A finales de la primavera de 149, los dos cónsules deciden, no obstante, entrar en campaña. Comparten la tarea. Manilio atacará el triple cerco establecido en el istmo, mientras Censorino se dirige con otras tropas y la flota hacia la franja costera que separa el lago y el golfo de Túnez al sur de los puertos. Allí el muro es más bajo y más débil que en otros lugares. Pero un primer ataque y luego un segundo son repelidos. Además, Asdrúbal acampó en la retaguardia del ejército romano al que amenazaba, y los dos cónsules decidieron establecer dos campamentos atrincherados para proteger a sus tropas. Para construir estas máquinas se necesita madera, y Censorinus cruza el lago para encontrarla; Faimas, con la caballería púnica, cae entonces sobre los soldados leñadores, los dispersa y mata a un gran número de ellos. Sin embargo, poco a poco los romanos consiguieron conseguir madera y construyeron dos grandes torres que albergaban carneros. Censorino hizo rellenar y ensanchar la costa rellenando parte del lago. Coloca allí una de sus máquinas, puesta en movimiento, dice Apio, por 6.000 infantes; el otro lo hará en un bote de remos. Si Manilio aún fracasa en el istmo, Censorino logra, gracias a sus torres, abrir una brecha en la muralla; pero cuando llegó la noche, los cartagineses repararon los daños y, haciendo una audaz salida, prendieron fuego a las terribles máquinas.
Todavía queda una brecha en la muralla que no pudo cerrarse completamente y, al día siguiente, los romanos se precipitan hacia la ciudad a pesar de los consejos del tribuno Escipión Emiliano, que critica duramente la imprudencia del cónsul. Los acontecimientos le dan la razón; los cartagineses en armas esperaban a sus enemigos, a quienes hicieron retroceder con grandes pérdidas; El cuerpo comprometido es salvado por poco por los soldados de Escipión colocados para cubrir una eventual y apresurada retirada.
Los dos cónsules renuncian entonces a estos ataques infructuosos y se resignan a un bloqueo que será largo y difícil. Asdrúbal y Faimas controlan el campo y aún logran abastecer a la ciudad. El bloqueo por mar no es muy efectivo porque, cuando sopla el viento favorable, los barcos botados a toda velocidad logran entrar al puerto. Además, los cartagineses enviaron a la flota romana barcos de fuego hechos de barcas con las velas desplegadas y llenos de madera en llamas y estopa.
El daño fue considerable. En el campamento de Censorino, los miasmas y los olores fétidos que se elevan desde el lago desarrollan las epidemias. El cónsul se ve obligado a instalar su campamento más lejos de las murallas, junto al mar. Luego parte hacia Roma donde presidirá las elecciones.