
La danza, como otras manifestaciones artísticas, es una forma de Expresión capaz de representar diferentes ideas. Con cada nuevo tipo de baile se perpetúan valores que hacen que un determinado estilo de baile sea sinónimo de determinados sentimientos. En Argentina el tango se ha convertido en sinónimo de pasión, melancolía y tristeza. Como dice una famosa expresión, “el tango es un pensamiento triste que se puede bailar”. Sin embargo, al contrario de lo que pensamos, el tango no “nació” triste y argentino.
Durante el siglo XIX, la joven nación argentina impulsó el ingreso de inmigrantes europeos al país para que podrían ampliar la mano de obra disponible y, según informes de la época, “refinar” la cultura a través del contacto con españoles, franceses, polacos e italianos. A partir de los contingentes traídos para ocupar nuevos empleos en Argentina, se formó una inmensa población masculina que dejó a sus familias para probar suerte en tierras extranjeras. En poco tiempo, el excedente de población masculina permitió abrir varios burdeles en el país.
Según investigaciones recientes, a finales del siglo XIX, sólo en la capital, Buenos Aires, había más de 200 casas de prostitución. La demanda de prostitutas era tan grande que los hombres hacían cola esperando un placer sexual fácil. Fue entonces cuando, la gran circulación de gente en los prostíbulos argentinos dio espacio para la puesta en escena de números musicales mientras los clientes esperaban su turno. En ese momento aparecieron grupos que intercambiaron sus diferentes experiencias musicales. La polca europea, la havaneira cubana, el candombe uruguayo y la milonga española marcaron el nacimiento del tango argentino.
En sus primeros años, el tango estaba formado por un trío musical que ejecutaba ritmos más rápidos y los pasos de baile tenían mucha sensualidad. Sólo más tarde los tangos empezaron a tener sus primeras letras. Haciendo honor a su lugar de origen, las primeras letras describían situaciones lascivas sobre burdeles y prostitutas. Por eso, durante un tiempo, el tango fue sinónimo de inmoralidad. La gente de "buen carácter" sentía una verdadera aversión a la práctica de este tipo de música de baile. Sin embargo, los inmigrantes que regresaron a Europa habían popularizado el estilo, especialmente en la ciudad de París.
Los diversos ataques contra el tango perdieron fuerza debido a la popularización y las transformaciones sufridas con la llegada del ritmo a Europa. También atacado por religiosos, el tango incluso fue bailado para el Papa Pío X, para que pudiera juzgar sus características. Aprobado por Su Santidad e influenciado por la escuela europea, el tango empezó a adquirir un ritmo más lento y pasos más cadenciados. A principios del siglo XX, las letras comienzan a incorporar temas ajenos al prostíbulo. Posteriormente pasó a ser considerada una expresión artística típica de “todos” los argentinos.
Dejando los prostíbulos por los salones de baile, el tango alcanzó su máxima popularización con el éxito rotundo del cantor Carlos Gardel. Conocido como uno de los cantantes de tango más famosos, Gardel mostró su música en el escenario e internacionalizó su arte con la grabación de la película “El Día Que Me Quieras”. Aún hoy, el tango es una de las expresiones artísticas más conocidas de Argentina y sus espectáculos atraen a turistas de todo el mundo.