El hormigón permitió a los arquitectos romanos crear nuevas formas arquitectónicas, como arcos, cúpulas y bóvedas, que no eran fáciles de lograr con la mampostería de piedra tradicional. Estos avances arquitectónicos no sólo permitieron a los romanos construir monumentos, templos, anfiteatros y acueductos impresionantes, sino que también hicieron que sus estructuras fueran más resistentes a los terremotos en comparación con los edificios construidos únicamente con piedra.
Al desarrollar y dominar el hormigón, los romanos transformaron el panorama de la arquitectura y la ingeniería, y sus innovaciones continúan influyendo en las prácticas de construcción incluso hoy.