Ya hemos tratado en este blog el tema de la desaparición del imperio español de ultramar (Ver:https://miradahistorica.net/2016/12/01/los-ultimos-de-filipinas/ ), por lo que ahora nuestro interés se centra sobre las consecuencias de aquellos acontecimientos en la sociedad española. La pérdida colonial conmocionó al país, fue descrita como un desastre nacional y esta visión pesimista ha seguido siendo válida hasta hace poco. Sin embargo, la historiografía más contemporánea ha matizado esa visión aportando otras interpretaciones no tan tremendas.
Los problemas coloniales, especialmente en Cuba, se arrastraban desde el inicio de la Administración Democrática (1868-1874), pero fue en la última década del siglo XIX cuando los movimientos de emancipación cubanos y filipinos cobraron gran fuerza en un contexto internacional propicio para la it:la creciente competencia imperialista y el expansionismo estadounidense se sumaron a los errores de la política colonial española.
El contexto político
La Guerra de los Diez Años (1868-1878), entre España y las fuerzas independentistas cubanas, ya había demostrado que la dominación española de Cuba no podía continuar sin cesar. Desde 1893, la política colonial de los gobiernos españoles demostró su incapacidad para afrontar los problemas derivados del modelo de dominación. Los intentos reformistas y descentralizadores en Cuba y Filipinas llegaron demasiado tarde y ni siquiera fueron aprobados por las Cortes.
Puerto Rico no planteaba problemas graves porque se había aprobado la autonomía en 1872, se había abolido la esclavitud (1873) y la economía estaba mostrando cierto crecimiento. Además, la dominación española fue más efectiva ya que se ejerció a través de una poderosa élite económica que controlaba los movimientos emancipadores de base popular.
En cambio, en Cuba las reformas fueron más complicadas. La esclavitud fue abolida posteriormente, en 1886, con la oposición de algunos grupos económicos. Las reformas administrativas propuestas por Antonio Maura fueron rechazadas en las Cortes por "antipatrióticas", provocando la crisis del gobierno liberal y su dimisión. Los sectores "españoles" de la isla lograron frenar las intenciones de otorgarle cierto grado de autonomía. Esta intransigencia favoreció el crecimiento del movimiento independentista, respaldado por el Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí en 1892.
De esta manera, los actores políticos cubanos quedaron divididos en tres corrientes bien definidas:
- Los españoles partidarios de una unión de tipo colonial con la península.
- Los autonomistas, que defendieron la españolidad de la isla pero también reconocieron su propia identidad. Pidieron una administración vinculada al gobierno español pero con algunas concesiones como el derecho de autodeterminación. Su principal representante fue el Partido Liberal Autonomista liderado por Rafael Montoro y Rafael María de Labra.
- Los independentistas, representados por el Partido Revolucionario Cubano de José Martí
El caso de las Islas Filipinas fue diferente por la escasa presencia española y su distancia geográfica. Sin embargo, al igual que en Cuba, la ausencia de reformas fue generando un movimiento emancipador creado por mestizos:la Liga Filipina (1893), liderada por José Rizal, que se radicalizó gracias a las acciones erróneas del gobernador. Las reformas propuestas por Maura también llegaron tarde.
El conflicto que acabó suponiendo la pérdida de las últimas colonias españolas de ultramar tuvo dos fases bien definidas. La primera comenzó en 1895, con una insurrección nacionalista en Cuba que provocó la última guerra entre el ejército español y los insurgentes cubanos y se prolongó hasta 1898. La segunda fase se produjo en 1898 cuando Estados Unidos intervino en el conflicto; entonces se desató la guerra hispanoamericana.
Las causas del conflicto con Estados Unidos
Las razones de Estados Unidos para intervenir en la colonia fueron de diversa índole tipos:
- La existencia de una larga tradición política –la llamada Doctrina Monroe– que reivindicaba la influencia de Estados Unidos en todo el Caribe y América, de la que ya había dado muestras con los intentos de comprar Cuba a España. Este interés se sitúa en el contexto de la expansión imperialista norteamericana por América y Asia –no perdamos de vista a Filipinas.
- La ayuda de Estados Unidos a los insurgentes cubanos había sido constante desde 1896. Las reformas introducidas por el gobierno de Sagasta en 1897 no fueron suficientes para que el presidente americano, el republicano McKinley, se inclinara por la compra o la anexión. En resumen, las intenciones de Estados Unidos eran claras.
- En febrero de 1898 la explosión del acorazado americano Maine , atracado en el puerto de La Habana, produjo 266 víctimas. Este fue el pretexto para la declaración de guerra a España el 25 de abril de 189
Como afirma Javier Tusell de los numerosos conflictos internacionales que tuvieron lugar en todo el mundo a finales del siglo XIX, el que enfrentó a Empaña contra Estados Unidos fue el único que acabó en guerra, ya que en el resto siempre se retiraba el contendiente más fuerte. . débil.
Hoy no hay duda de que la explosión del Maine fue accidental, pero los americanos lograron imponer las conclusiones de su investigación que lo atribuyeron a una mina externa, un acto de sabotaje en definitiva; la comisión española lo atribuyó a un accidente. Su relato de los hechos convenció a la opinión pública estadounidense de la necesidad de responder y favoreció la estrategia intervencionista del gobierno del presidente McKinley. Como ya hemos dicho, el 25 de abril Estados Unidos declaró la guerra a España.
El acorazado Maine El incidente fue sólo el «casus belli», las causas de la guerra fueron otras. Las empresas azucareras cubanas habían creado sólidas relaciones comerciales con Estados Unidos, vinculando a la isla con la economía norteamericana. Vínculos comerciales que habrían sido más intensos de no haber sido por la política económica proteccionista impuesta por el gobierno español y que perjudicaba los intereses de la isla. Además, los revolucionarios cubanos también recibieron apoyo material estadounidense, especialmente después de la dura política del general Weyler en la isla. Del mismo modo, el papel político y diplomático de España se vio debilitado al rechazar la oferta de mediación estadounidense y mostrar una imagen de intransigencia que la perjudicó internacionalmente.
En los meses previos a la guerra se desarrolló en Estados Unidos una campaña periodística antiespañola que ya respondía a lo que iba a ser un periodismo de masas, de tipo sensacionalista, propio del siglo XX y en el que figuras como J. Pulitzer o W. R. Hearst. Campaña que continuó hasta el final de la guerra.
Los gobiernos españoles tomaron conciencia de la gravedad del problema, pero no pudieron encontrar una solución alternativa a la guerra. En febrero de 1898, Estados Unidos ofreció a España 300 millones de dólares –una cantidad importante– para cederle la isla, pero ninguna de las partes aceptó la oferta. La oposición política y popular al abandono de Cuba fue muy fuerte. Las elites políticas españolas prefirieron una derrota militar, que habían asumido, antes que una cesión política que podría derribar la monarquía y el propio régimen de la Restauración. Tampoco ninguna de las grandes potencias europeas quiso apoyar la posición española y enfrentarse a la nueva potencia imperialista emergente.
En la península, la oposición a la guerra era minoritaria porque sólo los republicanos y socialistas la criticaban. Las muestras de patriotismo se extendieron por toda España, apoyadas en la prensa –como en Estados Unidos– y en los púlpitos.
La guerra
Contrariamente a lo esperado, la guerra comenzó en el Pacífico cuando barcos estadounidenses atacaron a los españoles en la bahía de Cavite. El enfrentamiento acabó con el desmantelamiento de la flota española del Pacífico. Este hecho demostró que el presidente McKinley quería tener una estrategia para controlar estratégicamente el Océano Pacífico, donde ya era dueño de Midway, Wake y Guam. En las Antillas el enfrentamiento también fue esencialmente naval, arma en la que la superioridad norteamericana era incuestionable. El resultado de esta diferencia fue la grave derrota de Santiago de Cuba, que dejó a la isla sin defensa naval. Las diferencias entre ambas flotas eran enormes. El tonelaje total de los barcos españoles representaba la mitad del de los barcos norteamericanos y, además, nuestros barcos eran más viejos y tenían menos blindaje.
La guerra terminó con el Tratado de París (10 de diciembre de 1898) por el que España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos, a cambio de una compensación de 20 millones de dólares. . A finales de febrero del año siguiente, España cedió a Alemania las Islas Carolinas, las Marianas (menos Guam) y Palaos, a cambio de 25 millones de dólares. Con ello, el imperio español de ultramar quedaba liquidado, pasando a manos de las grandes potencias imperialistas del momento.
A pesar de la derrota, el esfuerzo militar realizado por España fue muy considerable y recayó, especialmente, en las clases populares que fueron quienes aportaron los contingentes militares necesarios. Se movilizaron unos 250.000 soldados y sufrieron unas 60.000 bajas, la mayoría de malaria y fiebre amarilla.
Las consecuencias del Desastre.
La derrota reconfigura la posición española en las relaciones internacionales. El abandono de las preocupaciones en América y el Pacífico concentró los intereses españoles en su entorno europeo, alineándose con Francia y Gran Bretaña en la política imperialista en el norte de África y el Mediterráneo occidental. España tomó conciencia de su nuevo papel como potencia secundaria y se centró en sus intereses geopolíticos más cercanos, impulsada por el imperialismo dominante en esa coyuntura. Luego buscó asegurar y expandir sus posesiones coloniales en África:
- Territorios situados en el norte marroquí, en la región del Rif, que en 1913 daría lugar al Protectorado español de Marruecos.
- Región de Ifni, reconocida por Marruecos como española desde 1860, aunque sin ocupación efectiva hasta 1934.
- Sáhara español, territorio creado a partir de la zona de Río de Oro (1885) al que se fueron añadiendo otras zonas hasta configurar el mapa conocido.
- Guinea española, cuya colonización se había iniciado en 1885 a partir de la Conferencia de Berlín.
Regeneracionismo.
El entusiasmo bélico pronto se transformó en un pesimismo generalizado provocado por la conciencia de la debilidad imperial de España. Sin embargo, el objetivo fundamental, que era el mantenimiento del régimen monárquico para conjurar posibles peligros revolucionarios como los producidos en el Sexenio o en la Comuna de París, no tan lejanos en el tiempo, se consiguió plenamente. Desde esta perspectiva, el régimen fue eficaz a la hora de asumir las consecuencias de la derrota y, especialmente, las posibles consecuencias desastrosas –económicas y políticas– de una guerra prolongada.
La única novedad política que trajo la derrota fue la reflexión sobre la cuestión nacional. Por un lado, se hizo evidente la necesidad de profundizar en un renovado proceso de nacionalización de los españoles, apoyado por intelectuales y políticos. Pero, por otro lado, surgieron en paralelo regionalismos periféricos.
Con el objetivo de renovar la nación y su régimen político surgió un movimiento intelectual –Ricardo Macías Picabea, Luis Morote, Rafael Altamira, Joaquín Costa,…– y posteriormente uno político, cuyo objetivo era el mejoramiento y modernización de la nación a través de diversas propuestas. : Estas propuestas se denominaron regeneracionismo. Fue un examen de conciencia realizado por intelectuales y políticos de principios de siglo, y cuyos ejes fueron:la dignidad de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural y científico. Sus partidarios más activos fueron los políticos Antonio Maura, Francisco Silvela y José Canalejas.
En marzo de 1899 se formó un gobierno encabezado por Francisco Silvela y el general Polavieja como Ministro de Guerra. Ambos pretendían regenerar el país pero sin modificar el sistema político de la Restauración –es decir, sin reformar la Corona, los partidos o el ejército–. Aun así, se aprobaron algunas reformas en Hacienda, el Ejército y la organización territorial. Pero el gobierno regeneracionista acabó disolviéndose en diciembre de 1900, demostrando la incapacidad del sistema para evolucionar. Y, aunque otros gobiernos posteriores intentaron implementar algunas medidas, estas no fueron suficientes para evitar una lenta erosión del régimen que acabaría implosionando primero en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y luego, y definitivamente, en la Segunda República (1931). )
Los beneficios económicos del desastre.
En el plano económico el desastre no fue tal. Sólo la producción textil, situada esencialmente en Cataluña, sufrió la pérdida de los mercados coloniales. Pero la derrota impulsó la repatriación de numerosos capitales españoles que revitalizaron algunas regiones y sectores económicos. Se calcula que se repatriaron unos dos mil millones de pesetas –la misma cantidad que había costado la guerra–; Con este dinero se fundaron bancos como el Banco Hispano Americano, el Banco de Vizcaya y el Banco Español de Crédito, que invirtieron en minas e industrias metalúrgicas, principalmente en la franja cantábrica, sectores químico y eléctrico. En definitiva, esta inyección de dinero permitió sostener un crecimiento económico constante que puede vincularse a la segunda revolución industrial y que se vio favorecido por la aplicación de políticas proteccionistas que beneficiaron a los principales sectores productivos.
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