En Roma, los fracasos de Pisón, posteriores a los de Manilio y Censorino, causan un gran descontento. La popularidad de Publio Escipión llega a ser tal que; presentándose sólo ante la edilidad curul, fue elegido cónsul a pesar de su corta edad. Aún no cumple los 43 años que exige la ley; pero bajo la presión del pueblo, el Senado se ve obligado a ratificar esta elección y a enviar a Escipión a África, donde llega - 147. Apenas desembarcado en Utique, el nuevo cónsul debe volar en ayuda de Mancino, que está a punto de rendirse a el enemigo. Al regresar a su cuartel general, se apresuró a enviar a este último de regreso a Roma; luego, se ve obligado a constatar que, en su ausencia, el ejército se ha convertido en un grupo de saqueadores y ladrones. Los campos de ejercicios se transforman en almacenes para los traficantes y los soldados venden allí el fruto de su botín; las mujeres de mala vida circulan libremente por el campamento y por las noches van de una tienda a otra para vender sus encantos. Escipión reúne a sus soldados y los amonesta duramente
"Llevas más una vida de ladrones que de soldados. Te has acostumbrado más al comercio que a la lucha. En medio de la guerra abandonas tu campamento. para correr; sólo piensas en placeres... Quiero que todas las personas del campamento que no forman parte del ejército salgan hoy... La insubordinación será severamente castigada.
Una vez que se restablezca el orden, Escipión planea reanudar las operaciones militares. Por la noche, logra sorprender a Megara, el suburbio al norte de Cartago donde los ricos habitantes de la ciudad poseen villas esparcidas en medio de jardines y granjas. Pero esta parte exterior de la ciudad estaba salpicada de canales que se cruzaban en todas direcciones, el general romano no se atrevió a aventurar allí a sus legiones para asaltar la ciudad con calma.
Asdrúbal sólo se da cuenta al amanecer de lo mal vigilado que estaba este sector; Pero ya es demasiado tarde; Los campesinos ya están llegando para refugiarse dentro de las murallas. Furioso, hizo llevar a todos los prisioneros romanos a la muralla que domina Megara y ordenó que los torturaran con horribles torturas. Según Apiano, que relata estos hechos, “fue para privar a los cartagineses de toda esperanza de hacer la paz con los romanos y obligarlos así a esperar su salvación sólo de sus armas”. La reacción no es la esperada. El pueblo está asustado ante tal crueldad y el Senado protesta seriamente ante Asdrúbal; este último, que se siente lo suficientemente fuerte como para instaurar un régimen de terror, toma represalias ejecutando a algunos senadores.