Uno de los rincones más atractivos de Turquía suele quedar fuera de los circuitos turísticos -al menos de los habituales entre los turistas españoles-, probablemente por estar demasiado hacia el interior, lejos de las rutas de los turoperadores, que centran su atención en Estambul, la costas del Egeo y el Mediterráneo, y las regiones de Mármara y Capadocia.
Se trata del monte Nemrut, situado en la provincia de Adıyaman, al sureste del país, una montaña de la cordillera del Cáucaso en cuya cima se encuentra una tumba de dos mil años rodeada de impresionantes restos escultóricos que desde 1987 conservan obtuvo la catalogación de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Aunque no es complicado llegar desde la ciudad más cercana, Adıyaman, tanto por carretera (hay autobuses) como por aire (se realizan excursiones en helicóptero), por cuenta propia o en viajes organizados (algunos incluso con pernoctación) desde las vecinas Malatya o Kahta. , a unos cuarenta kilómetros de distancia, la mayoría de visitas se concentran en las temporadas de primavera y verano debido al intenso frío que se puede registrar.
Al fin y al cabo, estamos hablando de altas montañas, con una altura de 2.150 metros integradas en la llamada Meseta Armenia:un extremo de la Meseta Transcaucásica cuyo techo es el famoso monte Ararat (5.165 metros), aquel en el que sitúa la tradición. los restos del Arca de Noé.

Los arqueólogos han estado excavando en la cima del Nemrut desde que el ingeniero alemán Karl Sester trabajó allí en 1881 para abrir rutas de transporte para el Imperio Otomano. Sin embargo, la tumba en cuestión no ha sido encontrada a pesar de que los especialistas están convencidos de que debe encontrarse allí y este interés no es gratuito, ya que se supone que estamos hablando del entierro de un personaje destacado de la historia del país. . . No del famoso Nimrod, como podría parecer, sino del rey Antíoco I.
El primero da su nombre (Nemrut es una derivación cacofónica) de la Edad Media por la Historia de Armenia escrita por Moisés de Corenne en el siglo V d.C., según la cual el patriarca de esa nación y fundador de la dinastía Haikazuni, Haik, mató de una flecha al Titán Bel en un paso de montaña cuando lideraba un ejército para sofocar su rebelión.

En esta historia, Bel se identifica indistintamente con el dios Baal y la diosa Belit, pero también con Nimrod, el impío monarca mesopotámico que es fuente de numerosas leyendas, como la que le atribuye haber construido la Torre de Babel. La muerte de Nimrod se habría producido cerca del lago Van, una masa de agua situada en el extremo este de Turquía formada en el Pleistoceno por las coladas de lava del volcán Nemrut Dagi, hoy inactivo pero que aún conserva su caldera y parte del cono. P>
En cuanto a Antíoco I Theos Dikaios Epiphanes Filorhomaios Philohellenus, que sería el nombre completo del más conocido como Antíoco I, era soberano de Comagene, un reino armenio del periodo helenístico con capital en Sasomata que había pasado por manos de los hititas, aqueménidas, seléucidas y macedonios. Antíoco, hijo de Mitrídates I Calínico y la princesa greco-siria Laodice VII Thea (que fueron quienes helenizaron la región), apoyó a Pompeyo durante la guerra contra Mitrídates primero y en la guerra civil contra Julio César después. Luego logró mantener la independencia eludiendo la codicia de Marco Antonio hacia su país.

Esta capacidad política le permitió permanecer en el trono durante mucho tiempo, desde el año 70 a.C. al 38 a.C. Pero a mediados de ese período ya comenzó a preparar el que sería su mausoleo, todo un santuario para cuya ubicación quería algún lugar elevado que fuera considerado tierra sagrada, más cercana a los dioses que a los hombres.
La religión que se profesaba en Commagene era reflejo de su población multiétnica, una variante del mazdeísmo (el culto a Ahura Mazda, el creador celestial increado formulado por el profeta Zoroastro), pasado por un tamiz helénico sincrético y con aportes astrológicos ligados a la Filosofía esotérica de Hermes Trismegisto que Antíoco estableció como una astuta manera de asegurarse la lealtad popular.
Por ello, en las enormes estatuas de piedra caliza -de hasta 9 metros de altura- que flanqueaban el monumento se pueden distinguir elementos griegos, medos y armenios, representaciones de Zeus y Hércules junto a otras de Mazda y Mitra. También del propio Antíoco y de motivos animales relacionados con el culto, como águilas o leones.
Aquella fenomenal conjunción de culturas y credos, de facciones griegas por un lado y vestimentas armenias por el otro, de divinidades clásicas junto a otras iraníes, supondría siglos después caer en manos de un fanatismo iconoclasta, cuyo resultado fueron todas las estatuas. decapitados y las facciones rotas. , siendo especialmente cruel con las narices, si bien es cierto que la dureza del tiempo tampoco ayuda a su conservación. Hoy en día, estas cabezas se encuentran esparcidas por el recinto junto con algunas losas con bajorrelieves que, se cree, formaban un friso con los antepasados del rey.

También hay una gran losa con representaciones astronómicas y calendáricas que podrían indicar la fecha de inicio de las obras, y representa la conjunción de Júpiter, Mercurio y Marte el 7 de julio del 62 a.C. Del resto del conjunto destaca el túmulo, de 49 metros de alto por 152 metros de diámetro y que posiblemente fue levantado para proteger la tumba de los ladrones, dada la dificultad de excavarlo, aunque la tumba aún no aparece.
Es el eje que articula el sitio, ya que las dos terrazas con estatuas se ubican cada una en lados opuestos, unidas por un doble pasaje amurallado que abraza el túmulo y que probablemente tuvo un uso ceremonial, como se puede apreciar en la reconstrucción digital del archivo adjunto de vídeo.
En definitiva, uno de esos rincones esperando a ser descubiertos por el gran público, repletos de atractivos monumentales, artísticos, históricos y naturales.