El debut de Aníbal en España (224)
(1) Algunos senadores, casi todos más sensatos, compartieron esta opinión;
pero, como sucede con demasiada frecuencia, el partido más numeroso prevaleció sobre el más sabio.
Aníbal, nada más entrar en España, atrajo todas las miradas hacia él. (2) "Es Amílcar en
Su juventud volvió a nosotros, gritaron los viejos soldados. Misma energía en la cara,
El mismo fuego en sus ojos:este es su aire, estos son sus rasgos." Pero pronto el recuerdo de su
el de padre era el menor de sus títulos a favorecer. (3) No importa doblarse con más de
flexibilidad a las dos cualidades más opuestas, subordinación y mando:también
Sería difícil decidir si era más querido por el general que por el ejército. (4) Punto
de oficial que prefería Asdrúbal, si era un golpe de vigor y fuerza
audacia; no hubo líder que supiera inspirar al soldado más confianza, más audacia. (5)
Lleno de audacia para afrontar los peligros, estaba lleno de prudencia en medio del peligro.
Ninguna fatiga agotó su cuerpo, rompió su alma. (6) También apoyó el
frío y caliente. Sus comidas estaban sujetas y regidas por las necesidades de la naturaleza y
no sensualidad. Para mirar o dormir, no hacía diferencia entre el día y la noche. Dejó descansar los momentos que le dejaban los negocios, y no inducía el sueño ni con la suavidad del acostarse ni con el silencio. Se le veía a menudo, cubierto con una chaqueta de soldado, tendido en el suelo, en medio de centinelas y casetas de vigilancia. Su ropa no lo distinguía en nada de los demás:lo que se notaba eran sus armas y sus caballos. Era a la vez el mejor jinete y el mejor soldado de infantería. El primero se lanzó a la batalla; el último, abandonó la contienda.
Grandes vicios igualaban virtudes tan brillantes:crueldad excesiva, más que perfidia púnica, nada verdadero, nada sagrado para él, ningún temor a los dioses, ningún respeto a los juramentos, ninguna religión. Con esta mezcla de cualidades y vicios sirvió tres años a las órdenes de Asdrúbal, sin descuidar nada de lo que era necesario hacer o ver para llegar a ser un gran capitán.