Las tarifas del sistema postal anglosajón a principios del siglo XIX dependían de la distancia entre el origen y el destino de la carta así como del número de hojas de papel utilizadas. De hecho, la tarifa se duplicaba si se utilizaban dos hojas en una carta. Como suele ocurrir, surgieron diferentes métodos ingeniosos para sortear este aumento de coste, como escribir la carta en una sola hoja de papel con letras diminutas y aprovechar cada milímetro de espacio del papel.
Pero más curioso fue el sistema de la «letra cruzada «.
Primero se leyó la carta sin prestar atención a las líneas cruzadas. Luego se giró la página 90 grados y se continuaron leyendo las líneas cruzadas. Puede parecer imposible a primera vista, pero con un poco de práctica se volvió legible y, lo que es mejor, se pudo escribir en una sola página lo que de otro modo sería imposible. Hubiera necesitado varios, consiguiendo así una reducción notable en el coste del envío.
Imágenes:colección earsathome y Bradfer Lawrence, Archivos Nacionales Británicos.
La colaboración de William