Es evidente que la figura de Jerjes presentada a el dibujante estadounidense Frank Miller y el cineasta Zack Snyder está lejos de la realidad. Especialmente la imagen de él, ya que el cuarto rey de la dinastía aqueménida Más bien parece haber venido de algún reino africano que ser descendiente de los iraníes. Pero lo que no podemos negarle es su gran dosis de creatividad, para transmitir aspectos de la historia, que favorecen el acercamiento de esta disciplina al gran público.
Ese aspecto debemos aprovecharlo quienes intentamos divulgar la historia, presentar episodios importantes de la misma. Como en el caso que hoy nos ocupa que nos sirve para desplazarnos hasta la región histórica de Persia, concretamente al año 559 a.C., para conocer el nacimiento de la dinastía aqueménida. , sin duda uno de los que mayor esplendor darán a la región a lo largo de su historia. En los poco más de dos siglos que reinó logró expandir los territorios persas, desde la frontera natural del río Indo hasta el Imperio egipcio. Sin olvidar los territorios de Asia Menor donde se encontrarán con su gran enemigo histórico, los griegos, con quienes protagonizarán las famosas guerras médicas, de las que nos habla el susodicho, en su famoso "300".
Hay muchos aspectos que podríamos destacar sobre los persas aqueménidas. Entre otras, sus espectaculares ciudades como Persépolis, destruido por el gran Alejandro Magno, el Camino Real Persa que unía la capital Susa con Sardes a pocos kilómetros del mar Egeo, o finalmente el famoso ejército de los "diez mil inmortales ”.
Los diez mil inmortales en Persépolis, símbolo de la dinastía aqueménida
Pero nosotros nos vamos a centrar en sus reyes, los verdaderos protagonistas de este pueblo persa. Sin duda se convirtieron en una de las monarquías más absolutistas que ha dado la historia, su poder emanó directamente del Dios persa Ahura Mazda. Por tanto, la figura real no compartía ninguna responsabilidad con sus súbditos, el rey, aparte de ostentar el más alto escalón del poder político, se convertía en el juez supremo, las leyes divinas eran encarnadas en la tierra por el rey de turno. Sin olvidar que fue el líder militar y el modelo de valentía a imitar por todos sus soldados.
Sus historias sobre él nos las contaron los grandes historiadores griegos, con Heródoto a la cabeza. A través de ellos conocemos aspectos que pueden acercarnos a la omnipresente figura real de los reyes aqueménidas; nadie podía acercarse a ellos si no requería su presencia, este aspecto incluía a sus propias esposas o hijos. Todos los hombres y mujeres del reino eran sus esclavos, incluida la más alta nobleza, o los gobernadores de las grandes ciudades bajo el gobierno de la dinastía aqueménida, algunas tan importantes como la propia Babilonia. Sin mencionar que todos estaban obligados al acto de "proskynesis", para lo cual debían arrodillarse o inclinarse en presencia del monarca.
La dinastía aqueménida tuvo 12 reyes, algunos de los cuales casi nunca se sentaban en el trono. Otros, en cambio, fueron auténticos protagonistas de la historia antigua, hoy vamos a conocer estos últimos.
Ciro II , (559-528 aC)
Conocido como el “Grande” y evidentemente el primer rey de la dinastía aqueménida. Es necesario destacar que antes de la llegada del rey Ciro, la historia de los territorios iraníes está marcada por la disputa entre persas y medos. Ciro era hijo de Cambiases que se casó con la hija del rey Medo Astiages, por lo que el recién nacido llevaba la sangre real de los dos pueblos en cuestión. La llegada al poder de Ciro II navega entre las brumas de las leyendas, según Heródoto, fue abandonado por su abuelo Astiages en la montaña, motivo por el cual años más tarde Ciro se vengará conquistando las tierras de las Medas a su propio abuelo. el. Así nació el Imperio Aqueménida, que unió los destinos de los persas y los medos.
Después de unir ambos territorios llegó el momento de expandir el recién nacido Imperio, a estas alturas se nos ocurre la manida frase de; "Qué mejor defensa que un buen ataque". Ante los intentos del rey Creso de Lidia de llegar a la capital aqueménida, Ciro II ordenó a Sardes sitiar la capital de los lidios, que cayó en el 546 a.C. A ésta le siguió la ciudad más importante del creciente fértil, Babilonia en el 539 a. C., y multitud de territorios del este de Persia, menos urbanizados y por tanto más difíciles de precisar su proceso de conquista. Ciro II encontró la muerte en algún lugar del norte del Imperio, repeliendo los ataques del pueblo nómada de los masagetas.
Tumba de Ciro II en Pasagarda
Cambiaste II , (528-523)
Hijo de los anteriores y regente en la ciudad de Babilonia. Después de ordenar que se encontrara el cuerpo de su padre y lo enterraran en la capital persa de Pasagarda, emprendió la conquista del otrora gran Imperio egipcio. Primero se hizo fuerte en los territorios costeros, desde donde los fenicios habían dominado el mar Mediterráneo. Allí construyeron la primera flota persa, para poder atacar los territorios egipcios por tierra y mar. El proceso de conquista duró unos cuatro años, hasta que tras tomar la ciudad de Menfins en el 525 a.C. fue proclamado faraón, iniciándose así la XXVII Dinastía.
Después de llegar incluso a los territorios de la actual Etiopía, o de fijar su mirada en Cartago, al oeste, se vio obligado a regresar a Persia. Las noticias que llegaban de allí hablaban de Gautama, un sacerdote de Medo, que se había convertido en rey suplantando la figura del hermano de Cambiases. En este regreso, ya sea por accidente o por suicidio, el rey persa encontró la muerte.
Darío I (521-485 aC)
El gran rey de la dinastía aqueménida junto con Ciro II, a pesar de que su llegada al poder genera amplias discusiones entre los historiadores, debido a la figura de su antecesor. Si para algunos Gautama era un impostor, para otros era Bardiya, en este caso hermano de Cambiases II, y por tanto el verdadero heredero del Imperio. La primera de las opciones nos la dice la inscripción de Behistún, mandada construir por el propio Darío I, y de la que podéis conocer un poco mejor en el siguiente artículo:escritura-cuneiforme
Los defensores de la segunda opción se basan en los acontecimientos posteriores a la llegada al poder de Darío I, debiendo reprimir las revueltas provocadas en varias de las regiones del Imperio en desacuerdo con dicha llegada.
Pero también será recordado como el rey que convirtió todas aquellas tierras conquistadas por sus predecesores en un verdadero Imperio. Tras sofocar las revueltas, se dedicó a recorrer las vastas fronteras del Imperio, para asegurarlas y de paso organizar su verdadera estructura política. Lo dividió en 20 satrapías, a cuyo mando puso un gobernador o sátrapa con todos los poderes, pero por supuesto sujeto al rey de reyes. También fundó la nueva capital en los territorios del antiguo pueblo persa, Persépolis, y el anteriormente denominado Camino Real Persa, según Heródoto el gran motor del Imperio.
Darío I
Su nombrado viaje por las fronteras lo llevó al norte de Grecia, donde sin apenas oposición conquistó los territorios de Macedonia, ahora sí, el enfrentamiento sería inevitable. Como es bien sabido, Grecia no era un Imperio, ni siquiera actuaba en conjunto, las ciudades-estado se disputaban los territorios en continuas guerras, pero la llegada de los ejércitos persas logró acercar a ciudadanos que compartían una misma cultura. Volviendo a Darío I, hacia el año 490 a.C., preparó el asalto definitivo a Grecia, desde las mismas colonias griegas en Asia Menor que estaban sometidas al Imperio aqueménida. Entonces,
sobre una flota de 600 barcos, los persas estaban conquistando las islas del Egeo en su aproximación al continente, por lo que el siguiente paso era conquistar Atenas, cuna de la democracia y hasta ahora de los ideales de Darío I. La derrota en Maratón les llevó a su retirada más humillante, el asalto a la ciudad griega necesitaba de un ejército mayor, algo que no vería Darío, que murió en el 485 a.C. debido a una larga enfermedad.
Jerjes I. (485-465 a.C.)
Para comenzar la historia, una nueva disputa sucesoria entre Jerjes, descendiente directo del mismísimo Ciro II el Grande, y medio hermano de nuestro protagonista Artobarzanes. Evidentemente resuelto a favor de más "mediáticos" de los reyes aqueménidas gracias a la extravagante figura que nos ha presentado Hollywood.
La conquista de Grecia que su predecesor había dejado pendiente, centró los esfuerzos de Jerjes I, esto provocó las revueltas internas de dos de las satrapías más importantes, Egipto y Babilonia, que Retrasó la llegada de las tropas persas a los territorios helénicos. En el verano del año 480 a.C. todo estaba listo, el ejército persa más grande de la historia, con su rey a la cabeza, cruzó el puente construido sobre el estrecho de los Dardanelos, hizo construir una base con los propios barcos de la flota persa. Por cierto, según Heródoto 2,5 millones de persas, restando las exageraciones del genio griego unos 250.000, aún así una cifra muy destacable para la época, pero que tenía un problema que le pasará factura, su heterogeneidad con miembros obligados a venir de todos los rincones del vasto Imperio.
Una imagen más fiel de Jerjes I
El primer enfrentamiento, la batalla narrada por Frank Miller y Zack Snyder, que sin contarlos, ya era una de las batallas más conocidas de la historia; Pocas derrotas han tenido tanto sabor a victoria como la que ocurrió en el Paso de las Termópilas. Ciertamente la victoria sonrió a los hombres de Jerjes I, a esto se unió la derrota en el mar de la experimentada flota griega. El resultado fue la llegada de los persas aqueménidas a la ciudad de Atenas, completamente abandonada como única forma de defensa contra los griegos. Sometida la gran ciudad griega, el siguiente paso fue conquistar el resto de ciudades del continente. Donde comenzarán los problemas de los persas, dos derrotas consecutivas en Platea y Micala, sin olvidar la humillación que los renacidos barcos griegos sometieron a la flota persa en Salamina. A esto se sumó una nueva revuelta en Babilonia, en aquel momento el corazón económico del Imperio aqueménida.
La decisión de Jerjes I cambió el curso de la historia entre griegos y persas. En definitiva, volvió sobre sus pasos, para controlar Babilonia, mientras los griegos firmaban el acuerdo que los llevaría a convertirse en dueños del Mediterráneo oriental, la Liga de Delos. Por otro lado, un Jerjes I, durante los siguientes quince años de mandato se sumió en mil luchas internas, en medio de una de ellas fue encontrado asesinado en su propio palacio.
A partir de ese momento, los reyes de la dinastía aqueménida junto con su Imperio iniciarán una continua debacle. Babilonia, la capital comercial, sumida en la más completa de las ruinas, sumado a la paralización del comercio desde el Imperio hacia el Mediterráneo en manos griegas, acabó por vaciar las arcas imperiales. Las revueltas internas se produjeron en todas las satrapías, y al no poder continuar la lucha contra los griegos, firmaron la paz en el año 449 a.C.
Por otro lado, sería injusto decir que aquí terminó la dinastía aqueménida, hasta ocho reyes más fueron protagonistas, algunos intentaron resucitar el Imperio destruyendo a los griegos. Pero en lugar de utilizar un gran ejército, fue influyendo en la disputa iniciada entre Atenas y Esparta, en las llamadas guerras del Peloponeso. Lo cierto es que nunca tuvieron el protagonismo de los cuatro primeros, el último de ellos Darío III, muerto en plena huida tras sus derrotas contra Alejandro Magno.
Más información:
Historia del Mundo Antiguo, Ana Mª Vázquez Hoys, Ed. Sanz y Torres, 2003
Breve historia de los persas, Jorge Pisa Sánchez, Ed. Nowtilus, 2011
Imágenes:
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