1. Multas y Confiscación de Bienes: Los manifestantes podrían ser sometidos a fuertes multas o incluso a la confiscación de sus propiedades como castigo. Esta era una forma común de desalentar cualquier mayor disidencia y debilitar el poder financiero de los manifestantes.
2. Encarcelamiento: Los manifestantes que se consideraran una amenaza grave al orden establecido podrían ser encarcelados. Las prisiones medievales eran a menudo duras e insalubres, lo que hacía que el encarcelamiento fuera un castigo importante.
3. Castigo Corporal: Los castigos físicos, como azotes, azotes o marcas, también se utilizaron como disuasivo contra las protestas. Estos castigos eran a menudo públicos y servían de advertencia a otros que pudieran considerar protestar.
4. Destierro o Exilio: En algunos casos, los manifestantes podrían ser desterrados o exiliados de su comunidad o región. Este castigo efectivamente alejó a los manifestantes de la sociedad y les impidió difundir sus ideas o incitar a más disidencia.
5. Ejecución: En casos extremos, los manifestantes que fueran considerados traidores o rebeldes podrían enfrentarse a la ejecución. Este era el castigo más severo y a menudo estaba reservado para los líderes de movimientos de protesta o aquellos que representaban una amenaza importante para la autoridad gobernante.
Es importante señalar que la severidad del castigo también dependía del clima político y social imperante. Durante los períodos de mayor represión o inestabilidad, los castigos tendían a ser más severos, mientras que durante los períodos de relativa estabilidad, los castigos podían ser menos severos.