La Batalla de Mohi, o Batalla del Río Sajó, (11 de abril de 1241) fue la principal batalla entre los mongoles liderados por Batû-Khan, nieto de Genghis Khan en el Reino de Hungría durante la invasión mongola de Europa.
Poco antes del amanecer, los defensores húngaros se vieron sometidos a una lluvia de flechas y piedras, “acompañadas de truenos y llamaradas. Algunos historiadores han afirmado que en esta ocasión los mongoles habrían utilizado los primeros cañones de la historia europea. Sin embargo, es más probable que fueran sólo catapultas y balistas, combinadas con petardos chinos, las que inspiraron este terror. De todos modos, ésta era la versión mongol de una preparación de artillería moderna. A este bombardeo mongol pronto le siguió un violento asalto.
Aturdidos por el sonido y la violencia del ataque, los defensores son rápidamente abrumados y los mongoles cruzan el puente. Alertado, el ejército de Bela sale corriendo de su campamento fortificado. Sin embargo, rápidamente queda claro que se trata sólo de un ataque de fijación.
De hecho, el esfuerzo principal está dirigido por tres tümens (unos 30.000 hombres), quizás puestos bajo el mando directo de Subotai. Aprovechando las sombras del amanecer, estos guerreros cruzaron las frías aguas del Sajo, al sur de la cabeza de puente, y luego giraron hacia el norte para atacar el flanco derecho y la retaguardia de los húngaros. Incapaces de resistir esta carga devastadora, los defensores se refugiaron en su campamento. A las 7 de la mañana los mongoles se apoderaron completamente de este último. A esto le siguen varias horas de bombardeos con piedras, flechas y nafta quemada.
A algunos húngaros les parece entonces que existe un camino de salvación en el Este. Un pequeño grupo comienza a galopar hacia la libertad. A medida que se intensifica el asalto mongol, los hombres huyen. Pronto una corriente de hombres se dirige hacia el oeste. Todos intentan huir para salvar el pellejo. Muchos fugitivos arrojan sus armas para correr más rápido. Desafortunadamente para ellos, cayeron en una trampa tendida por los mongoles. Montados en caballos de refresco, los mongoles aparecen por todos lados, derribando a los hombres exhaustos, persiguiéndolos en los pantanos y asaltando las aldeas en las que algunos han buscado refugio. En unas pocas horas de horrible carnicería, el ejército húngaro quedó totalmente destruido, dejando entre 40.000 y 70.000 muertos.
El rey Béla IV, sin embargo, apenas logra escapar. Con él, sólo le quedan tres de sus hombres. Aprovechando el colapso húngaro y la huida de su soberano, los mongoles asaltaron la ciudad de Pest, que quedó sin defensores. Como es habitual, los conquistadores se propusieron quemar la ciudad y masacrar a la población.
Esta victoria asegura a los mongoles el control de las tierras desde el Dnieper hasta el Oder y desde el Báltico hasta el Danubio. En cuatro meses, los mongoles derrotaron a ejércitos cristianos que sumaban cinco veces su fuerza.