Guerra de Mercenarios
Durante la Primera Guerra Púnica, los cartagineses utilizaron ejércitos compuestos principalmente por mercenarios (a diferencia de los romanos), cuyo pago liquidaron tras las guerras, que hasta entonces habían sido casi siempre victorias púnicas.
Sin embargo, la Primera Guerra Púnica fue una derrota aplastante para los cartagineses, y los romanos les habían impuesto un tratado según el cual Cartago estaba obligada a pagar la enorme indemnización de guerra de 3200 talentos. El pago de esta multa provocó una auténtica crisis económica en la ciudad, y los dirigentes no pudieron acomodar a los mercenarios (casi 20.000 hombres) que esperaban. Por lo tanto, decidieron, a falta de pago, ayudarse con el país y asolaron las costas del norte de África, a lo que pronto se unieron muchos otros bandidos, deseosos de hacer fortuna con el saqueo. Sus líderes eran Matho, Spendios y Autarite.
La guerra inexpiable
En Cartago reina el pánico. Amílcar Barca, uno de los más grandes generales de la Primera Guerra Púnica y futuro padre de Aníbal, es llamado a regresar para sofocar la revuelta. Dudando en luchar contra sus propias tropas, los abusos que cometieron contra los mercenarios cartagineses que permanecieron fieles lo convencieron. Por tanto, el gobierno contrató nuevos mercenarios, 10.000 hombres y 70 elefantes, y se los confió a Amílcar. Después de algunas victorias, Roma, temiendo que la segunda ciudad del Mediterráneo occidental cayera bajo los golpes de los insurgentes y desapareciera, poniendo así fin a un floreciente comercio entre las dos ciudades, aceptó entregar a ciertos prisioneros de guerra púnicos y se negó a ayudar a los rebeldes.
Luego, Gisco, un noble cartaginés, es enviado como parlamentario; fue capturado y torturado:le cortaron las manos y los pies y luego lo arrojaron vivo a un pozo, como a otros 7.000 cartagineses. Amílcar, en represalia, aplastó a los prisioneros que tenía con sus elefantes. De aquí proviene el apodo de “Guerra Inexpiable”.
Amílcar logró entonces bloquear a los insurgentes bajo el mando de Spendios en un desfile, conocido como "del Hacha" (mencionado por Gustave Flaubert en su novela Salammbô). Hambrientos, los mercenarios se ven reducidos a comer carne humana.
Resolución de conflictos
Amílcar pide entonces ver a ciertos generales de los ejércitos insurgentes para ofrecerles la Paix des Braves. Estos son inmediatamente crucificados, pero mientras tanto, los pequeños soldados, al no ver regresar a sus generales, creen en la traición y torturan a los generales restantes para vengarse.
Los libios, que habían apoyado a los rebeldes con la esperanza de liberarse de la tutela cartaginesa, fueron derrotados poco después, cerca de Leptiminus.