(Sarrebourg, 1866 - París, 1925.) General.
- Mangin (Charles)
El pelo negro y espeso, la barbilla fuerte, la mirada acerada, Mangin es el tipo de aventurero a quien las empresas coloniales de Ille République permitieron dar rienda suelta a su necesidad de acción.
La infantería de marina lo acogió en 1888 y le hizo realizar sus primeras armas en Sudán.
El joven oficial viajó a través de África y así se encontró, diez años más tarde, miembro de la misión del Capitán Marchand que unirá el Congo con el Nilo.
Coronel en 1912, Mangin luce sus galones durante la conquista de Marruecos. La guerra de Francia lo sitúa al frente de una división de infantería en la que las "marsopas" están dignamente representadas.
Estos soldados que llevan el ancla dorada son, efectivamente, unidades de choque. Así, en el clímax de la batalla de Verdún, la unidad del general (el 5.º D.I.) se enfrentó por primera vez en mayo en el sector de Douaumont.
Mangin retomó el fuerte el 24 de octubre con el regimiento de infantería colonial de Marruecos.
Aclamado por este rotundo éxito, el 15 de diciembre volvió a ocupar la Côte du Poivre, Louvemont y Hardaumont, y sus soldados capturaron a 11.000 prisioneros. Menos afortunado al frente del VI Ejército durante la desafortunada ofensiva de Nivelle en el Aisne en 1917, deshonrado por un momento a causa de este fracaso, Mangin recuperó el mando en 1918 al frente del Décimo Ejército. Su decidida acción detuvo la ofensiva alemana en el Oise en junio y luego en los alrededores de Château-Thierry, después del 18 de julio.
Habiendo recuperado todo su prestigio tras estos ataques que expulsaron a los alemanes de las orillas del Marne y luego de las del Aisne, el general recibió el mando de la zona de ocupación francesa en Renania.
Pero el estímulo dado a los movimientos separatistas del Rin provocó una fuerte reacción de estadounidenses y británicos, y su mutación a partir de 1920. La compensación llegó en forma de una inspección general de las tropas coloniales, arma de los inicios.
Sin embargo, nunca lo fue la obstinada reputación de Mangin como un líder que no escatimaba con la sangre de sus hombres.