El comercio exterior con los nuevos territorios se desarrolló según las Capitulaciones de Santa Fe, pero la existencia de numerosos afectados, entre ellos la Corona, modificó las condiciones de los intercambios con ultramar. En 1493 se instaló en Cádiz una aduana para centralizar los negocios con las Indias, y dos años más tarde se autorizó a los súbditos de los Reyes Católicos –castellanos y aragoneses– a comerciar con las colonias. En 1503 se estableció la Casa de Contratación a orillas del Guadalquivir para controlar las relaciones comerciales con América, y Sevilla se convirtió en el centro de la economía atlántica. En 1522 se creó la Casa de Contratación de la Coruña, cuyo objetivo era organizar expediciones a las Molucas, las Islas de las Especias. A pesar de durar siete años, el experimento amenazó la supremacía de Sevilla sobre el comercio colonial, aunque el monopolio de Sevilla fue confirmado en 1573.
Encuentros con Corsarios
A partir de 1520, los continuos ataques contra los buques mercantes castellanos y el aumento de los flujos hicieron necesario proteger las naves procedentes de Indias. La captura en 1523 de parte del tesoro de Cortés por parte del corsario francés Jean Fleur supuso una llamada de atención.
Desde entonces, los flujos de Indias navegaron protegidos por buques armados. El sistema de flotas y galeones, en el marco de la "Carrera de Indias", fue un circuito de hierro establecido en torno al monopolio castellano y la dominación sevillana. Las flotas surgieron en 1543 y su organización se completó a partir de 1564, cuando aumentaron las remesas de plata y hubo que redoblar la seguridad. Mientras la Armada Novohispana se dirigía a México, la Flota de Los Galeones garantizaba las comunicaciones con Tierra Firme y Perú. Como compensación por las exportaciones de metales preciosos y de determinadas materias primas, especialmente colorantes, las colonias se beneficiaron del retorno de manufacturas europeas (textiles y papel de calidad), hierro, mercurio, especias y algunos productos alimenticios de origen peninsular (trigo, aceite, vino). . La defensa de los buques mercantes se financiaba con el impuesto de desglose, que gravaba las mercancías transportadas en las flotas. Necesidades defensivas retrasaron el viaje a Veracruz o Portobelo, que podía durar de dos a tres meses, mientras que las embarcaciones sueltas lo hacían en sólo tres semanas.
Sistema de defensa del comercio exterior
El sistema de flotas y galeones protegió los flujos trasladados a la metrópoli y mantuvo operativas las vías de comunicación interoceánicas, amenazadas por piratas, corsarios y algunas flotas de potencias rivales. La Corona y los particulares estaban en juego mucho y, aunque era caro, el esfuerzo merecía la pena. Prueba de la eficacia del sistema es que durante el siglo y medio que estuvo activo las flotas sólo fueron atacadas en tres ocasiones:en 1628, el almirante holandés Piet Heyn lo capturó en la Bahía de Matanzas, Cuba, y en 1656 y 1657, el almirante Blake lo atacó en aguas españolas, cerca de las Islas Canarias. Las flotas intentaron mantener el monopolio, que se mantuvo más o menos inalterado hasta mediados del siglo XVIII y cuya existencia suponía una doble restricción. Por un lado, limitaba a los súbditos españoles la posibilidad de comerciar con las colonias y residir en ellas, ya que a los extranjeros se les prohibía hacer uso de tales derechos. El otro aspecto requería que el comercio exterior colonial estuviera centralizado en Sevilla, para poder controlar mejor los cambios y recaudar impuestos con un mínimo de fraude y evasión.
Sevilla:Principal Puerto Comercial
El monopolio sevillano excluyó a los restantes puertos peninsulares del comercio exterior colonial, que fue modificado entre 1765 y 1778 con la aprobación del Reglamento de Libre Comercio. La riqueza minera había transformado Sevilla, que entre finales del siglo XV y principios del XVII pasó de ser una pequeña capital andaluza de 45.000 habitantes a una gran ciudad europea de casi 130.000. Para concentrar los flujos comerciales y hacer más eficaz la protección militar y el control fiscal, el sistema de flotas y galeones se estructuró en torno a unas pocas cabezas. Sevilla era la única europea y su supremacía se consolidaba en detrimento de Cádiz, su eterno rival. Canarias y Cuba (La Habana) fueron otros centros neurálgicos del sistema, ya que sus puertos y defensas facilitaban el control, permitían el suministro de alimentos y agua y, en caso necesario, realizar las reparaciones necesarias. En 1525, la corona autorizó a Gran Canaria, Tenerife y La Palma a negociar con América. Una vez consolidado el sistema de flotas y galeones, las flotillas debían converger en La Habana para regresar juntas a la metrópoli. En 1717, con el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz, los gaditanos vieron hecho realidad su sueño de ser jefes de la Carrera de Indias.
Inconvenientes y ventajas de Sevilla
Sevilla tenía inconvenientes y ventajas. Entre los primeros destacaron los más de 100 kilómetros que la separan de Cádiz, remontando el Guadalquivir, atravesando varios bancos de arena, incluido el de Sanlúcar, donde quedaron varadas numerosas embarcaciones. El dragado del río fue permanente para garantizar su navegabilidad. Sin embargo, Sevilla estaba mejor protegida que Cádiz y cualquier otro puerto de su vasta bahía, tanto de las tormentas atlánticas como de los ataques ingleses y berberiscos. Sevilla también era un mercado importante y rico y tenía un hinterland más extenso, lo que facilitó el aprovisionamiento de las flotas. En la ciudad existieron poderosas casas comerciales nacionales y extranjeras y un Consulado, creado en 1543, capaz de inclinar la balanza a su favor.
Ruta principal de las Flotas y Galeones de Comercio Exterior
El principal destino de las flotas era Veracruz, en la Nueva España, mientras que los galeones llegaban a Tierra Firme para conectar el virreinato del Perú con la metrópoli. Su capital, inicialmente en Nombre de Dios, se trasladó a Portobelo, en el istmo de Panamá, desde donde las mercancías pasaban al Pacífico, mitad a lomo de mula, mitad por el curso navegable del río Chagre, hasta llegar a Panamá para Continúe luego hasta El Callao, el puerto de Lima, en la Armada del Mar del Sur. Nombre de Dios y Portobelo sólo tuvieron actividad cuando llegó la flota o hubo que despachar las riquezas peruanas. Las difíciles condiciones sanitarias del istmo impidieron establecer una población estable, lo que reforzó el papel defensivo de Cartagena de Indias y su condición de puerto comercial en la región. Teóricamente la periodicidad de ambas flotas era anual. Las flotas debían zarpar de España en abril y los galeones en agosto, aunque era complicado cumplir estas fechas. Con el tiempo, los periodos entre flota y flota se fueron espaciando y se puso en duda la eficacia del sistema. En la segunda mitad del siglo XVII se enviaron 25 flotas a Nueva España y 16 a Tierra Firme, una flota cada dos años a Veracruz y cada tres a Sudamérica. En los primeros cuarenta años del siglo XVIII, los plazos entre flota y flota aumentaron a tres años en México y casi seis en Tierra Firme.
El Contrabando
El fraude de los comerciantes de la "Carrera de Indias" fue tan grande que se puede hablar de contrabando. En Nueva España sólo un tercio del comercio exterior era legal y el resto era contrabando. A mediados del siglo XVII, para pagar menos impuestos, al menos el 25% de la plata enviada en la Armada de los Mares del Sur no se registraba. Numerosas mercancías, especialmente plata, desembarcaban clandestinamente en los puertos de la Bahía de Cádiz para ser introducidas subrepticiamente por los "metedores" en esta ciudad o en Sevilla. Las declaraciones eran falsas y la cantidad de plata declarada oficialmente a la llegada de las flotas era inferior a las noticias publicadas en la prensa extranjera o a la información manejada por los comerciantes y las autoridades. Por ello, la Real Hacienda cobró a los comerciantes un "indulto" que equilibraba lo declarado con lo supuestamente defraudado, sin protestas de los comerciantes.