Historia antigua

El fin de las invasiones bárbaras

En el siglo X, los países europeos ya no estaban amenazados por invasiones. Los últimos invasores, normandos y eslavos, ya se habían establecido respectivamente en el norte de Francia (Normandía) y en el centro-este de Europa (actual Hungría). El continente vivía ahora una "paz medieval", que provocó cambios que provocaron transformaciones en el panorama europeo.

En el período comprendido entre los siglos XI y XV, la llamada Baja Edad Media, se produjo un declive del feudalismo. El aumento demográfico provocado por esta fase de estabilidad provocó la necesidad de más tierras, en las que los trabajadores desarrollaron técnicas agrícolas que facilitaron su trabajo. Los individuos comenzaron a establecerse alrededor de los castillos, comerciando con productos excedentes locales y procedentes de otras regiones de Europa. Una vez más se necesitaba moneda y surgieron varias ciudades importantes a lo largo de las rutas comerciales, marítimas y terrestres.

Al mismo tiempo, la Iglesia, fortalecida, promovió expediciones cristianizadoras hacia Oriente -las Cruzadas- intentando recuperar la ciudad de Jerusalén, entonces en poder del Imperio Islámico. Durante dos siglos, las Cruzadas sacudieron a toda Europa, porque además de los aspectos religiosos, hubo un enorme impulso comercial.

La Expansión Comercial

Las invasiones que tuvieron lugar entre los siglos V y VIII y la desintegración del Imperio Romano Occidental llevaron a la formación de un sistema social, político y económico adaptado a las nuevas condiciones:el feudalismo. Del mismo modo, después del siglo X, nuevos hechos y circunstancias determinaron otra gran transformación en Europa occidental.

Aunque los señoríos siguieron produciendo normalmente, con los siervos trabajando la tierra y pagando sus obligaciones a los señores feudales, la producción fue insuficiente para alimentar a una población en constante crecimiento.

Durante este período se introdujeron varios avances técnicos que facilitaron parcialmente las actividades rurales, como el arado y otros aperos agrícolas de hierro, los molinos de viento y nuevas formas de enjaezar a los animales, para permitir su uso con toda su fuerza. . La sustitución del buey por el caballo, como animal de tiro, también trajo ventajas, ya que el caballo es un animal más ágil y con la misma fuerza que el buey.

Pese a ello, la superficie cultivada era muy pequeña, lo que generó una tendencia a ampliar el espacio agrícola más allá de los límites de los señoríos y aldeas. Con el mismo objetivo también se ocuparon bosques y selvas.

Al mismo tiempo, esta creciente población también requería productos de distinta índole:telas, herramientas de trabajo, artículos para el hogar, entre otros. Algunos individuos (villanos) se especializaron en la producción de artesanías o en la actividad comercial, dando lugar a artesanos y comerciantes que vendían estos productos y los excedentes agrícolas.

Algunos de ellos recibieron permiso del señor feudal para concentrarse junto a castillos, monasterios e iglesias, dando lugar a los llamados burgos, núcleo de las futuras ciudades. Por ello, sus habitantes pasaron a ser conocidos como burgueses, una nueva categoría social dedicada a la artesanía y al comercio de mercancías.

Un hecho relacionado con esta evolución fue el surgimiento de las Cruzadas, ocurridas entre los siglos VI al XIII, que tuvieron una gran influencia en este panorama, aumentando las posibilidades de comercio en Europa y Oriente.

La importancia de las cruzadas

Cuando se denunció en Europa que los musulmanes maltrataban a los peregrinos cristianos que llegaban a Tierra Santa, se inició el movimiento cruzado, que recibió su nombre de la cruz que quienes participaban en ella utilizaban en sus estandartes y vestimentas.

Convocadas por primera vez por el Papa Urbano II en 1095 en Francia, las Cruzadas fueron, entonces, expediciones de cristianos europeos contra musulmanes que tuvieron lugar durante los siglos XI al XIII. La misión de los caballeros cristianos era liberar la región de Palestina, que en ese momento formaba parte del Imperio Islámico.

Sin embargo, además de esta motivación religiosa, otros intereses políticos y económicos impulsaron el movimiento cruzado:

La Iglesia buscó unir a los cristianos de Occidente y Oriente, que se habían separado en 1054, en el llamado Crisma Oriental, del que surgió la Iglesia Ortodoxa Griega, encabezada por el Patriarca de Constantinopla;

Había una capa de la nobleza que no heredaba feudos ya que la herencia pertenecía únicamente al hijo mayor. Así, los nobles sin tierras de Europa occidental querían apoderarse de las tierras del Este;

Los comerciantes italianos, principalmente de las ciudades de Génova y Venecia, querían dominar el comercio del Mar Mediterráneo y obtener algunos artículos de lujo para comerciar en Europa;

Otros grupos de población marginados estaban interesados ​​en enriquecerse en las ciudades del este.

Entre 1095 y 1270 se organizaron ocho Cruzadas que, a pesar de obtener algunas victorias sobre los musulmanes, no consiguieron reconquistar Tierra Santa.

En estas expediciones participaron desde gente sencilla y pobre hasta la alta nobleza, reyes y emperadores, e incluso hubo una Cruzada formada únicamente por niños. Decenas de miles de personas se agruparon bajo el mando de un noble y viajaron enormes distancias, teniendo que conseguir comida y refugio en el camino. La mayoría antes de llegar a su destino fueron masacrados en combate.

En 1099, Jerusalén fue conquistada, pero un siglo más tarde fue retomada por los turcos musulmanes y nunca fue recuperada. Sin embargo, los europeos lograron reconquistar algunos puntos de la costa del mar Mediterráneo, restableciendo el comercio marítimo entre Europa y Oriente.

El contacto de los europeos con los pueblos orientales -bizantinos y musulmanes- hizo que estos comenzaran a apreciar y consumir productos como perfumes, tejidos finos, joyería, además de especias, como se llamó a la primera, nuez moscada, clavo, jengibre y azúcar.

En el siglo XII, como consecuencia inmediata de las Cruzadas, se inició la expansión comercial en Europa y, con ella, el crecimiento de las ciudades y la decadencia del trabajo servil, propio del feudalismo.

Rutas Comerciales y Ferias

La expansión comercial, a partir de la reapertura del mar Mediterráneo, benefició principalmente a las ciudades italianas de Génova y Venecia. Los comerciantes de estas ciudades comenzaron a monopolizar el comercio de especias, comprándolas en los puertos orientales de Constantinopla, Alejandría y Trípoli, y luego vendiéndolas al otro lado del Mediterráneo en el mercado europeo.

Pero en el norte de Europa, a lo largo del Mar del Norte y el Mar Báltico, también se formaron regiones de intenso comercio, atendidas en parte por ciudades italianas, que llegaban a ellas tanto por mar como por tierra. Fue la región de Flandes, productora de tejidos, donde destacó la ciudad de Brujas, y la región del Mar Báltico, cuyos centros importantes eran Hamburgo, Danzig y Lübeck, que ofrecían miel, pieles, madera y pescado de regiones cercanas.

Para contactar con estos puntos se establecieron diferentes rutas comerciales. La ruta marítima conectaba ciudades italianas con importantes centros comerciales del norte de Europa. La ruta terrestre también conectaba ciudades italianas con la concurrida región de Fladres, pero cruzaba toda Francia.

En el cruce de estas grandes rutas comerciales con otras más pequeñas, que unían todas las partes de Europa, aparecieron las ferias, grandes mercados abiertos y periódicos, a donde acudían comerciantes de diversas partes del continente. Protegidos por los señores feudales, que les cobraban tarifas de paso y permanencia, los comerciantes se instalaron durante días y semanas en algunas regiones, ofreciendo bienes como textiles, vinos, especias y artículos de lujo orientales. Las ferias más famosas fueron las de la región francesa de Champaña.

El desarrollo comercial en el siglo XII hizo que el dinero volviera a ser necesario .

Sin embargo, a medida que en cada región se acuñaban monedas de diferentes valores, aparecieron los cambistas, personas que conocían los valores de las monedas y se encargaban de cambiarlas. Posteriormente, a medida que las relaciones se fueron complicando, aparecieron los baqueiros, que se quedaban con el dinero de los comerciantes y les concedían préstamos cobrando intereses. De aquella época se remontan los sistemas de cheques y letras de cambio, que facilitaban las transacciones comerciales realizadas a distancia, y que aún se utilizan en la actualidad.

El resurgimiento de las ciudades

Con la expansión comercial se desarrollaron los pueblos que habían aparecido alrededor de castillos, monasterios e iglesias, además de otros, surgidos en las rutas comerciales, en la costa y en las orillas de los ríos. Su población, como hemos visto, estaba compuesta básicamente por artesanos y comerciantes, que fueron adquiriendo cada vez más importancia por su riqueza y número.

Los artesanos se dedicaban a la fabricación de tejidos, instrumentos de hierro, cuero y muchos otros materiales. Sus talleres, que funcionaban con las puertas abiertas, servían también para vender mercancías directamente, sin intermediarios.

Con el rápido crecimiento del comercio y la artesanía en los birgos, la competencia entre comerciantes y artesanos aumentó considerablemente. Para regular y proteger las diversas actividades, surgieron las corporaciones. En un principio estaban formados únicamente por comerciantes autorizados y realizaban su trabajo en cada ciudad. Posteriormente, con la especialización de los distintos artesanos, aparecieron los gremios de artesanos, que tuvieron gran importancia durante la Baja Edad Media:gremios de panaderos, tejedores, albañiles, carpinteros, etc.

Cada una de estas corporaciones agrupaba a los integrantes de una actividad, regulando la cantidad y calidad de los productos, el régimen de trabajo y el precio final. De este modo, pretendían eliminar la competencia desleal, asegurar trabajo a todos los talleres de una misma ciudad y evitar que productos similares de otras regiones entraran en los mercados locales.

De esta manera, las corporaciones artesanales también determinaron las relaciones laborales. En cada taller había sólo tres categorías de artesanos.

Maestros, que mandaban la producción, siendo dueños del taller, de los instrumentos de trabajo y de la materia prima;

Oficiales o compañeros, que eran trabajadores especializados al servicio de los capitanes, recibiendo a cambio un salario. Se convirtieron en maestros luego de realizar un trabajo que demostraba su habilidad y destreza en el oficio;

Aprendices, jóvenes que aprendieron el oficio trabajando durante años y recibiendo del maestro sólo alojamiento y comida hasta poder convertirse en compañeros.

Los comerciantes también buscaron organizarse en corporaciones para mantener unidos a los comerciantes del mercado de diferentes ciudades, formando una liga. La más famosa fue la Liga Hanseática, que reunía a 80 ciudades alemanas y controlaba comercialmente el norte de Europa.

Con el amplio desarrollo mercantil y artesanal y el consiguiente aumento de importancia de la clase burguesa, la antigua organización feudal, compuesta por nobles improductivos y siervos atados a la tierra, ya no era adecuada.

Los señores feudales comenzaron a beneficiarse del comercio, ya que cobraban a los comerciantes tarifas de paso y establecimiento en sus señoríos. El trabajo esclavo disminuyó porque, además de que un gran número de trabajadores agrícolas fueron desviados a las Cruzadas (siglos XI y XII), muchos siervos huyeron para dedicarse a actividades urbanas. Interesados ​​en aumentar la producción y obtener mayores ganancias, los señores feudales liberaron a los siervos del trabajo obligatorio. Algunos señores empiezan a permitir que los siervos vendan sus productos en ferias y en las ciudades, siempre que les paguen una suma de dinero. Otros todavía comenzaron a utilizar agricultores asalariados, pagados por día, que llamamos jornaleros.

Poco a poco, el poder de los señores feudales disminuyó, al igual que el sometimiento de las ciudades a sus leyes e impuestos. Algunos de los comerciantes y maestros artesanos más importantes comenzaron a organizarse en un consejo, conocido como comuna. Ellos eran quienes dirigían las ciudades, cobrando tasas e impuestos a sus residentes. Fueron estas comunas burguesas las que, a partir del siglo XII, comenzaron a organizar la lucha por la autonomía de las ciudades. Fue conquistada paulatinamente, bien de forma violenta, cuando se armó y derrotó al señor feudal de la región, bien de forma pacífica, al comprar la independencia de la ciudad, recibiendo del señor feudal la carta de franquicia, que daba amplia autonomía a los núcleos. urbano.

La victoria de estos movimientos comunales reflejó la creciente importancia de la burguesía, hecho que afectaría directamente los acontecimientos de los siglos siguientes.

Las ciudades medievales sucias y estrechas

A finales de la Edad Media se produjo una rápida multiplicación del número de ciudades en las que se desarrollaban actividades comerciales, manufactureras y artísticas. Las ciudades estaban guarnecidas por murallas que servían para protegerlas de las invasiones de nobles y bandidos. Sus habitantes habían logrado liberarse parcialmente del control de los señores feudales, adquiriendo ciertos derechos y libertades que atrajeron a un gran número de campesinos. Esta inmigración aumentó enormemente la población de las ciudades, siendo necesario destruirlas y reconstruir las murallas para ampliar el espacio urbano. Sin embargo, este procedimiento sólo era accesible a los grandes centros; en las otras ciudades se construyeron casas y jardines incluso encima de los anchos muros.

Así, dentro de los límites vallados de las ciudades, el terreno era muy caro y se aprovechaba cada centímetro. Los edificios, normalmente de madera, se colocaron uno al lado del otro, y los pisos superiores se proyectaron hacia las calles, que ya de por sí eran estrechas, haciéndolas aún más oscuras. El peligro de incendio era constante.

Este crecimiento demográfico incontrolable dificultaba el cumplimiento de las normas de higiene y confort. Las condiciones sanitarias eran pésimas:la basura era tirada en las calles y su recogida se encargaba de las eventuales lluvias; Hasta que eso sucedió, se formaron montones de escombros, depositados por perros y cerdos. El agua de los ríos y pozos que abastecían la ciudad estaba frecuentemente contaminada, provocando constantes brotes de tifus.

A lo largo del siglo XIV y hasta mediados del XV, Europa enfrentó una serie de circunstancias que afectaron profundamente la vida de su población. El cambio climático trajo varios años seguidos de fuertes lluvias y frío, que provocaron el exterminio de animales y cultivos, provocando un largo período de hambruna; La peste negra, originaria del Mar Negro y transmitida por ratas, diezmó a millones de europeos ya debilitados por el hambre.

Además, la violencia generada por la Guerra de los Cien Años dio lugar a levantamientos populares que se cobraron muchas vidas.

Las precarias condiciones urbanas agravaron aún más los problemas generados por estas crisis, ya que solo la Peste Negra, causada por las malas condiciones de higiene, hizo que Europa perdiera más de la mitad de su población.


Publicación anterior
Publicación siguiente