En Washington, el profesor Fisher es más reservado. Frente a varios banqueros, declara:“No hay inflación para los valores seguros, al menos para la mayoría de ellos. Sin embargo, en todas partes se anuncia apoyo al mercado para el día siguiente.
El jueves 24, el “jueves negro”, suena la sentencia de muerte para la prosperidad estadounidense. El pánico reina en Wall Street. ¡12.894.650 acciones cambian de manos durante el día!
No se sabe quién puso a la venta tal masa de acciones durante las primeras horas de apertura; No sabemos si se trata de una acumulación accidental de pequeñas órdenes o de la intervención de grandes especuladores. En cualquier caso, los precios están cayendo. A las 11 de la mañana, lo que había sido un mercado no es más que confusión y desorden. El pánico se está extendiendo por todo el país. En todas partes la gente se aglomera delante de los teletipos y en las sucursales de las casas de bolsa para seguir el hundimiento. Indican un colapso vertiginoso. La incertidumbre se apodera de las personas que sólo piensan en vender. Sí, pero de “sus” acciones, la mayoría sólo posee el 20 o el 30%, y los precios ya habían caído antes de que se emitiera la orden de venta. Las indicaciones de los tickers van por detrás de la realidad y el público se está deshaciendo de sus acciones a cualquier precio.
Afuera, en Broad Street, se escuchan rumores furiosos. La multitud se reunió frente a la Bolsa de Valores; la policía toma posición para proteger el lugar. Vemos a un trabajador que viene a realizar trabajos de mantenimiento en el tejado de uno de los edificios altos. La multitud, convencida de que es un hombre desesperado, espera que se lance al vacío... A las 12:30 horas, la galería pública, en Wall Street, está cerrada.