Interacción social limitada: Las monjas solían vivir en comunidades de clausura, lo que significaba que tenían una interacción social limitada con el mundo exterior. Esto podría provocar sentimientos de aislamiento y soledad, especialmente en quienes estaban acostumbrados a un estilo de vida más activo y social.
Dificultades físicas: Las monjas solían vivir en condiciones sencillas y austeras, con acceso limitado a alimentos, agua y atención médica. Esto podría provocar dificultades físicas e incomodidad, especialmente en tiempos de enfermedad o escasez.
Falta de autonomía: Se esperaba que las monjas obedecieran a sus superiores sin cuestionarlas y tenían poco control sobre sus propias vidas. Esto podría resultar frustrante y limitante para quienes deseaban más independencia y autodeterminación.
Pérdida de la libertad personal: Convertirse en monja significó renunciar a muchas libertades personales, incluida la libertad de elegir su propio cónyuge, carrera y estilo de vida. Esto podría resultar difícil para quienes estaban acostumbrados a tener más control sobre sus propias vidas.
Persecución y Discriminación: En ocasiones, las monjas fueron objeto de persecución y discriminación, especialmente en tiempos de conflicto religioso. Esto podría incluir violencia, abuso verbal y ostracismo social.
Posible abuso: Desafortunadamente, algunos monasterios eran conocidos por casos de abuso, tanto físico como emocional. Las monjas que se encontraron en situaciones de abuso podrían haber tenido opciones limitadas para buscar ayuda o protección.