Aumento de la demanda: El fin de la guerra provocó un aumento en la demanda de bienes y servicios a medida que las economías pasaron de la producción en tiempos de guerra a la producción en tiempos de paz. Este repentino aumento de la demanda, combinado con una oferta limitada, hizo subir los precios.
Escasez de mano de obra: Muchos países experimentaron escasez de mano de obra durante y después de la guerra, ya que un gran número de hombres fueron movilizados para el servicio militar. Esta escasez de mano de obra provocó salarios más altos y mayores costos de producción, que se trasladaron a los consumidores en forma de precios más altos.
Aumento del gasto público: Los gobiernos contrajeron enormes deudas durante la guerra y, para financiarlas, recurrieron al gasto deficitario y a los préstamos de los bancos centrales. Esta política monetaria expansiva resultó en un aumento de la oferta monetaria, lo que provocó inflación y mayores precios al consumidor.
Cadenas de suministro interrumpidas: La guerra había perturbado gravemente las cadenas de suministro mundiales, dificultando que las empresas obtuvieran materias primas y componentes necesarios para la producción. Estas interrupciones en la cadena de suministro provocaron escasez de bienes, lo que contribuyó aún más al aumento de precios.
Devaluación de las Monedas: Muchos países devaluaron sus monedas después de la guerra, lo que abarató sus exportaciones y encareció las importaciones. Esta devaluación resultó en precios más altos para los bienes y servicios importados, lo que generó inflación general.
Interrupciones relacionadas con la guerra: La guerra había causado destrucción y trastornos generalizados en muchos países, trastornando la producción y la infraestructura. Esta perturbación exacerbó aún más la escasez de oferta y contribuyó al aumento de los precios.