Historia antigua

En compañía de sanguijuelas de búfalo

En compañía de sanguijuelas de búfalo
Es en una jungla similar donde viviremos en Indochina, que lucharemos, descansaremos, realizaremos nuestra acción y donde nos refugiaremos tras los sabotajes. Por tanto, debemos conocerlo, saber utilizarlo, saber beneficiarnos de él para nuestra alimentación y nuestra salud. "La jungla es neutral", dice Chapman. Sólo favorece a quienes lo aman y lo conocen.
Rápidamente descubrimos las ventajas que este entorno nos ofrece para nuestra actividad clandestina:un incendio no se ve a cincuenta metros de distancia, una detonación se amortigua allí a corta distancia; uno puede permanecer oculto, sin ser detectado, para tocar una columna enemiga. Aprendemos a vivir sin dejar rastro, a enjabonarnos sin que el agua detecte nuestro campamento río abajo.
Aprendemos a preparar pistas de retirada ocultas, a camuflar equipos, a instalar una estación de radio subterránea. Estamos llamados a vivir durante meses en el bosque húmedo, debemos vivir de la forma más cómoda e higiénica posible, por eso fabricamos mesas, camas, incluso sillones, despensa, todo en bambú.
Cada uno tiene su Pequeño botiquín propio con todo lo necesario para estos casos urgentes:acriflavina contra quemaduras, M.B. comprimidos contra las infecciones, repelente de mosquitos, morfina, opio y tiza, pastillas contra la diarrea, polvos contra los pies de Hong Kong, esos hongos microscópicos que se desarrollan en colonias entre los dedos, ungüentos contra las costras, atebrina y plasmoquina contra la malaria...
Sabemos cómo actuar contra las sanguijuelas, tan numerosas en el bosque húmedo, las sanguijuelas "búfalo" de pantanos y charcas fangosas, del tamaño de un dedo, o las diminutas sanguijuelas de bambú. Estos últimos, que se encuentran especialmente entre 300 y 600 metros sobre el nivel del mar, son apenas más gruesos que una cerilla.
Vienen de todas partes, del suelo, de los árboles, de las vides, flotan sobre las hojas o los restos de madera de los arrozales y atacan por decenas al desafortunado transeúnte.
Se infiltran por los ojales de los zapatos, por los ojales de la prenda, penetran en todos los orificios naturales, en las fosas nasales, en las orejas. Llenos de sangre, alcanzan el tamaño del dedo meñique. El viejo guardabosques birmano nos dice cómo protegerse contra ella:unge tu cuerpo con jabón o con jugo de hojas de teca; pero el monzón se lo lleva todo rápidamente, por eso preferimos el antiguo método tradicional del Sudeste Asiático, la barra untada de nicotina o el cigarrillo encendido que hace que el bicho se suelte... cuando lo ves.
Tenemos problemas con ciertas orugas que tejen una red tan espesa que uno queda atrapado en ella como una verdadera red acolchada y gomosa. Matamos arañas grandes con armas de fuego. Protegemos nuestros pies por la noche, porque algunas mariposas ponen sus huevos bajo la piel de los dedos y por la mañana te encuentras en medio de una nube de pequeñas y gordas mariposas, mientras tus pies tiemblan como bajo el pinchazo de decenas de cuchillos afilados. agujas. ..

Contra los mosquitos aplicamos las viejas reglas:ropa larga al atardecer, atebrine preventivo (que nos da una tez amarilla de hermoso efecto), mosquitera en la cabeza atada debajo del cuello. Contra las termitas y las hormigas, construimos defensas... y las usamos para cocinar comida deliciosa.
Consumimos muchas municiones para acostumbrarnos al combate. En el bosque, las escaramuzas a veces duran sólo unos momentos. En la curva de un camino podemos toparnos con una patrulla enemiga que no ha detectado ningún ruido. La victoria... o la vida es entonces para quien dispare más rápido y mejor. Siempre dos disparos, uno para obligar al oponente a bajar el rifle y el otro para matarlo. A lo largo de los caminos, en los árboles, a la altura de los arbustos, hay siluetas que de repente se levantan cuando seguimos la ruta.


Publicación anterior
Publicación siguiente