Convertido en emperador único, Teodosio promulgó el Edicto de Tesalónica el 28 de febrero de 380 para obligar a su pueblo a abrazar la fe "católica" seguida por los obispos de Roma y Alejandría. Su elección es tanto religiosa como política, pues recibió el bautismo católico en el mismo año 380.
Hasta entonces, los sínodos habían sido impotentes para aplicar los cánones nicenos y poner fin a las diferencias cristológicas. Sin embargo, el objetivo no era ejercer la autoridad imperial sobre los asuntos religiosos. Tan pronto como entró en Constantinopla en 381, Teodosio convocó allí el segundo concilio ecuménico, que resultó en una definición más completa de la fe católica (el símbolo de Nicea-Constantinopla) al introducir una teología del Espíritu Santo. Perpetuó una concepción de la Iglesia como unidad en la diversidad al afirmar la autonomía de cada sede episcopal, reconociendo al mismo tiempo la preeminencia de Constantinopla, la capital imperial, justo después de la de Roma.
Los herejes fueron proscritos después de que Teodosio confirmara los cánones conciliares, que se habían convertido en ley civil, mediante el edicto de Constantinopla del 30 de julio de 381. Esto no implicaba formalmente la prohibición de los cultos paganos, ni el fin legal de la libertad religiosa, pero sí Fue el resultado gradual de edictos prohibicionistas ad hoc hasta el cierre de templos, escuelas filosóficas y festivales deportivos en el año 392.