En ese momento, los diputados enviados a Marcelo regresaron a Siracusa y les aseguraron que sus sospechas eran infundadas y que los romanos no tenían motivos para vengarse de ellos. Entre los tres oficiales al mando en Achradine había un español llamado Moericus. En la procesión de diputados se incluyó deliberadamente a uno de los auxiliares españoles. Éste, al encontrar a Moericus sin testigos, comenzó explicándole la situación en España, de donde acababa de llegar. "Allí todo estaba en poder de las armas romanas; Moericus podía, prestándoles un servicio destacado, obtener el primer rango entre sus conciudadanos, ya fuera que quisiera servir bajo los romanos o regresar a su patria. Si, por el contrario Si persistía en mantener el asedio, ¿qué esperanza le quedaba, invadido por tierra y por mar? Moérico, conmovido por estas razones, había añadido a su hermano a la embajada que se había acordado enviar a Marcelo para este hermano. Moericus, el mismo español, concertó una audiencia secreta con el general, cuyas palabras recibió éste, y cuando el plan estuvo bien resuelto, regresó a Acradina.
Entonces Moericus, para disipar toda sospecha de traición, afirma que estas idas y venidas de embajadores le desagradan; ya no es necesario recibir ni enviar a nadie; y, para que los puestos estén mejor custodiados, es necesario repartir los más importantes entre los comandantes; de este modo cada uno será responsable de la persona cuya defensa le ha sido confiada. Todos aprobaron la propuesta y, en la división, la suerte recayó en Moérico, la guardia del distrito que se extendía desde la fuente de Aretusa hasta la entrada del gran puerto:se ocupó de instruir a los romanos. Siguiendo este consejo, Marcelo hizo que un cuadrirreme remolcara por la noche un barco de transporte cargado de soldados hasta Acradina; tenían orden de desembarcar frente a la puerta cerca de la fuente Arethusa. El aterrizaje se ejecutó en la cuarta vigilia; Moericus presentó a los romanos, según lo acordado. Al amanecer, Marcelo lanzó a Acradina un asalto general para no sólo atraer a su lado la guarnición de este lugar, sino también obligar a la de la isla a abandonar su puesto para repeler el impetuoso choque de los romanos. .
En medio de este tumulto, barcos de transporte, que se tenían de antemano completamente equipados, listos para circunnavegar la isla, desembarcan allí hombres armados; este último, al encontrar los puestos vacíos y las puertas dejadas abiertas por los que acababan de acudir en ayuda de los Acradines, se apoderó, casi sin obstáculos, de la isla que el desorden y la huida de sus guardias habían dejado sin defensores. Nadie opuso resistencia menos valiente que los desertores, porque desconfiaban de sus mismos compañeros; huyeron en medio de la acción. Marcelo, al enterarse de que la isla había sido tomada, que una cuarta parte de Acradina estaba en su poder y que Moericus, con su guarnición, se había unido a sus tropas, hizo sonar la retirada para impedir el saqueo del tesoro real, que estaba Se dice que es más rico de lo que realmente era.