El proceso de copiar un manuscrito requería mucho tiempo y gran habilidad y precisión. Los monjes preparaban primero el pergamino, que se hacía con piel de animal. Luego escribían el texto en el pergamino usando una pluma y tinta. La tinta se elaboraba a partir de una mezcla de negro de humo, agua y goma arábiga.
Una vez escrito el texto, los monjes iluminarían el manuscrito. Esto implicó agregar ilustraciones y bordes decorativos. Las ilustraciones eran a menudo muy elaboradas y podían tardar días o incluso semanas en completarse. Los monjes utilizaron una variedad de pinturas y pigmentos para crear sus ilustraciones.
Los manuscritos iluminados eran muy caros de producir y, a menudo, eran encargados por mecenas adinerados. Los manuscritos iluminados más famosos incluyen el Libro de Kells, los Evangelios de Lindisfarne y la Biblia de Winchester.
El trabajo de los monjes en el Scriptorium fue fundamental para la preservación y transmisión del conocimiento. Sus hermosos manuscritos ayudaron a inspirar y educar a la gente durante siglos.