Cuando el rey persa Darío marchó contra los escitas en el año 513 a.C. Persiguiéndolos durante varios meses hacia el Este, tuvo cuidado de dejar un contingente de sus tropas custodiando el puente que había construido sobre el Danubio, para asegurar la retirada en caso de necesidad. Al frente de este grupo, formado principalmente por griegos de las ciudades jónicas, estaba Histieo, el gobernante tirano de Mileto.
Cuando los escitas, anticipándose a Darío, llegaron al puente e instaron a los griegos a destruirlo cortando la retirada del rey, hubo una discusión. Algunos querían abandonar el puente y liberarse para siempre del yugo persa, pero Histieo los convenció de lo contrario.

El argumento de Histieo era que todos debían su posición a Darío y que perderían el poder que tenían en sus ciudades como tiranos si escuchaban a los escitas. Así, los persas pudieron regresar de la campaña en Escitia sin mayores contratiempos.
Darío consideró que Histieo le era tan fiel que le pidió que fuera su consejera y viviera con él en la capital persa, Susa, para poder disfrutar de su amistad. Histieo lo hizo ese mismo año 513 a.C., traspasando el cargo de tirano de la ciudad de Mileto al de su sobrino y yerno Aristágoras.
Durante unos diez años Histieo y Aristágoras disfrutaron de su posición y de su poder. Pero luego, en el año 502 a.C. la isla de Naxos se rebeló contra el dominio persa, expulsó a los ciudadanos que apoyaban a los aqueménidas y estableció una democracia. Los exiliados se dirigieron luego a Mileto, donde pidieron a Aristágoras que les proporcionara tropas y recursos para recuperar el control de la isla.

Aristágoras logró convencer al sátrapa persa de Lidia, Artafernes (que era hermano del rey Darío) para que enviara un gran ejército en su ayuda, indicándole que sería fácil tomar la isla y que a cambio se haría con el control de ella. que se convertiría en una excelente base para emprender la conquista de las Cícladas. La primavera siguiente, 200 barcos persas, junto con los naxianos exiliados, se dirigieron a Naxos.
Pero una disputa entre Aristágoras y el almirante persa Megabates llevó a este último a advertir a los naxianos del inminente ataque, por lo que tuvieron tiempo de prepararse para el asedio. Tras cuatro meses de asedio sin poder entregar la isla, los persas tuvieron que retirarse derrotados.
Mientras tanto, Histieo añoraba los tiempos en los que gobernaba la ciudad de Mileto, por lo que aprovechando el tropiezo de Aristágoras con los persas, comenzó a tramar su regreso a la ciudad. Unos dos años después de la derrota en Naxos, en 499 a. C., afeitó la cabeza de su esclavo más fiel, le tatuó un mensaje y, cuando le volvió a crecer el cabello, lo envió a Mileto con órdenes a Aristágoras sobre cómo leer el mensaje (obviamente, cortándose el pelo otra vez).
El mensaje instaba a Aristágoras a rebelarse contra los persas, con la esperanza de Histio tal vez de que la aplastarían más tarde y lo reinstaurarían como tirano. Pero Aristágoras buscó el apoyo de los ciudadanos del concilio, que obtuvo de manera abrumadora (con la notable excepción del geógrafo Hecateo, que se opuso) y estableció una especie de democracia en la ciudad de Mileto. Pronto otras ciudades jónicas siguieron su ejemplo y se unieron a la rebelión contra el dominio persa. Sin embargo, carecían de la capacidad militar para oponerse a Darío, por lo que Aristágoras decidió buscar ayuda en la polis griega al otro lado del mar.

Primero probó con Esparta, por razones obvias, ya que eran la fuerza militar más temida del mundo helénico. Aristágoras se reunió con el rey espartano Cleómenes I, a quien intentó convencer de que invadir los dominios persas y tomar su capital, Susa, sería relativamente fácil. Para ilustrar gráficamente su propuesta llevaba consigo, según Heródoto, una tablilla de bronce en la que estaba representado un mapa de toda la tierra, todo el mar y todos los ríos.
Se cree que este mapa que llevaba consigo Aristágoras era el del propio Hecateo, lo que a su vez suponía una mejora del primer mapa del mundo que Anaximandro, también natural de Mileto, había creado más de medio siglo antes. Consistía en una tablilla de bronce, una placa en relieve en la que todas las tierras conocidas (Europa, Asia y África, todavía llamada Libia) estaban representadas como un disco rodeado por el Océano. La descripción que hace Heródoto del mismo constituye la primera información detallada de la historia sobre un mapa griego.

Aristágoras mostró en la tablilla al rey espartano dónde estaban los pueblos y ciudades, las islas y los ríos, con quiénes limitaban las tierras de unos y otros, y quién era vecino de quién, mientras lo tentaba con las riquezas de los persas y qué fácil sería derrotarlos.

Pero al señalar dónde estaba situada Susa, la capital persa, Aristágoras cometió un gran error. Como Cleómenes no podía hacerse una idea de las distancias, ya que el mapa no incluía escalas de ningún tipo, preguntó a qué distancia estaba Susa. Aristágoras respondió que a tres meses de viaje desde la costa. Al volver a mirar el mapa, a Cleómenes le pareció que los persas estaban demasiado lejos para representar una amenaza, y tres meses de marcha del ejército hacia Asia le parecieron escandalosos.
Por ello, y porque temía que la vecina Argos aprovechara la ausencia espartana para atacarlos, se negó a ayudar a la revuelta de las ciudades jónicas. Aristágoras no se rindió e intentó sobornar al rey con dinero. Según Heródoto, ella era la pequeña hija de Cleómenes, Gorgo, quien tuvo que decirle a su padre que abandonara la reunión antes de que Aristágoras lo corrompiera.

Aristágoras se dirigió entonces a Atenas, donde logró convencer a la asamblea, que puso a su servicio 20 barcos, más otros 5 procedentes de la ciudad de Eretria. La expedición se dirigió a Mileto y desde allí el ejército se dirigió hacia el interior, donde sitió la ciudad de Sardes, capital de Lidia, en la que Artafernes resistió.
Al final, la revuelta (que se considera el origen de las posteriores guerras persas) fracasó, con la captura de Mileto por los persas en el 494 a.C. Aristágoras huyó a Tracia, donde vivió durante un tiempo en la colonia milesia de Mircino, y luego intentó crear una nueva. Los tracios no se lo permitieron y murió en la batalla.
En cuanto a Histieo, logró convencer a Darío de que podía resolver el conflicto y que debía ser enviado a Mileto. Pero en Sardes, Artafernes no se dejó engañar y ordenó encarcelarlo. Histieo escapó a las islas del Egeo, donde vivió un tiempo hasta que finalmente Artafernes lo encontró, poniendo fin a sus días.