Durante la Edad del Bronce, Mesopotamia fue testigo de varias crisis climáticas. A largo plazo, estas crisis fomentaron el desarrollo de formas estables de Estado y, por lo tanto, fomentaron la cooperación entre las elites políticas y las que no lo son. Ésta es la principal conclusión de un estudio publicado en la revista PNAS y escrito por dos académicos de la Universidad de Bolonia (Italia) y la Eberhard Karls Universität Tübingen (Alemania).
Este estudio investigó el impacto de las perturbaciones climáticas en Mesopotamia entre 3100 y 1750 a.C. Los dos académicos examinaron estas cuestiones a través de la lente de la economía y adoptaron un enfoque de teoría de juegos. Aplicaron este enfoque a la primera base de datos detallada sobre el clima y la evolución institucional de los 44 estados principales de Mesopotamia.
Las sequías severas y prolongadas empujaron a las élites terratenientes a otorgar derechos de propiedad y políticos a personas que no eran élites, que tenían las habilidades y herramientas para detener el daño causado por el cambio climático. Las elites lo hicieron para persuadir a los no elites de que una proporción suficiente de los cultivos se compartiría mediante la producción de bienes públicos explica Carmine Guerriero, profesora del Departamento de Economía de la Universidad de Bolonia y una de las autoras de este estudio. Por su parte, los no elitistas promovieron cambios institucionales, adoptando una cultura de cooperación para persuadir a las élites de su compromiso con la cooperación futura.
Tres sequías graves parecen confirmar estas intuiciones. En las últimas etapas de la Revolución Urbana (3800-3300 a. C.), intervinieron grupos religiosos que acabaron coordinando el esfuerzo para construir los primeros canales artificiales. Posteriormente, durante el Período Dinástico Temprano (3100-2550 a. C.), el ejército palatino promovió la cooperación entre los agricultores, otorgándoles protección y los recursos necesarios para el alistamiento militar. Durante la Edad Imperial (2350-1750 a. C.), las corporaciones mercantiles, que se habían vuelto cada vez más dominantes, ofrecían una alternativa valiosa e independiente del clima a las actividades agrícolas. Por el contrario, los períodos de clima más benigno alentaron la cooperación entre las élites y las no élites, mientras que las élites no se vieron obligadas a renunciar a su poder y las no élites no se vieron obligadas a adoptar una cultura de cooperación intensa.
Debido a sus sistemas económicos principalmente agrícolas, algunos países en desarrollo están experimentando un cambio climático similar al de los estados mesopotámicos, y también experimentarán consecuencias políticamente relevantes añade Guerrero. Por un lado, los shocks climáticos desfavorables pueden promover la cooperación entre partidos normalmente opuestos al otorgar más derechos a los no elitistas. Por otro lado, las condiciones climáticas favorables permiten la cooperación entre élites y no élites a través de órdenes sociales menos inclusivos y con cierto grado de acumulación cultural. Por lo tanto, dos objetivos principales a este respecto son difundir una fuerte cultura de cooperación y evitar la transferencia aleatoria de órdenes sociales más inclusivos en los países en desarrollo .
En definitiva, el análisis de los acontecimientos relacionados con las civilizaciones perdidas puede ofrecer ideas útiles para comprender y solucionar los problemas de la era actual. El pasado ofrece una perspectiva más alentadora con la que podemos medir la gravedad de las crisis actuales, incluida la pandemia sugiere Guerrero. Además, el pasado muestra la importancia de un enfoque interdisciplinario que involucre a las ciencias sociales y naturales para obtener una evaluación más precisa de los efectos a corto, mediano y largo plazo del cambio climático .