
Por Rainer Sousa
Durante la Baja Edad Media, la civilización vikinga inició una serie de invasiones que marcarían el inestable marco político militar europeo. Al pertenecer a una civilización con una fuerte tradición militarista, los vikingos creían que los conflictos ocupaban un espacio importante en sus creencias y prácticas sociales. De esta forma, entre los siglos VIII y XI se produjeron una gran cantidad de batallas que se apoderaron de gran parte del Viejo Mundo.
Los vikingos provienen de las tierras heladas que se encuentran en las regiones de Noruega, Dinamarca y Suecia. En estas regiones -a pesar de la falta de recursos abundantes- practicaban la agricultura, la pesca y el comercio de diversos productos como trigo, pescado, metales, madera y algunos esclavos. Históricamente, consiguieron formar una cultura autónoma, dado que los romanos no promovieron la ocupación de dominios escandinavos.
Aun compartiendo diferentes hábitos y costumbres, los vikingos no experimentaron ningún tipo de gobierno centralizado capaz de organizar las invasiones de Europa. Habitualmente, pequeños grupos independientes organizaban los saqueos que empezaban a llegar al mundo europeo desde las Islas Británicas. Utilizaron el drakkar, un tipo de embarcación ligera con la que los vikingos llegaban a Europa por mar y lluvia. No es casualidad que iniciaran la ocupación de Europa continental entrando por el río Sena.
Aunque las invasiones llegaron a estos dos primeros lugares, la ocupación vikinga se produjo simultáneamente en varias partes de Europa. Uno de los objetivos más visitados fue Irlanda, que por la proximidad y la ayuda de los vientos hizo que esta embestida militar se produjera sin mayores dificultades. Mientras los vikingos noruegos y daneses invadieron regiones de España y Francia, los suecos invadieron partes de Polonia, Letonia, Lituania y Rusia.
Contrariamente a la creencia popular, no podemos definir que la invasión llevada a cabo por los vikingos se produjo por una mera inclinación a la guerra. Según algunas investigaciones, el proceso de expansión territorial de esta civilización fue paulatino y, probablemente, estuvo motivado por el problema del aumento de los contingentes de población en tierras menos fértiles. Al contrario de varios mitos vinculados a esta civilización, los vikingos no eran xenófobos y comerciaban con diversos pueblos extranjeros.
Otra “tradición inventada” interesante vinculada a los pueblos vikingos está relacionada con la costumbre de llevar cascos con cuernos. Las investigaciones arqueológicas indican que una pequeña parte de los combatientes utilizaban este tipo de aparatos, más comúnmente utilizados para la realización de rituales religiosos. Esta asociación entre los vikingos y los cuernos se produjo con la popularización, durante el siglo XIX, de obras de teatro y óperas que incorporaban este vistoso adorno.
En este proceso de expansión, responsable también de la colonización de varias tierras nórdicas, los vikingos acabarían anticipándose cinco siglos al viaje de Cristóbal Colón. Alrededor del año 1000, según vestigios encontrados en la costa este de Canadá, un grupo de vikingos dominaba algunas tierras de esta región investigada. Sin embargo, las dificultades de asentamiento y el enfrentamiento con los pueblos originarios terminaron por poner fin a esta empresa.
Al mismo tiempo, alrededor del siglo XI, la expansión de los pueblos vikingos por Europa comenzó a mostrar sus primeros signos de desgaste. Además de sufrir varias derrotas militares, el avance del cristianismo por todo el continente acabó debilitando la formación de nuevas tropas dispuestas a luchar. A pesar de tantas transformaciones, las tradiciones y leyendas creadas por esta civilización siguen presentes en varios rasgos de la cultura europea contemporánea.
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