Desde el principio, el cristianismo se predicó en griego, lengua internacional, pero también lengua de la cultura de la época. La teología se basó en la traducción judía de la Biblia al griego, la Septuaginta, ya enriquecida con préstamos léxicos y conceptuales del helenismo. Sin embargo, el griego nunca fue la lengua sagrada de los cristianos, que utilizaron las lenguas habladas donde avanzaba la misión:latín, siríaco y copto.
La polémica anticristiana fue obra de intelectuales más que de políticos, constituyendo las escuelas neoplatónicas el último bastión de resistencia en el IV e . siglo. Esta es la prueba indirecta de que los autores cristianos procedieron a una relectura de Platón y de otros filósofos recurriendo a la exégesis, una técnica de interpretación de textos muy extendida desde el I i . siglo, y a la alegoría, un método de lectura que facilitó acercamientos interculturales.
El curso filosófico fue ecléctico:Justino, Padre de la Iglesia, víctima de un filósofo competidor, había tenido su período cínico; los cínicos Peregrinos, su fase cristiana. La llamada cultura “agonista”, transmitida por Homero y los Juegos Olímpicos, basó el helenismo en el ideal de confrontación a través de la emulación, que fue condenado por los predicadores basándose en sus raíces mitológicas. Las prohibiciones no surtieron efecto.
En el año 203, la cristiana Perpetua había asistido a suficientes juegos como para vivir su martirio como una lucha contra el Mal. La cristianización no rompió con la cultura griega, pero invirtió la escala de valores, sustituyendo la carrera por los honores por el ideal evangélico del servicio.