La historia de la humanidad ha sido narrada de diferentes formas , utilizando diferentes medios y actores, construyendo así discursos que varían según cada comunidad y momento histórico. Actualmente, el discurso científico es uno de los más relevantes y, a pesar del valor de "neutralidad" que se le reconoce, está condicionado por el contexto social de quienes lo proponen, validan y difunden. De hecho, si bien es cierto que los discursos científicos son resultado de procesos de investigación y conocimientos acumulados, algunos de ellos no necesariamente están actualizados y se difunden socialmente arrastrando ideas que en ámbitos puramente académicos o ya no se utilizan o están en desuso. proceso de reevaluación. Ejemplos de lo anterior corresponden a las visiones androcéntricas y eurocéntricas en el campo de las Ciencias Humanas . En el primer enfoque, el motor del cambio se centra en el rol de los hombres, a partir de las características o tareas tradicionalmente atribuidas a lo masculino. En este sentido, la caza de grandes presas, documentada en la etnografía como una actividad realizada predominantemente por hombres, ha jugado un papel fundamental para abordar el estudio de las sociedades pasadas. Una de las múltiples consecuencias que puede implicar este tipo de razonamiento es la de asumir la preponderancia de ciertos segmentos de la población sobre otros en las trayectorias históricas de determinados grupos humanos y, por tanto, también de la Humanidad. De esta manera, se proyecta una idea de “progreso” global en la que algunos han participado activamente, mientras que otros lo han hecho sólo de forma pasiva.
Por su parte, la perspectiva eurocéntrica propone una forma única de desarrollo y asume como normal lo propio de su contexto y su trayectoria histórica. De esta manera, aquellos territorios habitados por comunidades que hacen, piensan y sienten diferente, son desplazados al último escalón dentro de relaciones jerárquicas que hasta el día de hoy consideran a Europa como un "centro civilizador". Esto es particularmente evidente en el estudio de sociedades con otras formas de vida, como las comunidades de cazadores-recolectores. . Durante años, estas poblaciones han sido estudiadas a través de una lente que ha producido modelos que simplifican sus formas de vida. Una lente que enfoca y amplifica la actividad cinegética en detrimento de la recolección, a pesar de que esta última, lejos de ser una actividad genérica con un aparente menor retorno, involucra innumerables prácticas, conocimientos y relaciones diversas entre las personas y el mundo natural que son fundamentales para la comprensión integral de la historia humana y también de la antropización del planeta.
La importancia de la arqueobotánica
En este escenario, las plantas sólo han tenido una participación anecdótica , siendo comúnmente concebidos como recursos secundarios junto con otros como fauna menor, recursos marinos, etc. Este papel secundario en la explicación arqueológica se justifica en gran medida con la base de la ausencia de restos de consumo vegetal en los sitios de cazadores-recolectores, ya que generalmente son arqueobotánicos. Los restos no suelen conservarse en el tiempo, mientras que otros restos como parte de la fauna o lítica no presentan este tipo de problemas.
Sin embargo, afortunadamente tenemos ejemplos de sitios de cazadores-recolectores bien conservados, que nos dan una imagen verdadera e imparcial de cómo debieron ser esos campamentos. En todos ellos,la existencia de restos arqueobotánicos es masiva . Tal es el caso del yacimiento israelí de Ohalo II, donde las excepcionales condiciones de conservación permitieron identificar, en una cronología de 19.000 años AP, más de 60.000 restos botánicos en un área de 12m 2 (Weiss et al. 2008).
Esto muestra hasta qué punto en la investigación arqueológica, la ausencia de evidencia no siempre es evidencia de ausencia. Actualmente, el desarrollo técnico y metodológico de nuestra disciplina permite recuperar evidencia que inicialmente no es visible a lo largo del trabajo de campo. La arqueobotánica ha jugado un papel sumamente relevante mediante el desarrollo de métodos específicamente destinados a generar datos relacionados con las plantas. El estudio de la madera carbonizada (antracología), el de las semillas (carpología), el polen (palinología) o los análisis más recientes de microrestos como el análisis de células mineralizadas (fitolitos), almidón o diferentes tejidos vegetales (como el parénquima carbonizado). ) contribuyen a producir datos sobre estos consumos.
Como parte de los discursos sesgados mencionados anteriormente, se mantiene viva la idea de que sólo algunos paisajes son claves para comprender el desarrollo de las comunidades humanas, mientras que los paisajes que se alejan del marco europeo de referencia –literal y figuradamente–, han sido sistemáticamente marginados, representando los desiertos casos extremos.
Hábitats extremos. El desierto de Atacama
Los desiertos se definen fundamentalmente como ecosistemas con un clima árido , donde las precipitaciones, dependiendo de su cantidad, generan ambientes subáridos, semiáridos, áridos e hiperáridos. De todas formas, estas precipitaciones son siempre escasas, propiciando que los seres vivos que habitan estos espacios estén sumamente adaptados a la escasez del recurso hídrico. El caso de las zonas áridas y cálidas también resulta especialmente interesante dados los numerosos procesos de desertificación actualmente vigentes y presentes incluso en la Península Ibérica.
Más allá de las características geográficas y biológicas de los desiertos, también hay una dimensión cultural a su alrededor, que sin duda afecta nuestra percepción de ellos. En el imaginario colectivo, los desiertos se caracterizan por su inhabitabilidad, con una idea de “inhóspitos” o “infértiles” que también se asocia a la ausencia de formas de vida pero también de personas. Sin embargo, los desiertos han estado habitados permanentemente por diferentes poblaciones humanas. Los estudios son concluyentes al afirmar que el inicio de la ocupación de estos espacios se remonta a miles de años, con evidencias arqueológicas para el Sahara, la Península Arábiga, Namibia, el Kalahari, el desierto de Sonora o el desierto de Atacama. Este último es nuestro foco de estudio, siendo un caso paradigmático por tratarse del desierto más árido del mundo en el que sociedades cazadoras-recolectoras y agropastoriles desarrollaron su existencia a lo largo de milenios, hasta nuestros días.
En el norte de Chile, en el desierto de Atacama encontramos una costa que recibe poca o ninguna lluvia, con pocas lluvias torrenciales generalmente asociadas al fenómeno de El Niño (Figura 1). A pesar de ello, la camanchaca (Figura 2), una niebla costera en la zona, genera una humedad relativa que permite la existencia de comunidades vegetales como líquenes, plantas herbáceas anuales, cactus y algunos arbustos. Esta variedad de vegetales ha sido utilizada permanentemente por las comunidades humanas hasta el día de hoy, ya sea como alimento, combustible, materia prima o medicina.
El proyecto ARVCODA –Arqueología del consumo de recursos vegetales en el desierto de Atacama , surge de un proyecto intramural del CSIC, Arqueología, desiertos costeros y visibilidad de los recursos vegetales (190405). Ambos proyectos, coordinados desde el FMI-CSIC, se basan en una colaboración con el Departamento de Antropología de la Universidad de Chile (actualmente con la participación de otras instituciones – University College London, Universitat Autònoma de Barcelona, LMU München y Universidad Católica del Norte). – y buscar evaluar toda una serie de cuestiones metodológicas y la visibilidad de una parte del registro arqueológico. El proyecto implementará una metodología para evaluar el uso de los recursos vegetales en una escala temporal amplia, que incluye el Holoceno Temprano y Medio del Costa de Atacama, periodos en los que se produjeron las principales transformaciones paleoambientales y paleoceanográficas conocidas durante los últimos 12.000 años en la zona de estudio.
Así, ARVCODA aborda dos de los principales elementos marginados en el discurso en torno a las sociedades cazadoras-recolectoras:el uso de plantas en este tipo de sociedad y su consumo en zonas desérticas . El proyecto se centra especialmente en el uso de combustible, ya que los focos suelen ser evidentes durante el trabajo de campo y se analizan sistemáticamente en arqueología. Además, dada la buena conservación de los restos arqueobotánicos carbonizados, partir de este tipo de evidencias facilita enormemente la investigación. El uso combinado de diferentes técnicas permitirá no sólo generar nuevos datos sino también perfeccionar o fortalecer la información ya disponible, de modo que se puedan realizar contribuciones significativas sobre los estilos de vida y la gestión ambiental de las poblaciones de la costa del desierto de Atacama antes del contacto europeo. Todo esto nos permitirá sumar los presentes análisis a los estudios realizados previamente por colegas chilenos (Ugalde et al. 2020), permitiendo una perspectiva regional.
Algas y cactus
ARVCODA plantea, además de identificar cuáles fueron aquellos recursos utilizados como combustible y, de ser posible, reconocer y sugerir el uso de recursos alternativos. Nos referimos concretamente al posible uso de algas y cactus , ampliamente disponible en el área de estudio (Figura 3). En determinados contextos ambientales, como desiertos o determinadas zonas costeras, su uso parece lógico y esperado ya que forman parte integral del paisaje conocido y habitado por sociedades pasadas. Sin embargo, a pesar de que la documentación etnográfica permite sostener que tanto las algas como los cactus han sido utilizados frecuentemente con diversos fines por sociedades no industrializadas, su uso ha sido escasamente explorado en la arqueología.
El caso de Monte Verde, en el sur de Chile y con una cronología alrededor de 14.000 años AP, es interesante para la identificación de restos de algas (Dillehay et al. 2008). En el norte de Chile, el uso de algas ha recibido poca atención arqueológica, posiblemente debido a su difícil reconocimiento a nivel macroscópico. No sorprende que su identificación haya sido posible en sitios con buena conservación en la zona norte de la costa de Atacama (e.g.; Ramírez y Quevedo 2000; Núñez et al. 1974). Una de las menciones más frecuentes sobre el uso de las algas, y su uso específico como combustible , corresponde a los estratos de ceniza compactada (Figuras 4 y 5) presentes en estructuras arquitectónico-funerarias distribuidas desde el río Loa hasta Chañaral, durante el ca. 5700-4000 años antes del presente (p. ej., Ballester y Gallardo 2011; Núñez et al. 1974; Núñez y Santoro, 2011; Salazar et al., 2015). Si bien el potencial uso de este conspicuo recurso intermareal como combustible por parte de las poblaciones costeras del desierto de Atacama ha comenzado a formar parte de algunas reflexiones arqueológicas y experimentales actuales (ver Hernández 2020), sigue siendo una hipótesis a probar a través de líneas de evidencia. . directo.
Para complementar los enfoques arqueológicos, las técnicas actuales de modelización y simulación nos permiten estudiar el consumo de combustible desde el punto de vista de las necesidades de comunidades de agentes que se mueven sobre un territorio virtual. Esto nos da acceso a un enfoque diferente al estudio del comportamiento pasado, en el que se pueden parametrizar las necesidades de una comunidad y, junto con información sobre la productividad del entorno y datos arqueológicos, permiten tener una visión más amplia del problema a estudiar. . En nuestro caso, es posible aproximar el volumen de algas que se deposita en la costa, la densidad de habitantes o la disponibilidad de otros combustibles, generando así una herramienta alternativa para evaluar el uso de algas como combustible.
Los cactus, por otro lado, han estado históricamente presentes en el discurso arqueológico de la costa del Norte Grande de Chile, al constituir materias primas de relevancia tecnológica para la pesca. La extracción y tratamiento de las espinas de los cactus permitió a las comunidades elaborar diferentes herramientas, como anzuelos y también púas de retención para arpones (Llagostera 1989, Núñez y Santoro 2011). Cabe destacar también las menciones arqueológicas como materiales de construcción, con registros del uso de sus troncos como postes o elementos estructurales en elementos arquitectónico-funerarios (ver Llagostera 1989; Núñez et al. 1974, Núñez y Santoro 2011).
ARVCODA desarrollará metodologías destinadas a reconocer criterios de diagnóstico que permitan contrastar o profundizar específicamente en el uso de cactus o algas. Más allá de la presencia de macrorestos, identificables mediante características anatómicas al microscopio, existen otros indicadores en torno a los cuales es posible desarrollar metodologías de identificación específicas relacionadas, por ejemplo, con la presencia de oxalatos de calcio, presentes en los cactus. Para el Holoceno Temprano se incluirá el sitio de San Ramón 15, contexto de explotación minera ubicado en la Cordillera de la Costa y con uso sistemático de combustible, y Alero 224A, un campamento residencial. En el caso del Holoceno Medio se trabajará sobre Zapatero y Hornos de Cal, ambos túmulos residenciales generados a lo largo de milenios de ocupación semipermanente.
Los resultados derivados de esta investigación proporcionarán nuevas herramientas para comprender las comunidades de cazadores-recolectores de la región, así como cuestionar los enfoques adoptados de forma acrítica. Así, gracias a este tipo de estudios la visión historiográfica de nuestro pasado se vuelve más rica y completa , ayudando a superar sesgos establecidos por décadas de investigación en sólo algunos aspectos de la vida de las comunidades históricas. Una visión más general e inclusiva nos brinda las herramientas para comprender mejor la naturaleza humana y cómo hemos llegado a estructurar las sociedades actuales a través de la paleta de posibilidades que nos brindan los elementos disponibles en nuestro entorno.
Referencias
- Ballester, B., &Gallardo, F. (2011). Redes prehistóricas e históricas en la costa del desierto de Atacama (norte de Chile). Antigüedad , 85 (329), 875–889. https://doi.org/10.1017/S0003598X0006837X
- Dillehay, T. D., Ramírez, C., Pino, M., Collins, M. B., Rossen, J., &Pino-Navarro, J. D. (2008). Monte Verde:algas, alimentos, medicinas y poblamiento de América del Sur. Sciencia , 320 (5877), 784-786.
- Hernández, V. (2020). Algas, fuego y cenizas. Un enfoque experimental para la preparación de capas de ceniza en ca. 6000-4500 calorías. AP de la costa Areica . Memoria para optar al Título de Arqueólogo. Universidad de Tarapacá, Chile.
- Llagostera, A. (1989). Caza y pesca marítima (9000 a 1000 a. C.). En Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista (Hidalgo, J., Schiappacasse, V., Niemeyer, H., Aldunate, C. &Solimano, I., págs. 57-79). Editorial Andrés Bello, Santiago.
- Núñez, L., Zlatar, V., &Núñez, P. (1974). Caleta Huelén-42:Un pueblo primitivo del norte de Chile:nota preliminar (Prensa Universitaria). Universidad de Panamá.
- Núñez, L., &Santoro, C. M. (2011). El tránsito arcaico-formativo en la circumpuna y valles occidentales del centro sur andino:hacia el "Neolítico" cambia. Chungará (Arica) , 43 (ESPECIAL), 487-530.
- Ramírez, M. &Quevedo, S. (2000). Hallazgo de Lessonia nigrescens (Phaeophyceae) en el entierro del cementerio Tiahuanaco Atacameño Pisagua (Colección Max Uhle). Boletín del Museo Nacional de Historia Natural 49:99-108.
- Salazar, D., Figueroa, V., Andrade, P., Salinas, H., Olguín, L., Power, X., Rebolledo, S., Parra, S., Orellana, H., &Urrea, J. (2015). Cronología y organización económica de las poblaciones arcaicas de la costa taltal. Estudios atacameños , 50 , 07–46. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-10432015000100002
- Ugalde, P.C., McRostie, V., Gayo, E.M. et al. 13.000 años de uso sociocultural de plantas en el desierto de Atacama en el norte de Chile. Arqueobot Vegeta Hist (2020). https://doi.org/10.1007/s00334-020-00783-1
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