Parece, según el historiador Polibio, que las dos murallas construidas frente a esta muralla estaban de acuerdo con las instrucciones del “Tratado de fortificaciones de Filón” escrito a finales del siglo III a.C. J.-C. porque con pétroboles (máquinas para arrojar piedras) y pórticos (callejones cubiertos de entramado a cuyo amparo caminaba el sitiador hacia el lugar) se llevan fácilmente muros simples. Es necesario cavar tres zanjas delante de la muralla; el primero a una pletra (30 m), el siguiente a 40 codos (18,50 m) y el último a la misma distancia. Estos fosos deben tener más de 30 m de ancho y, una vez retirada la tierra, se levantan entre ellos terraplenes coronados por una empalizada que se convierte en un auténtico muro de piedra para quien se encuentre más cerca de la muralla. Es concebible que los sitiadores de Cartago nunca hubieran podido forzar tales fortificaciones.
A lo largo del mar discurre un sencillo muro de cerramiento cuyos límites son difíciles de definir con exactitud. Iba a cubrir casi toda la península. La ciudad se considera protegida de este lado por la costa rocosa y muy escarpada que constituye una defensa natural. Además, acostumbrada a dominar los mares, cualquier ataque peligroso, piensa, vendrá desde tierra.
Cartago tiene dos puertos ubicados en la parte sureste. Apiano da descripciones relativamente precisas de ellos. Se trata de dos refugios artificiales situados en el interior del recinto. El más septentrional, de forma circular, es el puerto militar protegido de miradas indiscretas por una muralla alta y fortificada, que duplica la muralla circundante. Está dominado por el Palacio del Almirante, que vela por el secreto de los preparativos militares y las construcciones navales.
Contiguo, hacia el sur, se sitúa el puerto mercante probablemente rectangular, y mucho más accesible; en el paseo marítimo está surcado de pequeños canales, recurso frecuente para reducir la presión debido al embate de las olas. Todavía existen dos lagunas artificiales, al noreste de Kram Bay. Este puerto comercial domina el puerto militar y su entrada está protegida por un poderoso muelle fortificado.
Sin embargo, los cónsules no tenían prisa por iniciar las hostilidades. Están convencidos de que Cartago desarmada será presa fácil; prefieren dejar que los ánimos se calmen y piensan que la ciudad acabará por dimitir y obedecer. Además, el abastecimiento del ejército romano sólo puede realizarse mediante las ciudades marítimas reunidas, con Asdrúbal manteniendo el campo a la cabeza de fuerzas relativamente grandes; La actitud de Massinissa tampoco es muy alentadora. Evidentemente, había aceptado la ayuda de Roma con el único fin de apoderarse del territorio púnico, pero ahora teme que le roben el resultado obtenido en beneficio de su poderoso aliado. A una petición de tropas, responde con altivez:“Las enviaré cuando considere que las necesitáis. »