Historia antigua

unificación italiana

La unificación de Italia fue un proceso de unión entre los distintos reinos que componían la Península Italiana, tras la expulsión de los austriacos. Tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX y finalizó en 1871.

Con ello, los reinos comenzaron a formar un solo país, el Reino de Italia, bajo el reinado de Víctor Manuel II.

El proceso tardío resultó en el retraso del desarrollo industrial italiano y la carrera por ocupar territorios en África.

Antecedentes de la unificación italiana

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La Península Italiana estaba formada por distintos reinos, ducados, repúblicas y principados muy distintos entre sí. Al norte, parte del territorio estaba ocupado por los austriacos.

Cada uno tenía su propia moneda, sistema de pesos y medidas y dunas. Incluso el idioma era diferente en cada una de estas regiones.

Italia era predominantemente agraria y sólo el reino de Piamonte-Cerdeña empezó a tener industrias y, por tanto, una burguesía influyente.

Con el liberalismo traído por la Revolución Francesa, los movimientos nacionalistas italianos lucharon por la unificación política del país. Sin embargo, con las derrotas sufridas en la Revolución de 1848, el sueño de formar un solo país parecía enterrado.

A partir de 1850, sin embargo, la lucha se reaviva con el resurgimiento (Risorgimento ) de movimientos por la unidad nacional.

El coordinador del movimiento de unidad nacional fue Camilo Benso, el conde de Cavour (1810-1861), que estuvo al frente del Risorgimento.

Cavour fue el primer ministro del reino de Piamonte-Cerdeña, la única región que adoptó la monarquía constitucional como régimen de gobierno.

De este reino surgió el liderazgo político que unificaría los demás reinos de la Península Italiana, lideraría la expulsión de los austriacos y, posteriormente, combatiría a los franceses.

Guerras y unificación italiana

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En 1858, el reino de Piamonte-Cerdeña firma un acuerdo con Francia contra el Imperio austríaco. En este momento destaca el liderazgo de Cavour.

Un año después comienza la Primera Guerra de Independencia contra Austria. Con el apoyo militar de Francia, la guerra contra Austria terminó con las batallas de Magenta y Solferino.

Francia se retiró de la guerra después de que Prusia amenazara con imponer una intervención militar y el reino de Piamonte-Cerdeña se viera obligado a firmar el Tratado de Zurich en 1859.

En este se estipuló que Austria permanecería con Venecia, pero cedería Lombardía al Reino de Piamonte-Cerdeña. El tratado también disponía que los franceses conservarían los territorios de Niza y Saboya.

Una guerra paralela, librada por Giuseppe Garibaldi (1807-1882), marido de Anita Garibaldi, resultó en la conquista de los ducados de Toscana, Parma y Módena, así como de Romaña. Los territorios fueron incorporados al Reino de Piamonte-Cerdeña tras la celebración de un plebiscito en 1860. Así nació el Reino de la Alta Italia.

También en 1860, Nápoles fue conquistada tras el ataque de Garibaldi al Reino de las Dos Sicilias.

Al mismo tiempo se establecieron los Estados Pontificios y el movimiento resultó en la conexión entre el sur y el norte de Italia. En 1861 se creó el Reino de Italia.

Sin embargo, aún quedaba por anexar Venecia, todavía ocupada por los austriacos, y Roma, donde el emperador Napoleón III (1808-1873) guardaba tropas para la protección del Papa Pío IX. Si antes Francia era aliada de la unificación, ahora estaba en contra del movimiento por temer la aparición de una nueva potencia en sus fronteras.

Un movimiento paralelo, trazado por Prusia, intentó promover la unificación alemana, a la que Francia también se oponía y, para ello, contaba con el apoyo de Austria. Las disputas culminaron en 1866 con la firma del pacto ítalo-prusiano y, en 1877, comenzó la Guerra Austro-Prusiana.

Italia, aliada de Prusia, recibió Venecia, pero se vio obligada a ceder Tirol, Trentino e Istria al Imperio austríaco.

Recién en 1870, cuando estalló la guerra franco-prusiana, el ejército italiano pudo entrar en Roma debido a la derrota de los franceses en esa guerra.

Al final del proceso, la Italia unificada adoptó el régimen de monarquía parlamentaria.

El Vaticano e Italia

Cuando Roma fue anexada en 1870, el Papa Pío IX (1792-1878) se declaró prisionero en la Ciudad del Vaticano y rechazó el reconocimiento de la unificación.

En 1874, el pontífice prohibió a los católicos participar en las elecciones que votarían el nuevo parlamento. Este desacuerdo entre el gobierno italiano y el Vaticano se denominó la "Cuestión Romana".

El problema duró hasta 1920 y se resolvió con la firma del Tratado de Letrán durante el gobierno de Benito Mussolini.

Según el tratado, el gobierno indemnizaría a la Iglesia Católica por la pérdida de Roma, le otorgaría soberanía sobre la Plaza de San Pedro y reconocería al Estado del Vaticano como una nueva nación cuyo Jefe de Estado era el Papa.

Por su parte, el pontífice reconoció a Italia y su gobierno como Estado Independiente.

Consecuencias de la unificación italiana

La unificación de Italia dio lugar a un estado territorialmente unido bajo la monarquía constitucional. De esta forma, el país inició su expansión territorial hacia África.

Esta actitud desequilibró los intereses de las potencias ya constituidas como Alemania y Francia y desembocaría en la Primera Guerra Mundial.

Curiosidades

  • Las guerras de independencia en la Península Italiana hicieron que muchos habitantes emigraran a Estados Unidos, Argentina y Brasil.

  • La unificación italiana, comandada por el norte del país, no ha reducido las diferencias económicas entre el norte y el sur del país hasta hoy.

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