La disciplina y entrenamiento de las legiones también se hace patente en sus movimientos, y especialmente en sus ritmos de marcha. El ritmo normal es de 5 kilómetros en una hora, luego un descanso de 10 minutos. Este ritmo se mantiene durante 5 a 7 horas de caminata por día. También existe un ritmo acelerado de 7,2 kilómetros en 50 minutos, mantenido en ocasiones durante más horas (8 o 9 excepcionalmente), en caso de emergencia (para ayudar a otra legión).
Esta velocidad de movimiento (incomparable hasta la Revolución Francesa) confiere grandes ventajas operativas a la legión romana:permite reunir el doble de tropas que el enemigo en un lugar determinado, antes de que pueda reaccionar.
El equipaje reduce esta velocidad en un tercio (etapa normal de 25 kilómetros). Cada noche se construye un campamento fortificado.
Bajo el Imperio, este ritmo era posible gracias a que el entrenamiento (ambulatura) se realizaba al menos tres veces al mes, en una fecha fija (independientemente del clima). Todos los soldados se encargan de todo el equipamiento reglamentario (hasta 40 kilogramos) y recorren, por caminos accidentados, unos cuarenta kilómetros, alternando los dos ritmos.