El siglo XIII apenas había comenzado, cuando el año 1212 marcó un punto de inflexión en la historia de lo que hoy conocemos como Andalucía. Por primera vez, después de más de cinco siglos, un contingente de los reinos cristianos del norte peninsular derrotó decisivamente a los andaluces en el sur de Sierra Morena. La victoria de las Navas de Tolosa supuso un punto de no retorno para los reinos cristianos en la conquista de los territorios islámicos, convirtiéndose en una gran oportunidad para reyes y nobles de aumentar sus posesiones. Una visión muy distinta a la que sentían los andaluces, que veían en grave peligro su sociedad construida a lo largo de más de cinco siglos de historia.
Independientemente de si lo llamamos conquista o reconquista, fue un conflicto que duró casi ocho siglos y se convirtió en un "tira y afloja", a manos de la estabilidad política de los reinos en los que se dividió la Península Ibérica durante la Edad Media. Los derrotados en 1212 fueron los almohades, la última gran potencia política islámica que llegó de África seis décadas antes. Desde esa derrota, toda su estructura política, social y económica andaluza se derrumbó y el territorio económicamente más poderoso de la Península, Al-Andalus, se convirtió en un inmenso lugar de crueldad y oportunidades.
La Península antes de Las Navas de Tolosa
Los primeros en aprovecharlo fueron los propios andaluces. Los gobernantes de las ciudades dieron un paso al frente, levantándose contra los restos del poder almohade y proclamándose reyes. Dos parecían los más fuertes, Ibn Hud rey de Murcia, que extendió sus dominios hasta Sevilla expulsando definitivamente a los almohades en 1231, y Muhammad I que fundó el espléndido reino nazarí de Granada desde la localidad de Arjona en Jaén. Sólo los más inteligentes podían sobrevivir, ya que sin los grandes ejércitos africanos de los almohades, la supremacía militar estaba en manos de los reinos cristianos del norte.
Muhammad I en su ciudad natal Arjona
El enfrentamiento entre andaluces tuvo como espectadores de primera línea a los reinos cristianos. Estos no comandaron durante un largo periodo grandes ejércitos como el que había ido al desfiladero de Despeñaperros en 1212. Aun así, supieron aprovechar las disputas internas para conquistar distintos lugares. Castilla se hizo con el control de algunas ciudades de tamaño medio, como Martos, Andújar o Baeza entre los años 1225-1229, controlando así el acceso desde el norte al principal eje de la economía andaluza, el valle del Guadalquivir. Mientras sus vecinos leoneses conquistaban Extremadura, él entró en Badajoz a principios del año 1230.
Fernando III rey de Castilla y León (1230-1252)
El personaje más importante de la conquista de los territorios andaluces nació coincidiendo con el propio siglo XIII. En 1217, tras la muerte accidental del joven rey de Castilla, Enrique I, su hermana mayor Berenguela se vio obligada a recoger la corona castellana y colocarla en la cabeza de su hijo Fernando, que sólo tenía 17 años. Trece años después muere Alfonso IX de León, padre de Fernando. Castilla y León vuelve a estar unida bajo un mismo rey, Fernando III.
Fernando III en Sevilla
Era hora de volver a poner en servicio los grandes ejércitos para conquistar Al-Andalus. Dos años después de Navas de Tolosa había muerto el rey principal de aquella victoria, Alfonso VIII, dejando a Castilla inmersa en interminables batallas internas entre la alta nobleza y sin posibilidad de reunir un contingente de tropas significativo. Ahora, Fernando III había sido el punto de encuentro de muchos de ellos. Además, no tuvo miedo de dejar desprotegida la corona durante sus campañas en el sur, la reina madre Berenguela de Castilla permaneció al mando de Castilla y León, siendo nieta de Leonor de Aquitania era una garantía.
Las conquistas comenzaron a llegar por el alto Guadalquivir. Cazorla en 1231 o Úbeda en 1233. Un año después el rey de Castilla empezó a recibir a los marginados del Reino de Murcia, que siguieron financiando la conquista. La caída de Córdoba, la histórica capital andaluza, se produjo por sorpresa y prácticamente sin batalla en 1236, debido a graves disputas internas.
La idiosincrasia política del mundo islámico dejó el control en manos de las aristocracias de las ciudades, quienes eran quienes decidían cómo la ciudad pasaría a ser gobernada por cristianos. Así, algunos capitularon y Castilla directamente colocó a sus propios gobernadores, mientras que otros decidieron luchar y afrontar duros asedios y batallas que diezmaron sus poblaciones. El trato a los andaluces fue igual al comportamiento de sus señores, los primeros fueron respetados y pronto los conoceremos como mudéjares, los segundos fueron masacrados, esclavizados y deportados.
En 1243 entra en liza el heredero al trono, Alfonso. Con poco más de 20 años lidera las tropas castellanas que inician la conquista del reino de Murcia.
En 1246, tras conquistar Jaén, Fernando III obtuvo un importante triunfo en los despachos al obtener el vasallaje del reino de Granada, como comentábamos antes, sólo los más inteligentes entre los Los andaluces sobrevivirían, y en esos momentos lo mejor era ponerse del lado del más fuerte. A partir de ese momento comenzó la consolidación del lujoso reino de Granada, que sigue asombrando a quienes visitamos la Alhambra.
En 1247 se inició la gran empresa cristiana de conquistar Sevilla, por aquel entonces principal ciudad económica de Al-Andalus que, desde sus puertos hasta el río Guadalquivir, comerciaba con todo el norte. de África. Con el apoyo financiero del resto de reinos cristianos europeos, con la ayuda de todas las órdenes religiosas militares, de sus vecinos aragoneses y de los nuevos socios andaluces en Granada, se inicia el duro asedio a la capital del Guadalquivir, ciudad que acabará capitulando en noviembre de 1248 ante el rey de Castilla y León.
Fernando III, apodado el santo, murió de muerte cristiana en el Alcázar de Sevilla el 30 de mayo de 1252, desde entonces sus restos reposan en la Catedral de Sevilla, síntoma inequívoco de la rápida cristianización de la capital andaluza. Ahora que dejó el relevo a su sucesor, Alfonso X "el Sabio", llegó el momento de poner en orden los 100.000 km2 de territorios conquistados por Castilla.
La Península a la muerte de Fernando III
Resistencia andaluza en el siglo XIII.
Es difícil conocer los sentimientos que despertó en los andaluces la conquista castellana. Lo cierto es que el Reino Nazarí de Granada ha experimentado un importante cambio de rumbo. Desde los territorios perdidos se empezó a generar una lenta migración de los andaluces, muchos cruzaron el estrecho y otros se refugiaron en Granada. La llegada de estos afectados en ambos lugares en los nuevos acontecimientos que se estaban fraguando.
La revuelta mudéjar se produjo a partir de 1264. En aquel momento las tropas castellanas al servicio de Alfonso X ya se habían apoderado de la Taifa de Niebla, que reinaba en Huelva, y con prácticamente toda la provincia de Cádiz. Además del reino de Granada, lo único que quedaba en manos andaluzas eran algunas pequeñas taifas independientes, pegadas al mar Mediterráneo y otras que controlaban el Estrecho de Gibraltar, como Tarifa y Algeciras.
La revuelta fue instigada por Muhammad I de Granada y se produjo en dos zonas muy diferenciadas, Murcia, que volvería a manos musulmanas, y especialmente en localidades gaditanas como Jerez, que sufrir esos dos años un duro castigo. Allí fue donde fue más fuerte la revuelta, que contó también con el apoyo de Tarifa y Algeciras. El principal problema para los castellanos era su proximidad al estrecho, lugar de principal entrada de los musulmanes a la Península, el miedo a Castilla era sólo uno; una nueva invasión.
Sin un apoyo externo trascendental y con Granada más preocupada por proteger su territorio, los rebeldes andaluces fueron sometidos. Dos años más tarde la revuelta fue sofocada. Las consecuencias fueron muy duras en todos los territorios andaluces en posesión de Castilla. La benevolencia acabó, las mezquitas que habían sido respetadas se convirtieron en iglesias y el rey de Castilla ordenó una limpieza étnica, que desembocó en asesinatos, deportaciones masivas y repoblación castellana. Jerez, una de las grandes ciudades andaluzas y una de las cunas de la revuelta, se convirtió en un baldío de oportunidades para los castellanos.
Baños árabes del Alcázar de Jerez, son pocos los vestigios que quedan, pero excelentes.
Los temores de Castilla se consumaron en 1275. Un nuevo contingente musulmán cruzó el estrecho, los benimerines, intentando revivir las gestas de los omeyas, almorávides o almohades. En sus primeras incursiones, y con el apoyo de los nazaríes, llegaron incluso al alto Guadalquivir, saqueando ciudades como Úbeda. Pero era evidente que ni los benimerines eran los omeyas, ni los castellanos, aunque con graves problemas aquellos años, el ruinoso reino visigodo.
Controlando el Estrecho en el siglo XIII.
Probablemente era lo que buscaban los benimerinos. En aquella época, el comercio de los reinos musulmanes con los reinos europeos era intenso y en peligro debido a la situación en Oriente, con algunos reinos cruzados acorralados en Acre. El Estrecho de Gibraltar era un paso geográfico decisivo y el control de ambas orillas podía proporcionar grandes beneficios económicos.
Como nos hemos referido a Alfonso X, estaba pasando por problemas. Sus pretensiones imperiales en Alemania habían caído en oídos sordos. Mientras luchaba en Castilla contra la enésima revuelta nobiliaria encabezada esta vez por su propio hermano Felipe. En caso de que necesitara más problemas, llegó el más grande. En 1275, en su camino para sofocar la incursión Benemerí, muere el infante Fernando, heredero del trono de Castilla.
A partir de ese momento, las complejas leyes castellanas colocaron a dos pretendientes al trono:Sancho, segundo hijo de Alfonso X, y Alfonso, hijo de cinco años del heredero fallecido y por tanto nieto del rey. Rey que debate entre uno y otro mientras se generan los mechas de una nueva guerra civil. Padre contra hijo, Alfonso X, frente a Sancho IV, nombre con el que se conocerá al futuro rey de Castilla a la muerte de Alfonso X en 1284
Los últimos años del siglo XIII fueron testigos de la lucha entre benimerines y castellanos por el control del estrecho. Las batallas más duras tuvieron lugar en Tarifa, donde en 1294 se alzará un personaje del que quiero hablaros. Don Alonso Pérez Guzmán, que pasó a la historia, como Guzmán el bueno , un hombre sin origen que se convertirá en dueño y señor del extremo más meridional de la Península Ibérica.
Comienza Juan Luis Pulido.
Como hemos visto en este breve resumen del siglo XIII, Andalucía occidental se convirtió en un espacio geográfico muy interesante para los amantes de la historia. Un espacio geográfico que pasó de llamarse Al-Andalus a llamarse Andalucía, sobre todo desde Alfonso X. Un periodo de cruel convivencia de muy diferentes maneras de ver el mundo conocido. Dos religiones que se han confirmado como irreconciliables a lo largo de su historia, arrastrando a hombres y mujeres a luchar por una mezcla de ideales difíciles de entender en una sociedad cada día más laica. Como dice el título de nuestro artículo, una época de crueldad y oportunidades
Para explicar estos períodos, la historiografía suele recurrir a los personajes que se reflejan en las fuentes de la época; reyes, nobles o gobernadores principalmente. Del mismo modo que quedan en el olvido el resto de los millones de personajes anónimos que poblaron ese territorio. Afortunadamente, como suele decirse, donde no llega la historiografía, llega el tesón y el enorme trabajo de los grandes narradores históricos de este país, para dar nombre y apellidos a las personas que sufrieron en carne propia las crueldades de aquel siglo XIII.
Una época que inicia Juan Luis Pulido Bien lo sabe, un profesor sevillano de Derecho Mercantil de la Universidad de Cádiz, apasionado de la historia y especialmente de su tierra. Decidió poner su granito de arena para transmitir los hechos allí ocurridos a través de personajes poco conocidos. Lo ha hecho con dos grandes novelas.
Las piedras lloran por Al-Andalus.
Publicado por Editorial Almuzara a principios de 2019. Su título lo dice todo. Un recorrido por los años más duros del siglo XIII, desde poco después de la llegada de Fernando III al poder castellano, hasta el final del reinado de Alfonso X. Los compañeros de viaje son una familia jerezana, los Banu Quzman, que “curiosamente” Comparten profesión con su padre literario. Juan Luis Pulido nos sumerge en el conflicto desde el lado andaluz, para mostrarnos la gran crueldad que sufrieron al ver desmoronarse todo en lo que creían y habían puesto todas sus esperanzas.
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Guzmán el Bueno. El señor de la frontera.
Publicado también por Editorial Almuzara, en este caso en noviembre de 2020. En él, Juan Luis Pulido salta de lado para mostrarnos las enormes oportunidades que se han abierto para los cristianos. Una gran biografía novelada de la vida de un hombre sin pasado conocido, que se convirtió en dueño del sur de Cádiz. Permítanme destacar un personaje que me pareció excepcionalmente acertado por parte del autor, Zag ben Yuçaf Barchilón, escribano de Guzmán. Un judío que nos hace comprender de primera mano el sufrimiento de este grupo, en gran medida olvidado por la guerra religiosa entre musulmanes y cristianos.
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Fuentes:
Historia de España en la Edad Media, Cood. Vicente Ángel Álvarez Palenzuela, Ed. Ariel, 2011.
Atlas histórico de la España medieval, José María Monsalvo Antón.