El Tratado de Versalles: Los duros tratados impuestos a Alemania después de la Primera Guerra Mundial, en particular el Tratado de Versalles, dejaron al país sintiéndose humillado y resentido. Se vieron obligados a ceder territorio, pagar reparaciones y se les culpó de la guerra, lo que provocó una ira generalizada entre la población alemana.
El ascenso del nacionalismo: Después de la Primera Guerra Mundial se produjo un aumento del nacionalismo en Europa, y los países se centraron más en sus propios intereses y estaban menos dispuestos a hacer concesiones. Esto contribuyó a un clima de tensión y rivalidad entre naciones.
La Gran Depresión: La crisis económica que comenzó en Estados Unidos en 1929 tuvo un impacto devastador en Europa, provocando desempleo y pobreza generalizados. Esto creó inestabilidad política y dio lugar a movimientos extremistas, como el nazismo en Alemania, que capitalizó los miedos y frustraciones de la gente.
El fracaso del apaciguamiento: En un intento por evitar la guerra, las potencias occidentales (Gran Bretaña, Francia e Italia) siguieron una política de apaciguamiento, que implicaba ceder a las demandas de Alemania con la esperanza de prevenir el conflicto. Esta política finalmente fracasó, ya que sólo envalentonó a Hitler y lo hizo más agresivo.
El Acuerdo de Munich: En septiembre de 1938, se firmó el Acuerdo de Munich entre Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia, que permitió a Alemania anexarse la región de los Sudetes de Checoslovaquia. Este acuerdo debilitó aún más la posición de las potencias occidentales y mostró a Hitler que podía lograr sus objetivos mediante la agresión sin consecuencias significativas.
La invasión de Polonia: El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia, lo que marcó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Esta invasión finalmente empujó a Gran Bretaña y Francia a declarar la guerra a Alemania.**