El 10 de agosto de 1903, hacia las siete de la tarde, un empleado del metro que llegaba a Barbès vio el comienzo de un incendio en su tren. Inmediatamente envía a los pasajeros hacia abajo. Las llamas se apagan - o más bien creemos que se apagan - y luego el tren sale vacío, empujado por otro tren evacuado por el público.
El convoy pasa por Belleville y Couronnes, llega a Ménilmontant. Allí nos damos cuenta de que el fuego no ha hecho más que crecer. A los viajeros que esperan su tren en el andén se les pide que evacuen la estación.
Pero el movimiento es lento. Empleados en la parte trasera del tren. temiendo no poder llegar a tiempo a la salida, prefirieron huir por detrás, siguiendo el túnel hacia la estación de Couronnes.
En Couronnes, la multitud era incluso mayor que en Ménilmontant, porque los viajeros que bajaron del tren averiado y el que lo empujaba acaban de llegar en un tercer tren. Por supuesto, este convoy debe detenerse.
Los empleados que salen del túnel advierten a sus compañeros de la gravedad del incidente. Luego se da orden al público de evacuar la estación lo antes posible. Pero los viajeros no parecen tener prisa por obedecer. Insatisfechos con esta avería, cuya causa desconocen, se quejan, discuten, exigen con vehemencia el reembolso de sus billetes. Escuchamos gritos:
¡Mis tres centavos! ¡Mi tres céntimos!
En este momento, un intenso humo procedente de Ménilmontant llega por el túnel e invade de repente la pequeña estación. Comienza el pánico. Todos quieren salir a la vez. Se produce un atasco. Finalmente, se corta la electricidad. Entonces se produce un pánico terrible. Se oyen gritos de terror.
Mientras tanto, en Ménilmontant, el incendio arde.
Se vierten toneladas de agua en la estación. Remolinos de humo salen por todos los orificios.
Los bomberos llegan, pero no pueden acceder al lugar del desastre. Deberían estar provistos de aparatos respiratorios. Finalmente bajan las escaleras de las dos estaciones. Se les presentó un espectáculo espantoso. Encuentran 77 cadáveres apretados unos contra otros en Couronnes y 7 en Ménilmontant.
Más adelante sabremos que los desafortunados viajeros fueron envenenados con monóxido de carbono. Se produjo una corriente de aire en el túnel. El gas mortal fue succionado de Ménilmontant a Couronnes.
Este desastre fue, con suerte, el peor que jamás haya experimentado el metro.
España a lo largo de sus siglos de historia había despertado el interés de potencias extranjeras en sus asuntos internos. Pero en la nueva guerra civil que estalló en 1936, por sus connotaciones políticas, pero también por la complicada situación política europea de la época, Gran Bretaña prefirió p