Inicialmente, la percepción pública de Susan B. Anthony estuvo marcada por el escepticismo y la oposición de varios segmentos de la sociedad. Muchas personas, incluidas mujeres, vieron sus ideas como subversivas y una amenaza a los roles de género tradicionales y las normas sociales. Enfrentó críticas, burlas e incluso hostilidad por parte de algunos sectores. Su participación en el movimiento por el sufragio femenino, que buscaba garantizar el derecho al voto de las mujeres, encontró importante resistencia y oposición.
Uno de los desafíos que enfrentó Anthony fue la reacción pública y los comentarios negativos. Los periódicos a menudo publicaban artículos críticos y despectivos, caricaturas y sátiras que la presentaban como una figura varonil y poco femenina. Algunos opositores la desestimaron como una defensora excéntrica y extremista, y muchos creían que las mujeres no deberían tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres.
A pesar de la opinión pública negativa inicial, la dedicación y perseverancia de Susan B. Anthony ayudaron a cambiar gradualmente las actitudes sociales hacia el sufragio femenino. Con el tiempo, sus esfuerzos cobraron impulso y muchas figuras influyentes, como Elizabeth Cady Stanton y Frederick Douglass, se unieron al movimiento. A medida que creció la conciencia y el sufragio ganó fuerza como una reforma social significativa, la percepción pública de Anthony comenzó a cambiar.
Con el progreso constante del movimiento por el sufragio femenino y la posterior ratificación de la 19.ª Enmienda en 1920, que otorgó a las mujeres el derecho al voto, el legado y las contribuciones de Anthony a la igualdad de género fueron más ampliamente reconocidos. Hoy en día, se la celebra como una pionera, un símbolo de valentía y determinación, y una pionera de los derechos de las mujeres en los Estados Unidos.