A medida que el imperio se expandió, las conquistas trajeron inmensas riquezas y recursos a Roma, lo que provocó un declive de los valores tradicionales de frugalidad y trabajo duro. La afluencia de riqueza provocó un cambio hacia el lujo, el ocio y la extravagancia entre las clases altas.
Los primeros romanos eran famosos por sus virtudes cívicas, como el deber (pietas), la disciplina y el sentido de responsabilidad hacia la comunidad. Sin embargo, con el tiempo, estos valores comenzaron a erosionarse y los individuos se centraron más en el placer personal y el interés propio.
El gobierno romano implementó una política de "panem et circenses" ("pan y circo") para apaciguar a las masas y mantener la estabilidad política. Esto implicaba proporcionar cereales subsidiados a los ciudadanos y organizar grandes espectáculos públicos, incluidas competencias de gladiadores y carreras de carros. A medida que los recursos del imperio menguaban, la atención prestada a estos entretenimientos se intensificó, mientras que los servicios e infraestructuras esenciales comenzaron a sufrir.
El uso generalizado de mano de obra esclava en la economía romana significó que muchos ciudadanos ya no necesitaban realizar trabajos manuales. Esto provocó una disminución de las habilidades prácticas y la autosuficiencia de la población.
El Imperio Romano sofocó la curiosidad intelectual y desalentó las nuevas ideas. La atención se centró en preservar y mantener el orden social y político existente en lugar de fomentar la creatividad y la innovación.
Sin embargo, es importante señalar que no todos los romanos se volvieron perezosos y satisfechos. Muchos todavía se aferraban a los valores tradicionales y continuaban trabajando duro y contribuyendo a la sociedad. La decadencia de la virtud cívica y la creciente dependencia fueron cuestiones complejas que influyeron en la caída del Imperio Romano Occidental.