En el relato bíblico, la historia del apóstol Pablo termina con su encarcelamiento en Roma. Según el Libro de los Hechos, Pablo fue arrestado en Jerusalén y posteriormente enviado a Roma bajo arresto domiciliario. Durante su estancia en Roma, Pablo continuó difundiendo el cristianismo, escribiendo varias de sus epístolas a diversas comunidades cristianas. Finalmente fue martirizado, tradicionalmente se cree que fue decapitado, alrededor del año 67 d.C. durante el reinado del emperador Nerón.
La muerte de Pablo marcó el final de su ministerio terrenal, pero sus enseñanzas e influencia tuvieron un profundo impacto en la iglesia cristiana primitiva y continúan dando forma a la teología y la práctica cristianas hasta el día de hoy. Sus cartas, conocidas colectivamente como las epístolas paulinas, forman una parte importante del Nuevo Testamento y son ampliamente estudiadas y referenciadas por cristianos de todo el mundo.