En enero de 1704 Felipe V ratificó la orden de que los Tercios se reorganizan en regimientos (ver "De Tercios a Regimientos" en Desperta Ferro Especiales XIX:Los Tercios (VI) 1660-1704 ), es decir, que el sistema militar hispano se convirtió en un calco del francés y que, durante la transformación, el cursus honorum fue olvidado. que aquellas habían funcionado desde el reinado de Carlos V. Mucho se ha debatido y se debate sobre los motivos que llevaron al primer monarca borbón a tomar esta decisión:reducir los costes que suponía cada unidad, disponer de un número de oficiales más acorde con las necesidades del momento, obteniendo una estructura que casara con las teorías militares imperantes en los primeros años del siglo XVIII, etc.
Estas, entre otras, podrían denominarse causas objetivas, pero también hay que tener en cuenta los sentimientos de una persona a la hora de tomar una resolución, ya que es entrar de lleno en el campo de la subjetividad. , y más si hablamos de un personaje tan complejo como Felipe V. Los Tercios habían sido el enemigo a batir por la dinastía borbónica desde finales del siglo XVI –cuando Enrique IV se enfrentó al ejército de Flandes al mando de Alejandro Farnesio– hasta el último compás del siglo siguiente –el reinado guerrero de Luis XIV–. Durante todo este tiempo, habían demostrado ser la columna vertebral de la preeminencia militar de los Austrias en Madrid y, aunque las tropas francesas consiguieron derrotarlos en alguna ocasión, habían mantenido su reputación militar haciendo gala continuamente de adaptabilidad y resistencia -no creo-. No quiero utilizar el término resilience, originario del inglés y tan de moda últimamente–, por lo que es fácil suponer que el nuevo rey estaría encantado de acabar con estas unidades de un –nunca mejor dicho– plumazo. /P>
La España borbónica y la desaparición de los Tercios
Y si Felipe V no mostró ningún cariño por ellos, menos aún los cortesanos y soldados a su servicio, buscando un lugar en el nuevo orden que nacía. Por tanto, si se unen razones objetivas y subjetivas, es fácil comprender que en un abrir y cerrar de ojos los servicios prestados por los Tercios a la Casa de Austria -criticados incesantemente por la nueva dinastía y sus partidarios para legitimar con más vehemencia su implantación en el trono de la Monarquía– cayó en el castigo más terrible de la historia:el olvido.
Durante el siglo XVIII no fueron un tema de interés para la historiografía española , que más de una vez los ignoraron, incluso a la hora de realizar compendios bibliográficos a pesar de la ingente cantidad de libros sobre el arte de la guerra publicados por autores españoles o de otros territorios de la Monarquía Hispánica entre los siglos XVI y XVII, y que habían militado bajo las banderas. de los Habsburgo. Un ejemplo de lo dicho fue la obra publicada por Vicente García de la Huerta, Biblioteca Militar Española (Madrid, 1760). En el discurso anterior sobre la utilidad del arte de la guerra sólo cita hechos históricos de la antigüedad, especialmente protagonizados por César, pero en ningún momento recuerda los actos realizados por los Tercios ocurridos uno o dos siglos antes. /P>
Desde el punto de vista militar, sus enseñanzas quedaron olvidadas en un nuevo ejército que, como ya he señalado, surgió a imitación del modelo francés. Si durante las décadas de 1720 y 1730 estuvieron en boca de algunos militares –los que habían servido como mariscales de campo o los coroneles que lo hicieron en aquella época– fue simplemente para garantizar que se reconociera la antigüedad de los nuevos regimientos tras heredarla. . de los Tercios de los que se habían creado los primeros; una cuestión de honor, primacía, privilegios y, por supuesto, bienes. Como resultado, el regimiento que logró demostrar que era heredero del cursus honorum de un tercero y que había servido por más tiempo, pudo alcanzar cierta preeminencia sobre los demás.
Un ejemplo de las herramientas que se utilizaron para corroborar las afirmaciones realizadas fue el impreso Antigüedad y origen del Tercero de Lombardía (s.l., s.a. [c. 1720]), escrito por Íñigo de la Cruz Manrique de Lara Arellano y Mendoza, Conde de Aguilar de Inestrillas, en el que, a partir de diferentes historias y escritos, el autor logró demostrar que el Tercio que había estado bajo su mando antaño fue uno de los más antiguos, por lo que el Regimiento de Lombardía debió tener cierto protagonismo sobre el resto. No es de extrañar que esta lucha –fiel reflejo de la sociedad española del Antiguo Régimen– tuviera finalmente que ser cortada de raíz por la propia Corona. Así, Juan Antonio Samaniego publicó la Disertación sobre la antigüedad de los regimientos de infantería, caballería y dragones de España (Madrid, 1738) donde quedó más o menos resuelta la cuestión de la antigüedad heredada por cada unidad al servicio de los Borbones.
Sin embargo, no fue hasta más de un siglo más tarde, cuando el conde de Clonard , por entonces teniente general, retomó el estudio de los Tercios en su monumental Historia orgánica del armamento de infantería y caballería española desde la creación del ejército permanente hasta la actualidad (Madrid, 1851-1859), publicado en dieciséis volúmenes. La concepción historiográfica de la obra fue similar a la utilizada por Samaniego, ya que en numerosos casos se remontaba a la época de servicio de los regimientos a la de los Tercios de los que, se suponía, eran herederos. Fue este autor quien puso de moda el uso de apodos como "el Freno", "el Terror", "el Sangriento"... a pesar de que ninguna de las unidades austriacas había sido llamada así. En realidad, el nombre normalmente provenía del lugar donde había servido –Nápoles, Flandes, Saboya…–, del nombre de su maestre de campo –Diego Mexía, Conde de Tyrone, Guillermo Verdugo…–, o, en el tramo final de XVII, según el lugar donde habían sido llevados o el color de sus uniformes –Toledo o los Azules Viejos, Jaén o los Platas, León o los Amarillos Nuevos…–.
En cuanto al estudio de los conflictos en los que estuvieron inmersos, el siglo XIX supuso un resurgimiento de su fama gracias a la Historia Positivista. De los ciento trece volúmenes de la Colección de documentos inéditos para la Historia de España, (Madrid, 1842-1895) muchos recogieron documentación relacionada con ellos, al tiempo que autores como Francisco Barado –Museo Militar. Historia del Ejército Español (Barcelona, 1889)–, Antonio Cánovas del Castillo –Estudios sobre el reinado de Felipe IV (Madrid, 1888)–, Antonio Rodríguez Villa –Ambrosio Spínola, primer marqués de los Balbases. Ensayo biográfico (Madrid, 1905)–, Julián Suárez Inclán –Guerra de anexión en Portugal durante el reinado de Felipe II (Madrid, 1897-1898)– o reediciones de textos del siglo XVI o XVII como los de Martín García Cerezeda –Tratado sobre las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V en Italia, Francia, Austria, Berbería y Grecia, de 1521 a 1545 (Madrid, 1873-1876)–, Diego de Villalobos y Benavides –Comentarios sobre cosas acontecidas en los Países Bajos de Flandes desde 1594 a 1598 (Madrid, 1876)– o las trece memorias anuales escritas por Jean Vincart entre 1636 y 1650 –publicadas en varias colecciones–, hicieron que los Tercios regresaran del limbo en el que se habían visto sumidos.
Sin embargo, lo que pudo haber sido el germen de una Una serie de estudios sobre esas unidades quedaron en nada desde el punto de vista historiográfico. El final del siglo XIX marcó el canto del cisne del imperio colonial español, la tan comentada decadencia quedó clara y su supuesto origen –la dinastía austriaca, sus ejércitos y sus guerras– quedó de lado. Otras dificultades acosan a España. Curiosamente, una nueva guerra colonial por el control del Protectorado marroquí llevó a la creación en 1920 del Tercio de Extranjeros –o Legión Española– por el teniente coronel de infantería Millán-Astray, quien se inspiró en ellos para darle espíritu de cuerpo a la nueva unidad. Su emblema está formado por tres de las armas utilizadas por los soldados de infantería del siglo XVI –la alabarda, la ballesta y el arcabuz–, mientras que las inscripciones de algunas banderas representan algunos motivos de la misma época –la del siglo II el escudo de armas del Emperador Carlos V, el del IV el Cristo de Lepanto, el del V el escudo del Gran Capitán, el del VI el del Duque de Alba–; Además, la banda de la legión utiliza tambores copiados de los que usaban aquellos. Actualmente está formado por Tercios cuyos nombres corresponden a los grandes soldados de ese siglo –Gran Capitán, Duque de Alba, Juan de Austria y Alejandro Farnesio–. De esta manera el Ejército Español, a través de un Cuerpo muy especial, recuperó parte de su pasado.
Del olvido a hoy
Desde el punto de vista académico, durante gran parte del siglo XX no se dedicaron estudios al tema en España. Sin embargo, con la publicación de las obras de Geoffrey Parker –El ejército de Flandes y el camino español, 1567-1659 (Madrid, 1976)– y René Quatrefages –Los Tercios españoles, 1567-1577 (Madrid, 1979)– y, aunque no trataba directamente de Tercios y el título elegido por la editorial española deformaba el original inglés, añadiría el de I. AUTOMÓVIL CLUB BRITÁNICO. Thompson –Guerra y decadencia:gobierno y administración en la España de Austria, 1560-1620 (Barcelona, 1981)–, el panorama giró 180 grados. Resulta irónico que dos ingleses y un francés fueran quienes revitalizaran su estudio, gracias a ellos la universidad española volvió a interesarse por el mundo militar del Siglo de Oro.
Aun así, es frustrante ver que hay quienes creen que no hay nada más que decir sobre los Tercios. Parker, Quatrefages y Thompson sólo exploraron una ínfima parte de un mundo inmenso que sigue siendo desconocido en los archivos españoles, italianos y belgas, pero también en los austriacos, franceses, británicos, holandeses, etc. Hay que reconocer que levantaron unos pilares fuertes pero no También erraron en algunas de sus afirmaciones o puntos de vista. Por ejemplo, Parker no se dio cuenta de que los grandes disturbios ocurridos entre las décadas de 1570 y 1609 no volverían a ocurrir, ya que el sistema financiero del ejército de Flandes mejoró significativamente durante la primera mitad del siglo XVII. Además, las dos primeras obras se centraron en el campo de batalla del norte, aunque los Tercios sirvieron en toda Europa -especialmente Italia, Francia y España- y los Océanos.
La publicación de 1999 de De Pavía a Rocroi (reeditado en 2017 por Desperta Ferro Ediciones), de Julio Albi de la Cuesta , supuso un punto de inflexión, y hoy, gracias al esfuerzo de un grupo no muy numeroso de historiadores militares –entre los que tengo el honor de incluirme–, los estudios sobre estas unidades se van multiplicando poco a poco. Pese a ello, todavía queda un largo camino por recorrer para conocer todos sus aspectos, aunque, felizmente, cada vez menos. Y fundamental en el recorrido ha sido la publicación de los seis especiales dedicados a los Tercios por Desperta Ferro Ediciones –el primero, dedicado al siglo XVI, apareció en 2014, estuvo dirigido por quien escribe estas líneas–, que han servido para que el público en general puede estar al tanto de las últimas investigaciones, ya que por mucho que se avance, si no se transmiten a la sociedad, de nada sirven.