Entrada extraída del libro Los Plantagenets
El nombre bélico de las Rosas hace referencia al conflicto dinástico que tuvo lugar en Inglaterra entre 1455 y 1485 y que enfrentó a las casas de York y Lancaster, ramas rivales de la dinastía Plantagenet. El nombre "Guerra de las Rosas" proviene de los símbolos de ambas casas contendientes, una rosa blanca para los York y una rosa roja para los Lancaster.
Uno de los personajes clave de este conflicto fue Richard Neville, conde de Warwick, que pasó a la historia con el sobrenombre de The Kingmaker o the Enthroner.
En 1453 el rey inglés Enrique VI, del casa de Lancaster, sufre una recaída de la enfermedad mental que heredó de su abuelo, el rey de Francia, Carlos VI el Loco (ver el artículo del blog dedicado a la madre de Enrique VI, Catalina de Valois). El rey se ve incapaz de gobernar y se produce una lucha por la regencia del reino entre la esposa del monarca Margarita de Anjou, apoyada por el duque de Somerset, y Ricardo de York, jefe de la casa del mismo nombre. Al duque de York se unen varios nobles descontentos con el tratado firmado por Enrique VI con Francia por el que se cedían las posesiones inglesas en el continente ganadas por el padre del rey, Enrique V, tras la batalla de Agincourt. El único enclave que quedó en manos de los ingleses en Francia fue Calais.
Los York consideraban que tenían mejores derechos al trono que sus parientes los Lancaster (explicar el origen del conflicto nos obligaría a retroceder sesenta años más en el tiempo, por lo que lo dejaremos para otra entrada) y vieron su oportunidad en el vacío de poder provocado por la incapacidad del rey. Con la citada asistencia y apoyo de un importante grupo de nobles, Ricardo de York ejerce la regencia hasta que en 1455 Enrique VI recupera su salud mental y con ella el poder, en el que reinstala al Duque de Somerset.
Ricardo de York se retira a sus propiedades, pero cuando es llamado a celebrar un consejo real en Leicester, sospecha que va a rendir cuentas por sus acciones entre 1453 y 1455 y toma las armas, comenzando así la Guerra de las Rosas. El principal apoyo de Richard en esta rebelión fue el hermano de su esposa, Richard Neville, duque de Salisbury y su hijo del mismo nombre que ostenta el título de Conde de Warwick, nuestro protagonista. Sus castillos y sus tropas constituyen un elemento decisivo a la hora de decidir el equilibrio de la guerra, mientras él decide a quién apoyar según sus intereses.
Así, Richard Neville se convierte en el elemento fundamental en la lucha por el poder entre los York y los Lancasters, hasta el punto de haber pasado a la historia con el sobrenombre de The Kingmaker. En las primeras batallas de la guerra (St. Albans en 1455, Blore Heath y Ludford en 1459), apoya a su tío Ricardo de York en su apuesta por el poder. Warwick salió victorioso en la batalla de Northampton en 1460, tras la cual Enrique VI nombró heredero al trono a Ricardo de York.
Sin embargo, parte del partido de Lancaster se rebela contra el acuerdo que el rey se ve obligado a firmar y en la batalla de Wakefield derrotan y matan a Ricardo de York. Warwick, siempre en segundo plano, traslada su apoyo al hijo y heredero de Ricardo, Eduardo de York. Rehizo las maltrechas y dispersas fuerzas de York (exiliadas en Francia y Holanda) hasta que su candidato alcanzó de nuevo el trono con el nombre de Eduardo IV tras las batallas de Mortimer's Cross y Towton en 1461. Towton está considerada como la batalla más sangrienta jamás vivida. Lucharon en suelo inglés por número de bajas.
Con Eduardo IV en el trono, Enrique VI encarcelado en Londres y su esposa y el resto de su partido exiliados en Francia, parecía que las Guerras de las Dos Rosas habían terminado. con la victoria de los York. Y así hubiera sido si no fuera por nuestro protagonista The Kingmaker. Sus crecientes diferencias con su primo el rey sobre la política exterior y dinástica estallan cuando Eduardo se casa en secreto con Isabel Woodville. Este matrimonio hace añicos las negociaciones de Warwick para un matrimonio estratégicamente esencial para Inglaterra. Además, la nueva reina cuenta con una familia numerosa a la que poco a poco va colocando en puestos decisivos en el gobierno, desplazando así la influencia del conde de Warwick.
La reacción de nuestro protagonista es inmediata y, dándole la espalda a Eduardo IV, se alía con el díscolo hermano del rey, Jorge, duque de Clarence. Derrotan al monarca en otra batalla (Edgecote, 1469) e incluso lo hacen prisionero. Pero Eduardo logra escapar, recupera el poder y obliga a Warwick a exiliarse en Francia. Nuestro protagonista no se rinde; repite su movimiento para rescatar del exilio a la casa de poder desplazada y lucha contra el monarca junto con los Lancaster. En 1470, Warwick derrota y exilia a Eduardo y devuelve a Enrique VI al trono.
Como no podía ser de otra manera, la historia tampoco acaba aquí. Eduardo IV regresa del exilio holandés y tras varias batallas (en una de las cuales, Barnet 1471, muere nuestro protagonista) logra una victoria decisiva sobre los Lancaster en Tewkesbury en 1471, donde es ejecutado el heredero de Enrique VI, quien luego muere en difíciles circunstancias. poco claro en la Torre de Londres.
Después de Tewkesbury, y muerto The Kingmaker Warwick, Eduardo IV logró asentarse definitivamente en el trono hasta su muerte en 1483. Lo que ocurrió en los años siguientes entre su hijo, su hermano Ricardo y un personaje vagamente relacionado con los Lancaster supera cualquier guión de ficción... pero esa es otra historia.
En mi habitual recomendación literaria, sobre las Guerras de las Rosas ya he hablado en otras ocasiones de la serie de novelas escritas por Sharon Kay Penman; es más. La famosa novela de Philippa Gregory, La Reina Blanca, cuenta la historia de Elizabeth Woodville. Y por supuesto, los personajes tangenciales de esta entrada Enrique V (padre de Enrique VI) y Ricardo III (hermano de Eduardo IV) fueron inmortalizados en obras de William Shakespeare.
Finalmente, para aquellos que estén más interesados en conocer en detalle este y otros episodios de la historia de Inglaterra a través de obras de no ficción, vuelvo a recomendar La Historia de la Inglaterra de Peter Ackroyd. , The Story of Britain de Roy Strong y la serie documental de la BBC de Simon Schama A History of Britain.