De todas las imágenes que circulan para promocionar turísticamente países o rincones concretos, pocas serán tan espectaculares como la del Santuario de la Virgen de los Remedios con el volcán Popocatepétl detrás, con su manto de nieve encima y en ocasiones incluso humeante. Es uno de los íconos de México, un país donde el principal atractivo reside en las ruinas de civilizaciones prehispánicas y especialmente en las pirámides que permanecen en pie. Y resulta que precisamente el cerro que corona aquel templo mariano no es tal sino una antigua pirámide cubierta por vegetación a modo de camuflaje. Y no uno cualquiera, sino el de mayor superficie y volumen del mundo:Cholula.
Este municipio del estado de Puebla alguna vez fue ciudad sagrada, función en la que había sucedido a Teotihuacán, otro lugar donde se encuentran dos imponentes pirámides de similar altura que guardan cierta relación estilística. El de Cholula mide 64 metros (el de Teotihuacán uno menos) y aunque están por debajo de los 70 de Tikal o los 76 del de Petén (ni mucho menos de los 146 del Kéops en Giza), su verdadera baza se encuentra en su base de 450 x 450 metros y 4.500.000 metros cúbicos, que superan toda comparación.
Curiosamente el término municipal se divide en dos partes, San Andrés y San Pedro, a causa de las dos ciudades que se originaron en el siglo XII d.C. como resultado de la conquista tolteca-chichimeca, que desplazó hacia el sur la cultura olmeca-xilanca previamente establecida; o en lenguaje más popular, los invasores cholultecas de Tollan contra los nativos Colomoxcas. Para entonces ya existía un teocalli , claro, pero los invasores construyeron otro en honor a Yacatecuhtli-Quetzalcoátl, cuyo emplazamiento hoy ocupa el monasterio de San Gabriel, y le pusieron el nombre de Tlachihualtépetl, que en náhuatl significa montaña hecha a mano. Cholula, por cierto, deriva del término cholollan , es decir, un lugar de refugio, en alusión a ese carácter sagrado.
La montaña en cuestión no fue levantada en dos días sino a lo largo de un milenio, probablemente a partir del año 300 a.C., ya que una de las grandes diferencias que tenían las pirámides mesoamericanas respecto a las de Egipto es que no eran definitivas sino que se iban ampliando. con ciclos calendáricos. Se han identificado cuatro etapas constructivas desde el Preclásico, aunque la mitología local atribuyó todo a un personaje llamado Xelhua, cuya historia sorprendió a los españoles por su parecido con el Génesis. .
Efectivamente, se decía que hubo un tiempo 4.800 años después de la creación en el que el mundo estaba poblado por una raza de gigantes y Xelhua fue el único que logró sobrevivir a las inundaciones provocadas por un diluvio, gracias a que se refugió en una gruta que el dios de la lluvia, Tláloc, tenía en una montaña. Cuando el nivel del agua bajó, Xelhua comenzó a construir una gran pirámide con adobes con la que llegar al cielo. Esto disgustó al padre de los dioses, Tonacatecuhtli, quien arrojó una piedra al aire que al caer mató a muchos de los trabajadores, deteniendo el trabajo.
Por lo que vemos hoy, Xelhua ya había realizado una base de 160.000 metros cuadrados cuando la mano divina puso fin a su proyecto, sucediéndole media docena de estructuras superpuestas, algunas con entierros en su interior; se han encontrado hasta cuatrocientos, en su mayoría del Posclásico. El uso como necrópolis continuó incluso cuando los toltecas abandonaron el edificio para construir el suyo propio. A la llegada de Hernán Cortés y su familia ya estaba semi abandonada y cubierta de maleza y, obviamente, no se hizo nada para limpiarla (se dice que el primero en darse cuenta de que era una pirámide fue Fray Toribio de Benavente) , permaneciendo así hasta el siglo XIX.
Cortés optó por viajar a Tenochtitlán pasando por Cholula por el prestigio religioso que tenía el sitio, a pesar de que sus aliados tlaxcaltecas y totonacas le recomendaron no tomar ese camino porque había otro más corto y directo; pero, sobre todo, porque Cholula era ciudad tributaria de los mexicas y podía preparar una trampa. Sin embargo, el extremeño insistió en seguir demostrando que no le tenía miedo a nada y porque se trata de una ciudad importante, la segunda de México con casi cien mil habitantes.
Los españoles fueron bien recibidos pero a los aliados indígenas no se les permitió la entrada y pronto comenzaron a revelarse algunos indicios de una posible trampa, aunque el asunto nunca quedó del todo claro. Así, los tlaxcaltecas insistieron en que un ejército azteca dispuesto a caer sobre ellos había acampado muy cerca (los exploradores enviados a localizarlo no encontraron nada) y en el casco urbano se detectaron calles cerradas, fosos ocultos y parapetos en los techos que daban mal presentimiento. . A los soldados. Luego vino la revelación de una Cholulteca a la Malinche (presumiblemente a cambio de casarse con su hijo) que, efectivamente, había una emboscada preparada.
Informado Cortés, decidió dar un ejemplo ejemplar y preventivo, derrotando a miles de cholultecas en seis horas (él mismo y Bernal Díaz del Castillo refieren cómo los tlaxcaltecas fueron especialmente duros, aprovechando la ocasión para ajustar cuentas). Dos semanas después, asegurada esa ruta de retirada, los españoles emprendieron nuevamente el camino de Tenochtitlán para encontrarse con Moctezuma, quedando el enclave dividido en dos partes ancestralmente rivales:la citada San Andrés y San Pedro.
Después de la conquista se hicieron varios intentos para derribar la pirámide, pero con tales dimensiones fue una tarea tan ardua que finalmente se optó por la opción más práctica:colocar una iglesia cristiana en su cúspide (hay que tener en cuenta que las pirámides solo eran estructuras para sostener un templo -o dos- en la cima), sincretizando a la Virgen con la diosa Chiconauhquiauhitl, quien era a quien se veneraba allí justo en la última etapa previa a la conquista (los toltecas abandonaron Cholula a principios del siglo XIV). Eso fue en 1594 y desde entonces el sitio recibió más daños:algunos naturales, porque rayos y terremotos casi destruyen la iglesia; otros humanos, ya sea durante la época colonial, para la construcción del Camino Real a Puebla, o después de la independencia, para una línea ferroviaria.
Dije antes que se encontraron numerosos enterramientos, tanto en la propia pirámide como en la zona arqueológica que la rodea, ya que hay un grupo de edificaciones asociadas. Muchos de los cuerpos recuperados muestran signos de haber sido ofrecidos, incluidos varios niños. Estos solían ser elegidos para ese final porque eran considerados ixiptlas , es decir, vínculos entre los mundos humano y divino, especialmente propicios para agradar a Tláloc; Recordemos que es probable que una sequía persistente, de la cual se tiene registro, originó el mito de Xelhua.
La zona arqueológica abarca 154 hectáreas y comenzó a ser estudiada en 1881 por el arqueólogo suizo Adolph Bandelier. Las excavaciones reales se llevaron a cabo en dos fases. La primera, entre 1931 y 1954, fue dirigida por el arquitecto Ignacio Marquina en el difícil contexto de la Guerra Cristeros. Consistió en la excavación de cuatro kilómetros (luego se duplicaría esa longitud) de túneles internos para acceder a las subestructuras y que permitió descubrir que la base era de ladrillos de adobe compactados con cerámica, grava y obsidiana; También facilitaron la extracción de diversas piezas (estatuillas, instrumentos musicales, armas...).
La segunda fase, bautizada como Proyecto Cholula y con apoyo gubernamental, duró de 1966 a 1970 y fue dirigido por Miguel Messmacher, con la colaboración del ahora célebre Eduardo Matos Moctezuma. Durante este periodo se sacaron a la luz algunos edificios anexos y patios y las investigaciones se extendieron a otros campos auxiliares, como la geología, la botánica o la paleozoología. La idea era reconstruir todo el sitio, como se había hecho en otros lugares para promocionar el turismo, pero resultó imposible por la complejidad de lo que estaba apareciendo y se perdió el interés, provocando el abandono de la obra.
Es por eso que la Gran Pirámide de Cholula permanece desconocida; Sólo se han analizado tres de las estructuras superpuestas, las conocidas como Edificio A o La Conejera (obra de la época preteotihuacana), Edificio B o la Pirámide de las Calaveras Pintadas (Teotihuacan y cuyo nombre se debe a la abundancia de calaveras como motivo decorativo artístico) y el Edificio C o Pirámide de los Nueve Pisos (del siglo IV-V d.C. y llamado así por sus frisos pictóricos).
Del enorme kilometraje de túneles, sólo 800 metros están habilitados para la visita (aunque el recorrido pasa frente al famoso mural de los Bebedores de Pulque) y hay que conformarse con admirar la montaña o sus componentes, en el caso de otros murales como como el de los Chapulines, cuyos temas son obvios. También cabe mencionar el Patio de los Altares, conjunto de edificaciones que sirven como acceso principal, el altar ceremonial (de un conjunto de cuatro) o el resto de construcciones arquitectónicas que completan el sitio. Por supuesto, también hay un museo.
Por supuesto, el visitante también puede disfrutar de otras cosas relacionadas con Cholula en general y la pirámide en particular. Por ejemplo, el 8 de septiembre es el nacimiento de la Virgen María y en consecuencia se celebran muchas fiestas religiosas en su honor. Uno de ellos tiene lugar con la Virgen de los Remedios, patrona local a la que está dedicada la iglesia piramidal, como protagonista (recordemos, asimilada a Chiconauhquiauhitl). Se completa con un acto nocturno -la Procesión de los Faroles- el día 31 y, entre mayo y junio, con la Bajada de la talla de la Virgen para pasearla por las calles de la ciudad.
Otra festividad, con diferente signo formal pero similar trasfondo, es la que se realiza en el equinoccio de primavera en honor a Yacatecuhtli-Quetzalcoátl, con una asistencia tan masiva como las anteriores. Esos días, la propia pirámide sirve de escenario para un acto folclórico que incluye música, danzas tradicionales y fuegos artificiales, pese a que algunos técnicos creen que los temblores de las explosiones pueden causar daños a los túneles. Cosas del Cerrito , como lo llaman los vecinos actuales.