Es difícil precisar el momento en el que los humanos decidieron despedirse de sus antepasados. Según el profesor Juan Luis Arsuaga, el Homo Heidelbergesis que habitó las praderas de Burgos hace 400.000 años ya tenía esta capacidad de mostrar sus sentimientos ante la pérdida de un ser conocido, de tal forma que dicha especie humana podría haber tenido ya la Es necesario realizar un ritual para acompañar al difunto en el tránsito final.
Si con el Homo Heidelbergis entramos de lleno en el mundo de las interpretaciones, en las dos últimas especies humanas que han convivido en la prehistoria, es decir, neandertales y sapiens, este ritual de despedida es un hecho probado. Destacar que los rituales de despedida han sido muy variados, aunque podemos señalar dos principales; inhumación y cremación de cadáveres. Junto a ellos llama la atención uno; que los buitres cuiden del difunto para su elevación al cielo. Este hecho, que a primera vista puede parecer una vuelta a los orígenes, encierra profundas creencias entre las diferentes culturas que lo practicaban, e incluso lo practican hoy en día.
Las primeras representaciones.
Para encontrar los primeros signos de esta práctica debemos acudir a Göbekli Tepe , considerado el primer santuario de la historia, y construido por cazadores-recolectores unos siglos antes de que aparecieran los primeros signos de sedentarización. En este lugar y durante una de las últimas campañas de excavación se encontró la llamada “piedra del buitre”, en la que se encontró esculpida una escena que revela este tipo de rituales al menos desde el X milenio a.C. C. Podemos observar cómo un buitre con una cabeza humana bajo su ala sobrevuela un cadáver, al que le falta esa parte del cuerpo humano.
Piedra Buitre Göbekli Tepe
No es el único lugar donde se han encontrado representaciones de este tipo. A unos 700 km del punto anterior se encontró uno de los asentamientos neolíticos más antiguos e importantes de la península de Anatolia. Hablamos de Çatalhöyuk, datado entre el 6.500-5.000 a.C. C. Su gran estado de conservación ha permitido encontrar en sus paredes diferentes pinturas murales, entre ellas varias escenas similares a la anterior, donde varios buitres revolotean sobre cuerpos humanos decapitados. Estamos ante la constatación de una práctica común en un amplio espacio geográfico y temporal, durante la prehistoria de Oriente Medio.
Representación de la escena de Çatalhöyuk
Zoroastrismo y buitres.
Estamos ante la religión que desde hace miles de años ha contemplado esta práctica dentro de sus rituales. El zoroastrismo es considerado una de las primeras religiones monoteístas de la historia, practicada por los pueblos iraníes y grandes civilizaciones como la persa a partir del II milenio a.C. C., contempla a un único dios creador, Ahura Mazda. Entre las formas de despedir a sus muertos, hasta prácticamente el siglo XX, se contempla la entrega a los buitres.
Máxima extensión del Imperio Persa, su religión oficial el Zoroastrismo.
Además, gracias a este largo espacio de tiempo conocemos grandes detalles del antiguo ritual. Antes de morir, los sacerdotes llegaban a casa para dar la orden de limpiar al moribundo y la propia habitación donde iba a morir, todo ello rodeado de las primeras oraciones. Tras su muerte, tuvo que ser desinfectado y lavado nuevamente, para posteriormente vestirse de ropa blanca, y poder pasar el resto de la noche acompañándolo y recitando las distintas partes del Avesta con el difunto.
El camino hasta la Torre del Silencio, que se encontraba en las afueras del pueblo, debía realizarse durante el día, ya que el cadáver debía ser expuesto al sol purificador. . Además, debía transportarse sobre una superficie metálica, ya que la madera, al ser materia viva, podía transmitir infecciones, y siempre por un número par de portadores, es decir, dos, cuatro o seis, según el peso del fallecido. Por supuesto todos los porteadores debían ir vestidos con ropas blancas que cubrían todo el cuerpo excepto los ojos. Antes de llegar a la Torre, los amigos y familiares menos cercanos tuvieron que despedirse del cortejo fúnebre, en el momento de desvestir el cuerpo sólo estaban el cabeza de familia, los familiares más cercanos y los sacerdotes. Tras las últimas oraciones, el cuerpo desnudo era abandonado para ser alimentado por los buitres que elevarían el alma del difunto al cielo. Después del trabajo de los buitres, a veces muy rápido, sólo quedaba el esqueleto que había que triturar y convertir en polvo, para luego verterlo en un pozo adosado a la Torre del Silencio.
Torre del Silencio en las proximidades de la actual ciudad de Yazd (Irán)
La práctica en los pueblos prerromanos de la Península Ibérica.
Esta práctica también está ampliamente documentada entre los pueblos prerromanos de la Península Ibérica, concretamente entre los de origen celta, un hecho inequívoco que refuerza las hipótesis sobre el origen oriental de estos pueblos.
Recreación de la supuesta escena de despedida de un guerrero celtíbero.
La prueba de la existencia del ritual de dar a los buitres aparece en las fuentes clásicas. En primer lugar atenderemos a Silio Itálico, autor romano del siglo I d.C. C. que describe la Segunda Guerra Púnica en diecisiete volúmenes. Precisamente en el libro III describe esta práctica entre los pueblos celtíberos, adscribiéndola a la despedida de los guerreros más destacados de la comunidad. Luego hay que sumar la visión de Claudio Eliano, griego afincado en Roma y contemporáneo de Septimio Severo, que describe la misma escena, añadiendo el carácter sagrado que estos animales tenían para los Vacceos.
Arqueológicamente las muestras son numerosas. En primer lugar, un inciso para indicar que Blas de Taracena se basó en esta práctica para explicar la falta de necrópolis en las proximidades de Numancia. El descubrimiento en 1993 de dicha necrópolis minimizó notablemente la percepción de que el lanzamiento a los buitres era la principal práctica para despedir a los numantinos, pero los restos cerámicos con buitres volando sobre cadáveres, dan razón a las fuentes que apuntan a un ritual de despedida de los más valientes. guerreros de la comunidad.
Además de en Numancia, se han encontrado restos en otros lugares de la Península, como, por ejemplo, en uno de los mayores grupos escultóricos prerromanos, concretamente el de Porcuna. En Jaén, de todas las piezas rescatadas figura un buitre sobre un cadáver, lamentablemente esta pieza es una de las peor conservadas de la gran muestra. También en las estelas de Lara de los Infantes (Burgos), o en la gigantesca de Zurita (Cantabria) hay muestras de buitres sobrevolando cadáveres humanos. En concreto, en los primeros se ha intentado adscribirlos a un conjunto de estelas donde aparecen restos de un ritual de despedida que incluía banquetes funerarios, aunque resulta difícil asegurar la práctica conjunta de ambos elementos.
Detalle de la Estela de Zurita (Cantabria)
Viaje al interior tibetano.
A día de hoy esta práctica continúa, a pesar de la prohibición, en algunas aldeas indias, que son verdaderos bastiones del zoroastrismo. Pero donde está más documentado es en el interior de la prefectura tibetana de Lhasa, concretamente alrededor de los monasterios budistas de Drigung. Allí con el nombre de entierros celestes , los monjes continúan realizando el rito diario de desnudar a los muertos alrededor de cientos de buitres, que rematan los cadáveres en cuestión de minutos.
Monasterio tibetano de Drigung
Los budistas tibetanos, en clara armonía con la naturaleza, siguen pensando que la mejor manera de elevar a sus difuntos al cielo es transportando estas aves carroñeras. Hoy, a pesar de la prohibición de tomar y, sobre todo, mostrar imágenes de esta práctica, navegan por las redes sociales desde fotografías hasta videos donde se observa esta macabra práctica. Este último adjetivo es evidentemente una valoración personal, desde mis ojos filtrados por la cultura y la religión occidentales. Por ambos aspectos me permito no compartir estas escenas en Walking Through History.
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