Aquellos aptos para el trabajo fueron asignados a tareas de trabajo, mientras que los demás fueron enviados a las cámaras de gas o asesinados de otra manera.
Los nuevos prisioneros fueron sometidos a un proceso deshumanizante y degradante. Fueron despojados de sus ropas y posesiones y, a menudo, sometidos a palizas y otras formas de violencia. También fueron tatuados con un número de identificación en sus brazos.
Después del proceso de selección, los prisioneros fueron asignados a cuarteles, que normalmente estaban superpoblados e insalubres. Se les dio comida y agua mínimas y, a menudo, se les obligó a trabajar largas horas en condiciones peligrosas y agotadoras.
La combinación de duras condiciones, desnutrición y exceso de trabajo provocó altas tasas de mortalidad entre los prisioneros de los campos de concentración. Muchos murieron de hambre, enfermedades o agotamiento, mientras que otros fueron asesinados por los guardias o en cámaras de gas.
El proceso de selección y el tratamiento posterior de los prisioneros formaban parte del plan sistemático de los nazis para exterminar a determinadas poblaciones, incluidos judíos, romaníes, homosexuales y otros considerados indeseables. Los campos de concentración fueron fundamentales para la implementación de este plan y fueron responsables de la muerte de millones de personas.