"– ¿Y ha vuelto a aparecer el perro negro? – Lo veo y lo escucho por todas partes, sus ladridos me despiertan. Hechizos para que no Vuelve, me da miedo"
Fascinado por sus obras sarcásticas y grotescas, el "Rey Sabio" era un coleccionista obsesionado de las obras del Bosco. Tanto es así que murió en agonía rodeado de ellos.
Extracción de la piedra de la locura (El Bosco)A mediados del siglo XVI, en 1562, Felipe II decide construir un monasterio, un palacio, un mausoleo, una biblioteca y un lugar de retiro, todo en uno, en un lugar situado en la Sierra del Guadarrama. Pero además, con la construcción de ese edificio el rey cumpliría una promesa que le hizo tras la victoria contra los franceses el día de San Lorenzo, por lo que dedicaría su obra a este santo. Su interés por él fue tal que poco más de veinte años después, en 1584, aquel palacio-monasterio estaba completamente construido.
Pero Felipe II no se contentó con ello. Establecido allí, decidió que en ese lugar santo, de profunda simbología mística, recogería todas las reliquias que le fueran posibles. Y más aún, compraría, al precio que fuera, todos aquellos libros y cuadros de temática religiosa que le ayudaran en su último deseo:el encuentro con Dios.
Por su formación y su vasta cultura, siempre quiso se rodeó de los mejores artistas y utilizó una gran cantidad de recursos para mecenazgo y promoción del arte.
Monasterio de El Escorial
Entre sus pintores de corte encontramos a Alonso Sánchez Coello, Sofonisba Anguissola, Juan Pantoja de la Cruz y Juan Fernández de Navarrete. Además de estos autores que trabajaron habitualmente para el monarca, encontramos obras compradas de artistas como Memling, Durero, Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Correggio, Bassano, Sebastián del Piombo o Tiziano.
Pero realmente, ¿quién sería el pintor? Lo acompañaría hasta el final de sus días fue sin duda Jheronimus van Aken, conocido popularmente como Bosch. Fue un pintor nacido en el norte del Ducado de Brabante, en lo que hoy son Países Bajos, autor de una obra excepcional tanto por la extraordinaria inventiva de sus figuraciones y los temas tratados como por su técnica, a la que Erwin Panofsky calificó de un artista «lejano e inaccesible» dentro de la tradición de la pintura flamenca a la que pertenece.
Bosco puso su vena satírica al servicio de un discurso moral basado en la doctrina tradicional católica Iglesia, con frecuentes alusiones al pecado, a la fugacidad de la vida y a la locura del hombre que no sigue el ejemplo de los santos en su “imitación de Cristo” . Adelantado a su tiempo, la mayoría de las obras del Bosco están impregnadas de una visión pesimista de la humanidad, centrada en los pecados del ser humano que son representados con gran originalidad y un estilo grotesco que en la representación de figuras se acerca al surrealismo.
Bosco
Felipe II estaba fascinado por "las diablerías" de Bosco. Llenó el Monasterio de El Escorial con todos los cuadros de El Bosco que pudo. La mayoría los adquirió de otras colecciones nobles que existían en el momento y una vez fallecido el artista flamenco. En 1574 llegaron El carro de heno, la Tabla de los pecados capitales, la Adoración de los Reyes Magos, Cristo con la cruz y varias Tentaciones de San Antonio, mientras que en 1593 llegaron otras pinturas procedentes de la subasta de Fernando de Toledo, hijo del Gran Duque de Alba, como El Jardín de las Delicias o La Coronación de Espinas. Gracias a Felipe II, España cuenta con el mayor número de obras originales del Bosco.
¿A qué se debe esta devoción por un extraño pintor que hacía alarde de unos gustos aparentemente tan contrarios a los de nuestro “rey prudente”? Dicen que Bosch pertenecía a una sociedad secreta y herética llamada Adamitas, una facción escindida de los Taboritas. De ellos se puede decir que fueron los primeros nudistas convencidos de la historia:siempre rezaban desnudos mientras esperaban el Fin del Mundo.
El Jardín de las Delicias, obra más famosa del Bosco, Museo del Prado
Esos cuadros estaban cambiando el personalidad del rey. Quizás por esta afición, o quizás por el intenso dolor de su enfermedad, o porque era consciente de que su vida estaba llegando a su fin, el misticismo del rey se convirtió en una obsesión. En medio de la agonía por sus enfermedades, esos cuadros fueron su mejor terapia. En ellos intentó encontrar alivio al sufrimiento que le provocaba su enfermedad.
Desde 1592 su salud se había deteriorado irremediablemente. La caída fue como un cuchillo afilado que se clavó en su cuerpo, causándole un dolor tan intenso que ni siquiera podía firmar los documentos que le colocaban delante. Ni sentado ni en la cama, teniendo que ser su ayuda de cámara quien ideó una silla especial que permitía al monarca cambiar de posición.
El 30 de junio de 1561 abandonó Madrid para no volver jamás a la Corte. Al igual que su padre, que pasó sus últimos días en el monasterio de Yuste, ahora se dirigía al monasterio de El Escorial. Durante seis días viajó en su silla especial llevada por porteadores que se turnaban. Un viaje que parecía eterno e interminable. Allí esperaría la llegada de la muerte, el encuentro con Dios. Con sus cuadros que había confiscado a su medio hermano, Don Juan de Austria, tras su victoria en Flandes. Aquellos cuadros que hablaban de pecados, tentaciones y, sobre todo, pintaban el cielo y el infierno como si en ellos hubiera estado aquel pintor flamenco.
Habitación de Felipe II en El Escorial
Existe una leyenda bastante extendida que asegura que cuando Felipe II Agonizando, pidió que le llevaran todos los cuadros del holandés a su habitación para fortalecerse moralmente. En su habitación estaba la tabla de la Tabla de los Pecados Capitales, que recuerda cuáles son los pecados del hombre y en las esquinas están representados la gloria y el infierno.
La noche de su muerte, el 13 de septiembre de 1598, el rey se despertó en medio de una terrible pesadilla. El padre Sigüenza se va a su cama y el rey grita «el perro negro y el hombre de negro» . El padre intenta tranquilizarlo, pero le dice que esos procedían de los cuadros que colgaba en las paredes de su dormitorio. La presencia de crucifijos e imágenes religiosas en esa sala se justifica fácilmente. Lo que no lo fue tanto es la presencia de aquellos cuadros del Bosco, nueve en total.
El túnel, cuadro de El Bosco
Sufriendo dolores tan intensos que no podía moverse, tocar, lavar o cambiarse de ropa, a las cinco de la mañana del domingo 13 de septiembre de 1598 fallecía Felipe II en el monasterio de El Escorial. Tenía 71 años y su agonía había durado 53 días. Según la leyenda, el rey abandonó este mundo contemplando El Jardín de las Delicias, quizás porque allí vio el lugar que le esperaba en la eternidad.