidades y comprueba que la espongia debería haber sido cambiada hace mucho tiempo...

En sus casas, los romanos ricos dejaban a un lado la spongia y lana usada empapada en agua de rosas.


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