Historia antigua

Álvar Fáñez, un caballero a la sombra del Cid

Álvar Fáñez, un caballero a la sombra del Cid

De manera desigual ambos fueron distorsionados por la tradición cidiana. Alfonso VI se convirtió en un rey mediocre, envidioso, cohibido y menor, convertido en paradigma de rey desleal, manipulable y obtuso. Álvar Fáñez sería engullido por la Minaya del Cantar del Mío Cid , arquetipo épico del caballero subordinado hábil en la batalla y modelo de excesiva lealtad hacia el líder carismático. Las fuentes históricas nos presentan una realidad diferente a aquellas figuraciones épicas, heroicas y literarias.

Ni Alfonso VI fue tan mal rey, ni Rodrigo Díaz tan buen vasallo, ni Álvar Fáñez tan hábil caballero, al menos no en la forma en que Cantar él lo glorificaría, estableciendo imágenes duraderas y establecidas incluso en nuestros días. Pero algo motivó la consagración de Álvar Fáñez como heroico caballero, y esa realidad hay que buscarla en los años en los que se encargó de la defensa de una Toledo en persistente estado de amenaza frente a los almorávides. Pero antes Fáñez se había endurecido en el difícil mundo que le tocó vivir, actuando en todo momento como un agente leal a Alfonso VI, ejecutando las diferentes misiones que el rey le encomendaba, permaneciendo siempre fiel al monarca. P>

No es demasiada la evidencia histórica que nos queda de Álvar Fáñez, pero no tan poca como para no trazar una biografía del personaje. Lo hizo Plácido Ballesteros, elaborando el estudio más completo sobre Fáñez que se ha hecho hasta la fecha. No sabemos exactamente cuándo pudo nacer, aunque suponemos que en fechas similares a las de Rodrigo el Campeador, con quien mantendría algún grado de parentesco. Lo vemos aparecer confirmando en la carta de depósito que el matrimonio formado por Rodrigo y Jimena firmó en el año 1074, donde se dice que es sobrino de Rodrigo. . Esto nos permite verlo integrado en la corte de Alfonso VI, tras haber servido posiblemente, como pariente suyo, al fallecido Sancho II de Castilla. A partir de entonces, el rey le encargaría diferentes tareas complejas que entrañaban responsabilidad.

Álvar Fáñez, un caballero a la sombra del Cid

El primero del que somos conscientes nos lleva a la primavera del año 1086, cuando Fáñez, tras haber ayudado a Alfonso en las operaciones que desembocaron en la conquista de Toledo el año anterior, sería designado por el soberano para proteger al-Qadir. Al-Qadir, nieto del gran al-Mamun, con quien Alfonso había mantenido buenas relaciones, había sido compensado con el trono de Valencia a cambio de la entrega de Toledo. Pero Valencia fue un escenario convulso , complicado, donde varias facciones codiciaban el poder y donde había familias poderosas e influyentes. Al-Qadir no parece tener muchas virtudes. Las crónicas musulmanas lo presentan como un individuo pusilánime, dominado por la inacción y el gusto por el lujo y los placeres de la vida. Alguien así necesitaba ser protegido en su nuevo trono valenciano, y de paso asegurar los homenajes que Valencia rendiría a Alfonso VI desde su nuevo cargo. Alfonso salió ganando con ese arreglo, ya que dominaría el trono valenciano colocando sobre él un títere fácilmente dominable. El designado para proteger la nueva y débil Taifa fue precisamente Álvar Fáñez, quien escoltó a al-Qadir hasta Valencia al mando de un ejército de unos cuatrocientos caballeros cristianos proporcionados por Alfonso VI.

Álvar Fáñez en Valencia

La etapa valenciana de Fáñez es muy interesante, porque allí este guerrero actuará de forma muy similar a la que desarrolló Rodrigo Díaz en ese mismo contexto años después. Fuentes islámicas contemporáneas, conservadas en crónicas posteriores, permiten contemplar a un Álvar Fáñez que se sirve de musulmanes valencianos insurgentes que engrosan sus filas, los conocidos como dawair. , en el que también se apoyará más adelante el Campeón, siguiendo un patrón de comportamiento similar en su etapa como protector del Valencia. Desde un pueblo cercano a Valencia llamado Ruzafa Fáñez y sus hombres velarían por la seguridad del nuevo rey valenciano y velarían por la recaudación de los impuestos de Alfonso VI, parte de los cuales se embolsaría el propio Fáñez. De hecho, Fáñez no tardó en someter a al-Qadir a una fuerte presión fiscal, buscando promover la impopularidad de la nueva taifa, tras una estrategia de disolución que Alfonso VI había llevado a cabo para desestabilizar el poder en Toledo y finalmente dominarlo. en total. Játiva, una de las localidades cercanas a Valencia, se negó a pagar estos asfixiantes impuestos y se declaró en rebelión, obligando a al-Qadir a asediarla. La Taifa de Lérida, que codiciaba Valencia, aprovechó la ocasión para atacar con un ejército que incluía caballeros catalanes comandados por Guirart el Romano. Al-Qadir huyó a Valencia y al-Mundir de Lérida pudo entonces hacerse fuerte en Játiva y dominar también la Taifa de Dénia.

Fáñez mantuvo en todo momento una actitud pasiva, observando cómo se desarrollaban los acontecimientos. No dejó de exigir onerosos tributos a al-Qadir, buscando siempre su deterioro para conseguir el dominio absoluto de Valencia. , siguiendo pautas concebidas por Alfonso VI. El poder de Fáñez creció y el de al-Qadir disminuyó, lo que hizo que bastantes valencianos, el citado dawair , pronto se unió a las filas de los castellanos. , llamados por otras fuentes “malhechores”, “garzones”, “retorcidos”. Un cronista nos cuenta vívidamente sobre aquellos tornadizos que se sumaron a las filas de Álvar Fáñez:

Aunque el cronista se refiere a un momento posterior, ayuda a comprender que las tropas de Fáñez serían de carácter mixto, al igual que las del Campeador. Y es que en estos tiempos de convulsiones las fronteras religiosas estaban mucho menos claras de lo que hoy podemos creer. Algunos de esos musulmanes ya no dejarían de servir a Fáñez, acompañándolo desde entonces en distintas misiones y en distintos escenarios geopolíticos.

Fáñez no estaba satisfecho con extraer tributo de al-Qadir. Complementó esos beneficios con los obtenidos por el lanzamiento de razzias contra territorios pertenecientes a la Taifa de Lérida, como Burriana. Acompañado de aquellos "moros canallas" y "otros almogávares", imprescindibles conocedores de la tierra, asaltó y arrasó villas y castillos, consiguiendo bienes como vacas, ovejas, yeguas y diversos objetos de valor, que eran llevados a Valencia para ser vendidos allí a subasta. . Todo esto fue lo que luego hizo Rodrigo Díaz en su etapa como protector de Valencia, e incluso más tarde, actuando como caudillo independiente, totalmente ajeno a Alfonso VI. Y es por eso que podemos considerar que Álvar Fáñez, bajo la influencia de Alfonso VI, creó unas estructuras fiscales y bélicas. que sería aprovechado con mayor intensidad por el Campeador. El cerebro de este modelo de presión y exigencia no fue otro que Alfonso VI, que dominó a distancia diversos escenarios peninsulares, utilizando para ello agentes bien entrenados y disciplinados. Fáñez siempre sirvió al rey con lealtad y disciplina, y sin duda obtuvo muchos beneficios para sí. Rodrigo Díaz entendió que podía ir más allá, no se conformó con ser un mero agente real, entendió que podía convertirse en dueño de facto de Valencia y su taifa, y actuó en consecuencia.

La invasión almorávide

La posición de Fáñez en torno a Valencia era ideal, actuando como gobernante de facto, enriqueciendo a su rey, y lucrando él mismo, a base de extorsión y guerra, todo esto basado en el poder que tenía un poderoso le entregó un ejército de caballeros cristianos y musulmanes capturados. Pero encontrándose así, la tormenta almorávide se desató. , y el fiel Fáñez fue llamado por Alfonso VI para engrosar el ejército que tendría que enfrentarse en el campo de batalla a los norteafricanos comandados por Yusuf ibn Tasufín. No estuvo ni un año como protector de Valencia, y en pocos meses pasó de las mieles valencianas a las agallas de la derrota cristiana en Zallaqa. , en las cercanías de Badajoz (23 de octubre de 1086), contra unos almorávides que habían llegado a la Península Ibérica para dominarla y permanecer allí. A partir de ese día, las relaciones entre cristianos y musulmanes en la península empezarán a cambiar, y el modelo dominante de Alfonso VI, basado en la extorsión, la guerra, la intervención político-militar, dejará paso, en unos años, al enfrentamiento abierto entre los reinos cristianos y un al-Andalus unificado dominado por los almorávides.

Sin embargo, tras Zallaqa, y mientras se consolidaba el dominio norteafricano, Alfonso VI siguió interviniendo en la política de las Taifas, intentando dominarlas y vaciar tributos en sus arcas. Para ello utilizó a sus principales capitanes, enviando a Rodrigo el Campeador a Valencia, para actuar allí como había hecho Álvar Fáñez, y al propio Fáñez a la zona de Granada y Almería. Abd Allah gobernó Granada, el último rey de una dinastía zirí de origen bereber que nos dejará una autobiografía que es sin duda un texto fundamental para comprender las complejidades de la segunda mitad del siglo XI en la Península Ibérica. En esos Recuerdos Brilla por su ausencia Abd Allah Rodrigo el Campeador, pero no así Álvar Fáñez con quien el propio rey de taifa tuvo que lidiar en tensas negociaciones. Su historia nos permite conocer de primera mano el modus operandi de aquellos magnates que actuaron en nombre de Alfonso VI, y también en el suyo propio.

Álvar Fáñez, un caballero a la sombra del Cid

Sería entre finales de 1088 y el primavera de 1089 cuando Fáñez operaría en las taifas de Granada y Almería , tras haber actuado en la zona de Guadalajara y el corredor del Henares tras la derrota de Zallaqa, así como en las fronteras de León y Castilla conteniendo el avance de las escuadras almorávides. También se habría integrado en la hueste que Alfonso VI organizó en Toledo para levantar el asedio al que las huestes almorávides y andaluzas habían sometido a la fortaleza cristiana de Aledo (Murcia), expedición tras la que Rodrigo Díaz fue desterrado por segunda vez. El apoyo a los almorávides en Aledo desde taifas como Granada y Almería llevaría a Alfonso VI a enviar allí a sus fieles Fáñez, para extorsionarlos y exigirles tributos con la amenaza de destruir sus reinos si no pagaban. Aquel fue sin duda un acto de fuerza por parte del emperador leonés, y un castigo a quienes habían apoyado a los almorávides con tropas y dinero para sitiar Aledo.

Abdallah relata que "Álvar Háñez era el jefe cristiano que tenía a su cargo las regiones de Granada y Almería", de manos de Alfonso, quien "le había encargado unas y otros Estados, para poder actuar como quisiera, actuando contra los musulmanes que no pudieron acceder a sus exigencias, extrayendo dinero de ellos e interviniendo en cuantos asuntos pudiera proporcionarle alguna ventaja, subraya Abd Allah en ese párrafo”. la autonomía de criterio de estos agentes reales, que pese a servir a su rey también actuaban, en gran medida, por su cuenta. Se trataba de debilitar a las taifas y sacarles el máximo dinero posible, y Fáñez ya lo sabía muy bien. cómo proceder en ese sentido, gracias a las experiencias vividas en Toledo y Valencia. En un principio Fáñez envió un emisario a Abd Allah, para informarle que invadiría y destruiría Guadix si no le pagaba una especie de rescate a cambio. no actuar contra una de sus ciudades. Abd Allah sabía que no tenía un ejército con el que enfrentarse a las tropas comandadas por Fáñez, y por eso accedió a pagar al comandante cristiano, "haciendo un pacto con él para que, tras recibir las sumas, no se acercara Ninguno de mis estados Después de recoger el dinero, continúa Abd Allah, Fáñez le dijo las siguientes palabras:

El granadino expuso al cristiano que no estaba en condiciones de pagar nada a su rey, debido a la pérdida que le había causado la llegada de los almorávides y su propia demanda, pero, cuenta, "el cerdo no me respondió". Fáñez se limitó a no decir nada y enviar un mensajero a su rey para ponerlo al tanto de la situación. Alfonso VI no tardó en acudir en persona a extorsionar a un Abd Allah situado entre el yunque almorávide y el martillo cristiano . El rey cristiano extrajo del granadino la suma de 30.000 meticales, en concepto de los atrasados ​​marginados de la batalla de Zallaqa hasta ese momento. No pasó un año entre aquellos días y el momento en que el zirí granadino fue derrocado por los almorávides y deportado al norte de África, donde escribió aquellas Memorias. .

Con la situación en Andalucía oriental ultimada, el nuevo destino de Fáñez era Sevilla , donde tuvo que ayudar a al-Mutamid, príncipe de esa poderosa taifa, a contener el avance almorávide. Fue en esa misión que Álvar Fáñez fue derrotado y herido en una batalla contra los norteafricanos cerca de Almodóvar del Río. Una escueta noticia de aquel día nos cuenta que Fáñez fue derrotado en batalla y herido en el rostro de un golpe de espada:“En este año, Ven Alhange trató con Aluar Fañes en Almodóuar y él vençiole y le dio una gran ferida con espada en la cara ” (Primera Crónica General , ed. R. Menéndez Pidal, Madrid, Editorial Gredos, cap. 864, pág. 535-536).

La caída de Sevilla en manos almorávides llevaría a Álvar Fáñez a operar durante un tiempo en la zona de Zorita de los Canes, Cuenca y Huete, asegurándose el dominio de Alfonso VI en un sector que había pertenecido a la Taifa de Toledo y últimamente a al-Qadir, este último asesinado en Valencia en octubre de 1092. Un poco más tarde aquellas tierras situadas entre las actuales provincias de Cuenca, Guadalajara y Toledo se denominarían “las tierras por Álvar Fáñez” , dejando así constancia de la actividad militar y de gobierno que allí desarrolló el caballero castellano, que aparecerá en algún documento de la época (1097) como "tenente" de Zorita (de los Canes) y "señor" ("dominus") de Zorita y Santaver. Desarrollando esta nueva responsabilidad, es nuevamente derrotado por los almorávides, posiblemente uno de ellos en Consuegra (año 1097), donde los norteafricanos aplastaron a las huestes de Alfonso VI y donde encontró la muerte Diego Ruiz, único hijo de Rodrigo el Campeador. .

Álvar Fáñez, un caballero a la sombra del Cid

La presión almorávide sobre Toledo obligó a Fáñez a concentrarse en su defensa, figurando en la documentación como "Duque de Toledo" y "Príncipe de Caballería de Toledo". Estos cargos, de reciente creación, muestran a un Fáñez encargado de defender un Toledo en permanente estado de amenaza . Y es que por aquel entonces Álvar Fáñez ya era uno de los magnates más preponderantes de León y Castilla, como prueba el hecho de que había conseguido casarse con una de las hijas del poderoso Pedro Ansúrez, el gran confidente de Alfonso VI, su brazo derecho, su principal vasallo, quizás el magnate más influyente del momento.

Tenemos información más completa sobre nuestro protagonista en 1108, año en el que los almorávides comandados por Tamim ibn Yúsuf, uno de los hijos de Yúsuf ibn Teshufin, derrotarán contundentemente cerca de Uclés (Cuenca) a unos cristianos liderados, entre otros, y precisamente, por Álvar Fáñez. En aquella batalla de Uclés Fueron asesinados García Ordóñez, conde de Nájera, y Sancho Alfónsez, el único hijo varón que Alfonso VI había logrado tener tras varios matrimonios, y que era fruto de su unión con la musulmana Zayda. Sancho debía tener entonces 13 o 14 años, y no moriría en plena batalla, sino más tarde, siendo perseguido y emboscado por una escuadra almorávide él y los magnates que lo protegían. Álvar Fáñez pudo huir de la debacle y refugiarse en Toledo con algunos de los suyos, quizá pensando que Toledo sería el próximo objetivo atacado por los almorávides.

Álvar Fáñez, un caballero a la sombra del Cid

Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo y cronista , narra en su obra de mediados del siglo XIII la aparición de un Fáñez derrotado ante un desolado Alfonso VI, que exigirá explicaciones por la muerte de su único heredero varón. "¿Dónde está mi hijo, la alegría de mi vida, el consuelo de mi vejez, mi único heredero?", increpó un desolado Alfonso a sus hombres, a los que acusó de no haber hecho todo lo posible por salvar la vida del infante en el batalla, si no hubiera dado la vida por él como lo había hecho García Ordóñez. Es en esos momentos cuando Álvar Fáñez habría tomado la palabra para explicar a su rey los motivos que les habían llevado a escapar y refugiarse en Toledo. Si hubieran caído, como había caído el joven príncipe, todo el reino podría haberse perdido. Jiménez de Rada nos presenta a un Fáñez poseedor de lo que hoy llamamos “sentido de Estado”:

En la derrota de Uclés, Alfonso perdió no sólo a su hijo Sancho, sino también importantes localidades fronterizas como Cuenca, Amasatrigo, Huete, la propia Uclés, Oreja, Ocaña y Consuegra. El emperador sólo viviría un año más. Posiblemente su muerte fue precipitada por el dolor que le provocó la muerte de su único hijo. Su hija Urraca ascendería al trono ese mismo año, en medio de una división de opiniones entre quienes la apoyaban y otros que entendían que una mujer no estaba capacitada para asumir la máxima responsabilidad del reino. Obligada a casarse con Alfonso I de Aragón, más tarde llamado "el Batallador", no tardaría en iniciarse una guerra civil entre Aragón y León-Castilla y los partidarios de uno y otro.

La muerte de un caballero fiel

Fáñez siempre se mantuvo fiel a Urraca, como lo había hecho durante años con su padre, y fue precisamente sirviéndola que encontró su muerte. Durante esa guerra intracristiana hubo cabildos fronterizos que apoyaron a Alfonso de Aragón y se rebelaron contra Urraca. Uno de ellos fue Segovia, y Fáñez fue enviado por la reina para intentar sofocar aquella revuelta. En el transcurso de esa misión, que sería la última para él, el fiel caballero, curtido en mil batallas contra los musulmanes, encontró la muerte.

En 1114 Álvar Fáñez muere en Segovia, y el héroe nace, posiblemente en Toledo. Y es que el recuerdo de Fáñez perduró y la figura de él fue ampliada por escritos posteriores. Uno de ellos, de mediados del siglo XII, la Chronica Adefonsi Imperatoris o Crónica del Emperador Alfonso VII , compuesta quizá en ambientes cortesanos toledanos, relata que tras la muerte de Alfonso VI los almorávides se aprovecharon del estado de confusión y falta de liderazgo en el que se había sumido el reino. Los norteafricanos centraron todas sus energías en recuperar Toledo para el Islam, concentrando poderosos ejércitos que sitiaron la ciudad del Tajo. Pero en Toledo estaba Álvar Fáñez, que rechazó valientemente con los suyos, y asesorado por sabios mayores, distintos intentos de asalto lanzados por los musulmanes:

No fue la única ocasión en la que el "Príncipe de Caballería de Toledo" tuvo que repeler los ataques almorávides tras las murallas de Toledo. Aquella aportación a la defensa de la nueva capital simbólica del reino de León y Castilla serviría para que en adelante fuera recordado como un héroe, adornado con las virtudes de los buenos caballeros en distintas composiciones poéticas. Uno de ellos, el Poema de Almería, también de mediados del siglo XII, posiblemente realizada por las mismas manos que escribieron la Crónica del Emperador Alfonso VII , lo equiparó con el caballero castellano más famoso, el “Mio Cid” Rodrigo Díaz, quien se habría considerado inferior a Fáñez:

Es la primera mención que encontramos a “Mio Cid”, y también la primera vez que se alude a esta épica pareja formada por El Campeador y Álvar Fáñez, que ser llamado “Minaya” por un Cantar de Mío Cid que en aquella época ya sería cantada por juglares en plazas, mercados y castillos. El Canto Sólo consagraría y amplificaría esa asociación de héroes, donde el Cid es el gran caudillo y Minaya el hombre principal y capitán de él, su "brazo derecho" o "brazo diestro". Sin embargo, hemos tenido ocasión de comprobar que Rodrigo y Álvar vivieron vidas diferentes y separadas, siguiendo caminos distintos. Uno fue siempre fiel a su rey, el otro comprendiendo que podía ser llamado a emprender una empresa tan enorme y gloriosa como la conquista de Valencia y su reino, y actuó en consecuencia. Pero todo héroe épico necesita atributos que refuercen su naturaleza heroica, su carisma y grandeza. Un caballo (Babieca), unas espadas (Tizona y Colada) y también una teniente abnegada, fiel, valiente y hábil como esa Minaya que el Cantar nos presenta. , que no es más que una copia de Olivier en la Chanson de Roland , y que en vida había dado ejemplo de lealtad a un líder, no llamado Rodrigo, sino Alfonso.

Bibliografía

  • Ballesteros San José, Plácido:Alvar Fáñez. Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114) , Guadalajara:Ediciones Intermedias, 2014.
  • Martínez Díez, Gonzalo:El Cid histórico. Un estudio exhaustivo sobre el verdadero Rodrigo Díaz de Vivar , Barcelona, ​​Planeta, 1999.
  • Mínguez Fernández, José María:Alfonso VI. Poder, expansión y reorganización militar, Hondarribia, Editorial Nerea, 2000.
  • Pérez Henares, Antonio:La tierra de Álvar Fáñez , Madrid, Almuzara, 2014 (novela).
  • Porrinas González, David:El Cid. Historia y mito de un caudillo , Madrid, Ediciones Despierto Ferro, 2019