Por un lado, el Imperio Británico proporcionó un mercado vasto y en expansión para los productos británicos, lo que a su vez estimuló el crecimiento de la industria británica. El imperio también proporcionó una fuente de materias primas para las fábricas británicas y un vertedero de bienes excedentes. Además, el imperio proporcionó un campo de formación para ingenieros y directivos británicos, que desempeñarían un papel clave en el desarrollo de la industria británica.
Por otro lado, la Revolución Industrial proporcionó la tecnología y el capital que hicieron posible la expansión del Imperio Británico. El desarrollo de la energía a vapor y del barco de vapor hizo posible que Gran Bretaña transportara sus mercancías y tropas por todo el mundo de manera más rápida y eficiente que nunca. El desarrollo de nuevas armas, como la pistola Maxim, también dio a Gran Bretaña una ventaja militar significativa sobre sus rivales.
En resumen, el Imperio Británico y la Revolución Industrial fueron dos caras de la misma moneda. El imperio proporcionó el mercado, las materias primas y la fuerza laboral para la industria británica, mientras que la industria proporcionó la tecnología y el capital para la expansión del imperio.