Historia antigua

conversaciones de paz

Tan pronto como se supo, en el campamento de los sicilianos, que Epícides se había alejado de Siracusa, que los cartagineses habían abandonado Sicilia y, en cierto modo, la habían entregado por segunda vez a los romanos, después de haberla Preliminarmente, sonadas las disposiciones de los sitiados, se enviaron diputados a Marcelo para fijar las condiciones en las que se devolvería la ciudad. Hubo suficiente acuerdo para abandonar a los romanos todo lo que había pertenecido a los reyes y dejar el resto de la isla a los sicilianos, con su libertad y sus leyes. Los diputados solicitan una entrevista con aquellos a quienes Epicyde había confiado la dirección de los negocios; anuncian que el ejército les ha encargado tratar al mismo tiempo con Marcelo y con ellos, para que la fortuna sea igual para todos, tanto para los sitiados como para los que están fuera, y que no haya ninguna estipulación particular y exclusiva. Luego, introducidos en la ciudad para conferenciar con sus anfitriones y sus amigos, les hacen saber las condiciones acordadas con Marcelo, les prometen la vida y deciden así unirse a ellos para atacar a los lugartenientes de Epicides, Policleto, Filistión y Epicidio, de apellido Sindón.

Habiendo sido asesinados estos, convocaron una asamblea general y, después de haber deplorado el hambre que había causado tantos murmullos secretos en la misma ciudad, manifestaron que a pesar de todos los males que los acosaban, no se debía culpar a la fortuna, ya que era en poder de los siracusanos ponerle fin. Fue por afecto y no por odio que los romanos emprendieron el asedio de Siracusa. En realidad, sólo habían tomado las armas cuando vieron Sicilia en poder de Hipócrates y Epícides, aquellos satélites de Aníbal y luego de Jerónimo; habían sitiado la ciudad, más para expulsar a sus crueles tiranos que para reducirla. Ahora que Hipócrates ya no existía, que Epícides fue mantenido lejos de Siracusa y sus lugartenientes ejecutados, que los cartagineses, vencidos por tierra y por mar, se vieron obligados a renunciar a toda la posesión de Sicilia, ¿qué motivo les quedaría a los romanos para no ¿Desear la preservación de Siracusa, como en tiempos de Hierón, el más fiel de sus amigos? Por tanto, la ciudad y sus habitantes no tenían nada que temer excepto de sí mismos, si dejaban escapar la oportunidad de reconciliarse con los romanos. Quizás nunca haya otro tan favorable como el momento mismo en que la muerte de sus tiranos les devolvió la libertad.


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